Resumen y sinopsis de Ocho centímetros de Nuria Barrios
¿Qué distancia separa el dolor de la felicidad? Un pastor evangelista gitano proclama ante sus enardecidos fieles en un poblado chabolista que la distancia entre uno y otra es de ocho centímetros. En ese intervalo mínimo se sitúan las historias de Nuria Barrios, intensas y vibrantes: allí donde no todo está perdido, donde la escritura hace reconocibles umbrales que raramente se nos muestran. Estos once relatos tienen aristas y brillan con dureza. Son once diamantes. Cortan. ¿No es acaso lo que esperamos de la literatura? Que indague, que nos ilumine, que nos duela.
¿Qué distancia separa el dolor de la felicidad? Un pastor evangelista gitano proclama ante sus enardecidos fieles en un poblado chabolista que la distancia entre uno y otra es de ocho centímetros. En ese intervalo mínimo se sitúan las historias de Nuria Barrios, intensas y vibrantes: allí donde no todo está perdido, donde la escritura hace reconocibles umbrales que raramente se nos muestran. Estos once relatos tienen aristas y brillan con dureza. Son once diamantes. Cortan. ¿No es acaso lo que esperamos de la literatura? Que indague, que nos ilumine, que nos duela.
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Los ocho centímetros del título son la distancia, tan nimia en apariencia y tan insalvable, que puede mediar entre la felicidad y el sufrimiento, tema central del libro. Los personajes que protagonizan estos cuentos parece que tienen algo, o a alguien, al alcance de la mano… y sin embargo, la distancia de separación es mayor de lo que pueda imaginarse. Los cinco primeros cuentos están relacionados, compartiendo personajes, perspectivas y temáticas (de gran dureza); la drogadicción, la enfermedad y la muerte en el seno de una familia. A destacar positivamente el creíble retrato que hace la autora del mundo gitano y de aspectos más bien marginales de la sociedad, de cómo el reparto de culpas tras ciertas tragedias en realidad no es tan objetivo como aparenta y cada uno tiene sus razones para actuar como actúa. El amor, sin ir más lejos, tal vez sea la droga más nociva de todas. A destacar también, esta vez negativamente, el tratamiento tan morboso, triste y trágico (de forma un tanto innecesaria, creo yo) de estos primeros relatos, carente de un contrapunto luminoso (al menos yo no lo he encontrado) frente la parte oscura del ser humano que la autora no duda en señalar. Los que siguen me parecen más conseguidos y sutiles (es un decir, porque siguen sin ofrecer asideros cómodos al lector) a la hora de describir el infierno que experimentan unos individuos dispares, que podríamos ser cualquiera.
En “Yo era un Bulldozer”, una relación parece que lo tiene todo para funcionar, salvo lo más importante; un ejemplo de lo inexplicables que podemos llegar a ser en cuanto a nuestros sentimientos hacia los demás. “El tren Neckermann” arroja una mirada desoladora a la infancia, los malos ambientes, el abuso y el abandono en esta edad, en la que la amistad puede ser el único asidero y los ingenuos paraísos de la fantasía duran demasiado poco. “Un puente de cristal” aborda la enfermedad del lado tanto del enfermo como de quien atiende; tan difícil es juzgar los actos de la protagonista como decidir quién se lleva la peor parte en una situación capaz de desgastar a cualquiera. “Limpia luz de escarcha”, para quien suscribe, es el mejor relato de la colección, asomándonos a tres generaciones de mujeres en un entorno cerrado y hostil, unas vidas tristes y resignadas, la llegada de la muerte para una de ellas, y tal vez una oportunidad para restaurar lazos perdidos (jugando en esta ocasión con el simbolismo del tejido y el telar). “Las amigas. Una fotonovela” parte de la idea de contar la historia de unas amigas durante unas vacaciones a partir de la descripción de unas fotografías; su contexto, lo que la mera imagen no atrapa, es fundamental para entender un significado que tiene mucho que ver, otra vez, con la incomunicación, los lazos invisibles y las personas que queremos y no podemos ser.
Finalmente, “El limbo” sirve de cierre por lo que tiene reflexión sobre las propias ficciones, la manera en que las utilizamos para afrontar situaciones tan incomprensibles e irremediables como la muerte de los seres queridos, y cómo pueden ser también una forma tanto de expulsar el dolor como de reflejar en ellas lo que cada uno lleva dentro, como hacen en este caso los pacientes de una institución mental.
Maravilloso libro en el cual se narran las historias (vidas) de gente común, pero con un denominador común la amargura, la pena, el sufrimiento, la soledad, etc.
Aunque los primeros relatos para mi gusto son los mejores (el mundo de la droga), los demás no le van a la zaga.
Relatos crueles, sin un fin definido. Pero descritos y escritos con una dureza real.
Me encanto a pesar de que no soy partidario de este tipo de libros.