Resumen y sinopsis de Los errantes de Olga Tokarczuk
Una novela única, ligera y honda a la vez, que indaga en las posibilidades del género para hablar sobre el cuerpo, el mundo y las estrategias siempre insuficientes con que intentamos cartografiarlos.
Este es un libro inquieto e inquietante, hecho de «historias incompletas, cuentos oníricos» subsumidos en un libérrimo cuaderno de viaje a base de excursos, apuntes, narraciones y recuerdos que muchas veces tienen como tema el viaje mismo: así, el relato de Kunicki, que tendrá que enfrentarse a la desaparición de su esposa y su hijo, y a su reaparición enloquecedoramente enigmática. O el de Annushka, obsesionada por comprender los incomprensibles juramentos que profiere una pedigüeña. Y también el relato real de cómo el corazón de Chopin llegó a Polonia escondido en las enaguas de su hermana; o el del anatomista Philip Verheyen, que escribía cartas a su pierna amputada y disecada; cartas como las que le mandaba Josefine Soliman al emperador de Austria para recuperar el cuerpo de su padre, disecado como la pierna de Verheyen e infamantemente expuesto en la corte donde había servido en vida.
Un libro en movimiento, problemático y que se resiste a ser definido con facilidad. Formado por un conjunto de textos muy dispares en cuanto a extensión, desde pequeñas frases, apuntes, relatos de ficción completos, pasando por fragmentos de un ensayo o de un diario de viaje. Parece haber cierta conexión y progresión según avanza, pero uno acaba perdiéndose entre sus páginas y la experiencia de su lectura es comparable a un trayecto donde el paisaje transcurre veloz tras el cristal de la ventana, algo mareante, sin tiempo para detenerse y apreciar como se debe las numerosas imágenes que contemplamos.
Libro donde no importan principios o finales, compuesto de intuiciones antes que de teorías acabadas o ideas centrales, que más bien parece rechazar todo concepto estable y establecido. Como lector, me he sentido un “errante” más, he encontrado partes cautivadoras y muy sugerentes, otras menos interesantes, o incluso algunas que dudo haber entendido del todo… cada persona que lea el libro obtendrá, imagino, un libro, una lectura suya propia.
Se distinguen dos ejes temáticos principales. El primero sería el del viaje, un estado de cambio continuo que echa por tierra toda verdad, toda posibilidad de reducir, encasillar o acotar, y que revela paradójicamente que la verdad más profunda de las cosas es lo inestable, lo provisional, de tiempos y espacios que se desdibujan y relativizan en una torre de Babel sin inicio ni fin. Hay muchos aeropuertos, habitaciones de hotel, aviones, se habla de la “psicología del viaje” que permite ver el mundo con otros ojos, salir de la isla que somos para enfrentarnos a la alteridad.
No importa tanto el destino, la procedencia, tampoco la llegada, ni las meras coordenadas, como la experiencia del viaje en sí mismo y cómo nos afecta. Hay mapas, presentes en la propia edición del texto, puntos de referencia o intentos de cartografiar la realidad, pero que acaban desbordando la simple utilidad de la representación para conformar constelaciones, ajenas a lo lineal, el orden y la razón, una realidad de líneas, poliedros y superficies. Estropeamos, por lo tanto, lo que podemos nombrar con claridad.
El otro eje sería el cuerpo, que ocupa una presencia también obsesiva. Resulta ser el gran misterio, el compañero de viaje por antonomasia. Otro territorio de exploración y de conquista, de límites imprecisos y prácticamente un universo en sí mismo. Y más en concreto, se trata del cuerpo que se sale de lo normal, el que florece, se ramifica en malformaciones o anomalías, el enfermo, o preservado artificialmente mediante la técnica como en un amago de inmortalidad, y a menudo en dialéctica con su opuesta y complementaria, la mente o el alma.
Aquí entrarían los filósofos, anatomistas y científicos del siglo XVII, el célebre caso de la “pierna fantasma” que sigue sintiéndose una vez perdida. El corazón de Chopin atravesando clandestinamente unas fronteras, las de Polonia, movedizas a lo largo de la historia. El pensamiento de Spinoza cual síntesis del libro, igual que lo es el relato homónimo, seguido de lo que sería todo un manifiesto contra ese poder burocrático, monárquico o del tipo que sea que en cada época tiraniza, somete y ordena los cuerpos bajo su poder.
Somos como Kunicki, cuya mujer e hijo desaparecen y reaparecen sin explicación en una isla de Croacia; tenemos que aceptar de algún modo el misterio, si es que no nos volvemos locos. Kairós, el instante decisivo, en que se manifiesta el sentido o el sinsentido de todo. Es “Los errantes”, en fin, un cuerpo literario anómalo, una galería de curiosidades amorosamente conservadas. Una obra quimérica, que cuando menos invita a pensar hasta qué extremo es posible esta hazaña de abolir todos los esquemas que, con su escritura profundamente libre, se propone Olga Tokarczuk.
Extraño, sutil, bello, emotivo y hasta perturbador. Los relatos de esta obra al comienzo me confundieron, con el pasar de las páginas me fui adaptando a la gran narrativa de Olga, haciéndome sentir como un errante de su destreza literaria.