Resumen y sinopsis de El guardián del Vergel de Cormac McCarthy
El guardián del vergel, la primera novela de Cormac McCarthy, es ya un clásico de la literatura estadounidense. Situada en una pequeña y remota comunidad rural de Tennessee en el período de entreguerras, nos habla de la vida de John Wesley Rattner, un muchacho, y de Marion Sylder, un vagabundo fuera de la ley que ha matado al padre del chico, aunque ninguno de los dos lo sabe. Ambos, junto a Ather, el tío de Rattner, cuya estoica independencia pertenece ya a otra época, protagonizarán un drama que parece nacer de las entrañas de la tierra. Los tres son antihéroes de una intensa y emotiva reivindicación de valores perdidos en el tiempo.
El debut literario de Cormac McCarthy pertenece a una temática poco original; el mítico Sur estadounidense, primitivo y agonizante, enfrentado a una modernidad que avanza implacable. Sin embargo, son el estilo y la narración los elementos que anuncian a un escritor diferente y dotado de una poderosa voz. La expresión barroca y poética, la descripción sumamente elaborada, el rebuscamiento léxico, denotan un esfuerzo por ir más allá de lo que el lenguaje puede expresar; cobran un papel decisivo los elementos de la naturaleza, los animales y las plantas, el reino mineral... (la traducción supongo que permite una aproximación incompleta a la obra original). Por otra parte, el relato es casi siempre críptico, quebrado en múltiples fragmentos, limitado al seguimiento de los tres personajes principales (un adolescente, un joven y un anciano, que parecen representar las tres edades de la vida) y sus acciones, sin explicación ni contexto (salvo breves flashbacks en forma de recuerdos)... un reto para el lector, como si el narrador fuera también un mero testigo de unos hechos lejanos y supiera, juzgara, tan poco como nosotros. La reflexión del autor, en definitiva, pertenece al ámbito de una sabiduría universal que trasciende el momento histórico concreto; ahora y siempre, el ser humano está sometido a azares, a leyes mucho más antiguas que él mismo, poco importa entonces la justicia de los hombres, el quién mató a quién, desprendiéndose de ello una serena resignación metafísica ante una decadencia, una derrota, sobre la que no hay triunfo posible.