Amores que matan (II)
A veces el amor parece una simple excusa, una gota más en el vasto océano de la disconformidad, la depresión y el hastío. Que se lo digan a Emma Bovary, que con aquello de serle infiel a su marido y ser adicta a ciertas sustancias poco recomendables, decidió convertirse en una heroína romántica como las de las novelas y suicidarse ingiriendo arsénico. En situación parecida se vio Anna Karenina, el célebre personaje de Tolstoi, si bien para ella no fueron las deudas y el miedo, sino los celos y la ira, las manos que la empujaron a la vía del…