La narración envolvente de Carpe diem, su mordaz sentido del humor, la descripción minuciosa de la geografía interior -y exterior- de los personajes que habitan esta novela y el talento para anlizar el comportamiento humano demuestran por qué Saul Bellow está considerado uno de los narradores más lúcidos del siglo XX.
Carpe diem. Vive el momento. Sumérgete en el aquí y el ahora. Esas frases salidas de la boca del extravagante doctor Tamkin como un dudoso elixir milagroso rebotan contra los tímpanos de Wilhelm, un hombre acosado por varios frentes: actor fracasado, danza al son de las exigencias de su ex mujer y sus dos hijos, despreciado por la empres que le despidió en lugar de otorgarle el ascenso prometido y ninguneado por la soberbia y frialdad de su propio padre. Pero la esperanza es lo último que se pierde, y ahora ésta se ha encarnado en setecientos dólares...
Carpe diem (Aprovecha el día) Lo he encontrado un libro angustioso. No se termina de ver que es lo que quiere decir el autor. Al final deduzco que es eso, simplemente mostrar la angustia de un individuo con penalidades económicas, y que no termina de aclararse.
AbulafiaCarpe Diem7
Novela absolutamente teatralizada que hurga en la decadencia del individuo en la gran ciudad, engullido y atormentado por una estructura mecánica que se le va haciendo ajena. New York es la metáfora en la que Bellow, a caballo entre A. Miller y P. Auster, desarrolla un relato de caída a los infiernos de un hombre que ya ha roto los puentes con lo más cotidiano: un padre al que no comprende, una exesposa que no le deja volver a vivir, un trabajo idiota o un estafador financiero al que confió sus últimos recursos. La obra se queda a mitad de camino entre la novela y el teatro, sin la tensión necesaria de éste y sin la fuerza narrativa de aquella.
Carpe diem (Aprovecha el día) Lo he encontrado un libro angustioso. No se termina de ver que es lo que quiere decir el autor. Al final deduzco que es eso, simplemente mostrar la angustia de un individuo con penalidades económicas, y que no termina de aclararse.
Novela absolutamente teatralizada que hurga en la decadencia del individuo en la gran ciudad, engullido y atormentado por una estructura mecánica que se le va haciendo ajena. New York es la metáfora en la que Bellow, a caballo entre A. Miller y P. Auster, desarrolla un relato de caída a los infiernos de un hombre que ya ha roto los puentes con lo más cotidiano: un padre al que no comprende, una exesposa que no le deja volver a vivir, un trabajo idiota o un estafador financiero al que confió sus últimos recursos. La obra se queda a mitad de camino entre la novela y el teatro, sin la tensión necesaria de éste y sin la fuerza narrativa de aquella.