Resumen y sinopsis de El audaz de Benito Pérez Galdós
Benito Pérez Galdós, creador de una inmensa producción literaria, destaca como uno de los grandes narradores del siglo XIX. Con El audaz, obra primeriza, el autor fusiona la novela histórica y la de costumbres con el empeño patriótico de renovar las letras españolas y difundir en la nación los principios regeneradores de la modernidad liberal.
EL BAROJIANO - Javier Martínez Palacio
EL AUDAZ DE GALDÓS
Galdós publica El audaz. Historia de un Radical de Antaño (1871) apenas un año después de La Fontana de Oro y La Sombra. Resulta una de sus obras menos estudiadas, quizás porque la irrupción de Galdós se asocia a la novela inicial, porque El audaz abordaba un doble fracaso político y sentimental y carecía de un final feliz, o bien, porque pasados dos años llegaron los primeros Episodios Nacionales y atrajeron más.
En síntesis, El audaz transcurre en 1804 bajo el reinado de Carlos IV y el gobierno de Godoy. Trata de la conspiración que pretendía sustituir al príncipe de la Paz por el príncipe Fernando, quien luego sería Fernando VII(1). De Godoy se habla, pero no está inmiscuido per se en la novela. Es el objeto del deseo; su eliminación significaría que cesaran la corrupción y descomposición que se habían apoderado del país.
Entre los conspiradores, unos van tan lejos como desear que la monarquía caiga con Godoy –pretensión del protagonista Martín Muriel-, otros buscan una simple sustitución de príncipes, pero que sigan las cosas igual. La Revolución Francesa acababa de acaecer para los personajes y aparece en el texto de la novela; además, Galdós la escribía recién concluida nuestra Revolución de 1868 y también le servía de inspiración.
Como ocurre en las novelas galdosianas previas a sus llamadas novelas españolas contemporáneas, los personajes principales tienen una caracterización más bien política y representan las diferentes ideas en colisión.
Martín Muriel no se aparta del guión. Es hijo de un hombre vilipendiado e injustamente aherrojado en la cárcel por las maquinaciones de un turbio personaje al servicio de la casa aristocrática donde aquel había servido. En su presentación, Martín es un ser sediento de venganza contra la clase que hizo el atropello y los poderes y dignidades que la respaldan, trátese de aristócratas, jueces, inquisidores o clérigos. Los personajes secundarios lucen un perfil literario más creativo y están adornados con notables y sutiles caracterizaciones.
La condesita de Cerezuelo proporciona la sorpresa mayor. La presentación de Susana se hace con los rasgos característicos de su clase; además es superficial y se alude a su gran belleza. Sin embargo, el narrador poco a poco la despoja del ropaje arquetípico gracias al amor que Martín la inspira, una evolución que recuerda lejanamente a La dama boba de Lope aunque sean obras diferentes en todo. Lo equiparable es que el amor transforma; lo mismo hace lista a la boba que sensible a la frívola.
A diferencia de la Clara de La Fontana de Oro y de otras protagonistas que representan a España en las novelas de Galdós, la condesita vive acciones y conductas propias de un personaje alejado del estereotipo, vivencias que, a la postre, la conducen a la angustia y a la sorprendente autoinmolación. Flaubert ya había publicado Madame Bovary (1857) cuando Galdós escribe El audaz, pero aún estaba por publicarse la Ana Kerenina (1875-1877) de Tolstoy. Se puede pensar que, aunque muy diferente, la novela francesa influenció en la de nuestro novelista –está por demostrar-, ¿pero Galdós no tendría una intención determinada al relatar el suicidio de Susana?
En el Capítulo XXX de El audaz –que lleva el título metafórico de “Revoloteo de una mariposa alrededor de una luz”— es excelente. Susana recorre las calles de Toledo sumida en sus pensamientos, sufriendo angustiosamente el anatema que le lanzó su padre y la proscripción de su gente por su relación con Martín, la certidumbre de la imposible recuperación del amado y la propuesta que le han hecho de un matrimonio inasumible para salvar su situación. Inmersa en una sensación creciente de fracaso vital se conduce al Puente de Alcántara desde el que se arroja al Tajo para poner fin al sufrimiento. La narración, que había adquirido un tempo lento adornado de imágenes sustanciales, favorece la creación de un clímax para que se desarrolle el hecho fatídico de la consumación personal. Pero después de la sorpresa vale la pena preguntarse: ¿el suicidio de Susana trasluce el de la España borbónica a punto de ser entregada a Napoleón?
La muerte de Susana contrasta vivamente con el final de Martín Muriel. Le vemos marchar enjaulado y preso –eco irónico del Quijote- dando una imagen desquiciada de quien ha consumido los ideales filosóficos y políticos en un propósito de venganza. En realidad, ha representado a los extremistas que tanto disgustaban a Galdós (2) - probablemente porque estrangulaban logros progresistas, por ejemplo, la acción de los liberales frente al absolutismo borbónico y, años después, a la 1ª República. Al final de la novela Martín es la pantomima de un dictador que vocifera y manda matar y matar creyéndose Robespierre, pero habiéndose convertido en un enajenado a quien acompañan dos locos más que se creen Saint- Just y Napoleón.
.
El audaz se publicó como folletín en la Revista de España entre 1871 y 1872. Que fuese una novela por entregas se nota en ciertos alargues, en especial los filosófico-políticos que incluso inundan el diálogo de los amantes. La Revolución de 1868 se asoció a la aparición del realismo y Clarín taxativamente la afilió al glorioso renacimiento de la novela española. Llevar la política a las novelas hacía creer a los realistas que contribuía a desenmascarar los males de España retratando el pálpito social. También querían borrar el papel de la novela histórica anterior al considerarla vehículo del conservadurismo tradicional, limpiarla con la realidad, y se servían del folletín para que su prédica llegara a más ciudadanos. Lo mismo hicieron en Europa los escritores desde Balzac a Dickens y lo harían los rusos. Sin embargo, no deja de ser curioso que, en los propósitos de nuestros realistas, no entraba atacar al Ejército –salvo a determinados individuos- ni a la Iglesia –aunque sí a los clérigos- y el propio Galdós encabezó alguna manifestación anticlerical aun siendo creyente a su manera y hay testimonio fotográfico de ello.
.
La nueva novela histórica no afronta el pasado lejano sino el cercano o el actual. Tiene por héroes a gentes de la clase media con el defecto de constituirse, como sabemos, en arquetipos llenos de exaltación (3), imaginación arrebatada –como se dice de Muriel- en su pasión política. No constituyen las mejores criaturas de ficción, pero protagonizan novelas de concienciación histórica y social nada exentas de acción e incluso de una acción complicada que no transcurre preferentemente en castillos umbrosos, sino en aquellos recintos y calles de las ciudades históricas donde se originan intrigas, manifestaciones, tumultos y batallas.
La narración y los diálogos también reflejan la actualidad de aquellos días. Galdós ya mostraba una de sus mejores virtudes de siempre: el oído, escuchar (4), e imitaba los discursos, las gacetillas de los periódicos, los dichos de la plebe, los giros y vocerío de la canalla o la jerga de los valientes. El audaz no fue una novela preclara, pero sí una novela mucho mejor y representativa de un tiempo y del autor de lo estimado hasta ahora.
________
NOTAS.:
1. La narración de los sucesos histórico-políticos, en particular la conspiración fernandina anti-Godoy, es fidedigna. Ver el relato de lo sucedido en 1804 con la conjura del “partido fernandino” en la biografía del catedrático Emilio La Parra López, Manuel Godoy. La aventura del poder, Tusquets, Colcn. Fábula, Barcelona, 2005, pp. 305 y ss.
2. De ello escribí a propósito de Misericordia. Ver mi entrada en este blog “Galdós. Una parodia de la Restauración en Misericordia” de 25 de septiembre, 2011.
3. Rubén Benítez, Cervantes en Galdós, Universidad de Murcia, 1990, pp. 109-111. En las páginas citadas se habla del influjo del libro De’Intelligence de Taine que Galdós tenía en su biblioteca
4. Stephen Gilman, Galdós y el arte de la novela europea, 1867-1887, Taurus, Madrid, 1985. Ver el Capítulo IX, “El arte de escuchar”, pp. 238-274.