Resumen y sinopsis de Parad la guerra o me pego un tiro de Jacques Vaché
En mayo de 1916 Jacques Vaché es movilizado por el ejército francés, después de recuperarse de sus heridas en Nantes. En esta ocasión para que ejerza como intérprete para las tropas británicas. Así en la retaguardia o en el mismo campo de batalla desempeña estas funciones, Vaché escribe sus cartas desde la trinchera desarrollando un revolucionario principio de escritura automática, sirviéndose de una sintaxis voluntariamente entrecortada, abundantes exclamaciones e incisos, y extravagantes imágenes. Maestro en el arte de «conceder muy poca importancia a todas las cosas», trascribe sus impresiones como un dandy («hoy un tanque ha venido a tomar el té»), o expone sus simpatías y fobias literarias. A diferencia de otros artistas contemporáneos, Vaché no parece encontrar el deseo o la fuerza suficientes como para oponerse explícitamente a la guerra, pero menos todavía para dejarse llevar por el sentimiento del «deber patriótico»… Cualquiera de las dos posiciones supondría una mínima implicación…, algo a lo que Vaché no está dispuesto. Su insumisión se traduce en indiferencia total, en absoluto desapego.O al menos, tal es su pretensión: «imagino estar en el ejército alemán (…) y he llegado a tener la certidumbre de servir contra los ejércitos aliados». En ese estado de alejamiento escribe las cartas que se incluyen en este texto, algunos relatos, apuntes y dibujos y poemas que se han agrupado bajo el título: Parad la guerra o me pego un tiro, escritos que lo redimieron del olvido gracias a André Breton. Ambos se conocieron en 1916 en el Centro de Neurología de Nantes en donde Breton trabajaba como internista cuando Vaché fue ingresado por una herida en la pierna durante la guerra. Breton fue sorprendido por la original personalidad de Vaché, excéntrica y turbadora. Su más formidable performance se produjo al irrumpir, con uniforme y pistola en mano, en plena representación de una obra de Guillaume Apollinaire (Les Mamelles de Tiresias). Amenazaba con disparar al público en protesta por lo "excesivamente literario" de la pieza. Para Breton, aquel acto rebelde de Vaché, representaría la acción surrealista por excelencia.