Resumen y sinopsis de Un nido de víboras de Andrea Camilleri
Con el paso de los años, las pesadillas que desvelan a Salvo Montalbano se han vuelto más sofisticadas y extrañas. En esta ocasión, el veterano policía cree encontrarse junto a Livia, semidesnudos, en una exuberante selva tropical. Pero no es una selva de verdad: los troncos y el follaje están pintados al óleo, y Livia y él se hallan dentro de un enorme cuadro de Henri Rousseau. Y cuando un trueno ensordecedor devuelve al comisario a la realidad, ésta se materializa con un vagabundo que busca refugio bajo el porche de su casa. Poco sospecha Montalbano que ese encuentro fortuito contiene un elemento clave de su próxima investigación, uno de los casos más turbios y difíciles de su carrera.
Esa misma mañana aparecerá muerto el contable Barletta, con señales inequívocas de violencia. Al igual que la falsa jungla del sueño, el muerto no es lo que parecía. Lejos del tranquilo gestor jubilado que simulaba ser, Barletta se revela como un personaje de mil caras, a cuál más sorprendente e inesperada: un hombre de negocios implacable, un verdadero malabarista de la extorsión y el chantaje, y al mismo tiempo un padre de familia hipócrita y desalmado. A pesar de los numerosos casos a los que se ha enfrentado en su brillante carrera, Montalbano comprueba, una vez más, que el ser humano —con sus pasiones, sus deseos, sus debilidades— no deja de ser un misterio insondable.
En esta vigesimoquinta obra de la serie, Andrea Camilleri logra superarse y se afianza como maestro de la novela negra contemporánea. Los lectores podrán disfrutar una vez más del singular sentido del humor del comisario Montalbano, un personaje que perdurará como ejemplo perfecto del savoir-vivre mediterráneo.
Tras ver la entrevista al autor en el programa de televisión Página 2, me decido a leer "Un nido de víboras", la que, para mí, es -a pesar de ser la cuarta novela que leo del autor- la primera obra que tengo entre las manos protagonizada por el famoso comisario Salvo Montalbano. Sé que, siendo la que hace el número 22 de la saga, no puedo exigir al autor, una buena construcción de su personaje -ya que seguro que lo ha definido suficientemente en sus libros anteriores- ni de su relación con Livia, pero los datos que suministra en el texto me bastan para hacerme una idea de la personalidad del protagonista: un personaje peculiar de la Policía estatal, respetuoso con la ley —aunque no duda en romperla cuando se trata de resolver sus casos—, gran amante de la gastronomía y con una visión machista de las mujeres. Con el empleo de la cursiva para reseñar los errores lingüísticos del telefonista Catarella, con un diseño correcto de la trama paralela, con una configuración audaz de los interrogatorios (no olvido la formación teatral y en dramaturgia del novelista), con un gusto exquisito para la dosificación de las pistas (hasta el último momento todos son sospechosos) y el empleo de ciertos recursos que le sirven de ayuda (por dos veces el novelista introduce en el texto lo que dice "el otro Montalbano" y cuyos razonamientos le sirven al Comisario de voz de la conciencia para tranquilizarle acerca de sus pensamientos sobre la justicia y la soledad y, por dos veces, es el narrador el que se dirige al Comisario para que, recordándole su obligación como policía, pedirle que resista y cierre el paso a los horribles pensamientos y evite la sensación de vértigo), he disfrutado de un libro ágil, entretenido y con un acertado tratamiento del que es su tema central. De 5