Resumen y sinopsis de El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite
Durante una noche de insomnio, la escritora protagonista de esta historia, álter ego de la propia Carmen Martín Gaite, recibe la visita de un desconocido interlocutor, cuya identidad permanecerá oculta; juntos inician una larga conversación en un cuarto apartado de la casa, el cuarto de atrás. En este diálogo, libre y espontáneo, Martín Gaite deja espacio para recordar su infancia y juventud en Salamanca, su ciudad natal, para reflexionar sobre el oficio de escribir, sobre la condición asfixiante y llena de limitaciones que implicaba ser mujer en aquella época, sobre sus sueños y aspiraciones. También aborda otros temas que son fundamentales en toda su obra: el amor, la memoria y el olvido, entre otros.
Indagación en la raíz misma de la literatura, en la esencia del acto de escribir, o un reencuentro con las razones que conducen a ello; una meta-novela sobre su propio proceso de creación, donde quedan abolidas todas las fronteras, empezando por las de lo real y lo fantástico, con la presencia de un desconocido mefistofélico que ofrece inspiración a cambio de contar las vivencias, de enfrentarse la narradora a sí misma, a sus temores (encarnados por una kafkiana cucaracha) y recuerdos... siempre a través de un diálogo que sirve para tirar del hilo (siempre los hilos en Gaite), que no sabemos a dónde nos puede conducir. Onirismo y nocturnidad muy novelescos, un mundo al revés por donde pululan los fantasmas de Carroll y de los cuentos infantiles ¿qué es auténtico y qué no lo es? Poco importa, pues la ficción (como la cajita dorada) se compone de una materia sutil e imaginaria, pero entroncada en la experiencia, en lo real; la España de posguerra, evocada con detalle desde el prisma de una chica provinciana y de buena familia. Una España de privaciones (siempre a favor de lo útil, por lo sensato, nunca por lo improvisado o que pueda alterar el orden de las cosas), de márgenes estrechos para las mujeres, a quienes se les inculca una idea muy estereotipada de lo que deben ser... pero también de huida maravillosa hacia la irrealidad, de capacidad fabuladora que después se perderá.
Se trata de recuperar también un tiempo perdido, la historia reciente de un país que, unida a la trayectoria personal, cobra un sentido mucho más amplio que el que le pueda otorgar la mera Historia como disciplina y objeto de análisis racional. Pero lejos de las simples memorias, sin caer en el error de un intimismo complaciente, la autora nunca abandona la parte lúdica, la narrativa quebrada que recoge el espíritu del folletín romántico que tanto disfrutó (con un punto incluso de parodia de los grandes amoríos típicos del género), de los juegos de niños, las lecturas, las películas, el teatro, con una expresa renuncia al realismo. Más aún, es necesario perderse para (irónicamente) reencontrarse, ordenar y dar sentido, desafiando al lector para que siga el hilo, el rastro, pues literatura es diálogo del autor consigo mismo y con quien sigue su relato, algo que sirve para explicarse, también para entender y descubrir nuevas realidades. Memoria y desmemoria, los miedos y también los anhelos, los espacios y demás objetos significativos que habitamos y que nos habitan. El cuarto de atrás no es otra cosa que la niñez, una niñez como refugio frente a la intemperie, la vida, lo desconocido, que nunca acabamos de abandonar del todo... más aún quienes escriben, porque escribir es desentrañar el mundo, el gran misterio de lo cotidiano, sin necesidad de irnos demasiado lejos.
La novela rememora épocas pasadas y contiene numerosas reflexiones, sin embargo, no me ha llegado a enganchar.
Muy original el planteamiento. Quizá la visita recibida es el alterego de la escritora, sólo él podría tener las claves de su pasado, sus recuerdos y sus reflexiones... pero la cajita dorada es el recuerdo de la misteriosa visita.
Me obligaron a leerlo y no me gustó mucho, es un libro muy abstracto y con muchas metáforas.
Entre el relato de misterio y el ensayo, la autora rememora, de forma sugestiva, algunos pasajes de su existencia vital literaria a partir de sus juegos infantiles en el "cuarto de atrás".