Brújula cuenta la historia de Franz Ritter, un conocido musicólogo de 40 años afincado en Viena y especializado en la música del cercano Oriente y su influencia en Occidente. Durante una noche de insomnio, y preocupado por una enfermedad degenerativa, Franz evoca todo lo vivido y aprendido mientras su imaginario vuela hacia París, Estambul, Damasco y Teherán, ciudades que han marcado su biografía intelectual y sentimental. Amigos, amores, músicos y literatos malditos, viajeros y mujeres aventureras de procedencia y destino incierto, todos tocados por el hechizo de Oriente Medio, desfilan por su mente y por las páginas de esta novela.
Brújula ha sido galardonada con el Premio Goncourt 2015.
Novela sobre hombres y mujeres alcanzados por la misteriosa llamada de eso que llamamos Oriente, por el afán de contacto con lenguas, lugares y culturas tan distintas y lejanas. No solo Franz y Sarah, cuya historia de no-amor sirve de centro de gravedad a la narración... sino todos aquellos artistas, aventureros, intelectuales, compositores y demás personajes históricos a quienes Franz, cultísimo musicólogo, melancólico y eterno pagafantas, rememora durante una larga noche sin dormir. El amor, la muerte, la memoria, la identidad, los puentes entre oriente y occidente, o las encrucijadas entre ambos mundos, son los proncipales temas de un relato sumamente ambicioso, salpicado de elementos biográficos, poéticos, ensayísticos, que nunca sale de la conciencia de nuestro héroe, siendo por lo tanto los personajes poco menos que sombras por él evocadas (los excéntricos compañeros investigadores de éste, por ejemplo, aparecen más bien poco esbozados, siendo ella -Sarah- quien ocupa todos sus pensamientos y encarna -tal vez simbólicamente- sus principales obsesiones, como ese mundo inalcanzable). Me quedo con la idea de Oriente como quimera, imagen mental de occidente, fuga hacia la fantasía, intento de conjurar un dolor íntimo, el de la propia aniquilación. Resulta hipnótico semejante despliegue de anécdotas y referencias de todo tipo, pero echo en falta una mayor consistencia narrativa que lo justifique, o al menos, que semejante erudición no amenace con sepultar todo lo demás.
Novela sobre hombres y mujeres alcanzados por la misteriosa llamada de eso que llamamos Oriente, por el afán de contacto con lenguas, lugares y culturas tan distintas y lejanas. No solo Franz y Sarah, cuya historia de no-amor sirve de centro de gravedad a la narración... sino todos aquellos artistas, aventureros, intelectuales, compositores y demás personajes históricos a quienes Franz, cultísimo musicólogo, melancólico y eterno pagafantas, rememora durante una larga noche sin dormir. El amor, la muerte, la memoria, la identidad, los puentes entre oriente y occidente, o las encrucijadas entre ambos mundos, son los proncipales temas de un relato sumamente ambicioso, salpicado de elementos biográficos, poéticos, ensayísticos, que nunca sale de la conciencia de nuestro héroe, siendo por lo tanto los personajes poco menos que sombras por él evocadas (los excéntricos compañeros investigadores de éste, por ejemplo, aparecen más bien poco esbozados, siendo ella -Sarah- quien ocupa todos sus pensamientos y encarna -tal vez simbólicamente- sus principales obsesiones, como ese mundo inalcanzable). Me quedo con la idea de Oriente como quimera, imagen mental de occidente, fuga hacia la fantasía, intento de conjurar un dolor íntimo, el de la propia aniquilación. Resulta hipnótico semejante despliegue de anécdotas y referencias de todo tipo, pero echo en falta una mayor consistencia narrativa que lo justifique, o al menos, que semejante erudición no amenace con sepultar todo lo demás.