Un anciano ahorcado en el gasoducto cerca de Berlín, en la República Democrática Alemana. Todo indica un suicidio. Sin embargo, dos detalles apuntan a algo más comprometido: la temible Stasi. El capitán Martin Wegener, de la Policía Popular, junto con su homólogo de la Alemania Occidental Richard Brendel, serán los encargados de una investigación que se aparta de los derroteros típicos porque... esta no es la RDA que imaginabais: no estamos en los años previos a 1989, sino a finales de octubre de 2011. Y hace dos décadas la Historia tomó un rumbo distinto.
El Muro de Berlín sigue en pie. La reunificación no tuvo lugar. La RDA es un país puntero en tecnología (los últimos modelos de su Smartphone Minsk son más codiciados que los iPhone en el mundo entero) y están recibiendo peticiones de asilo de quienes huyen de la crisis económica mundial y el capitalismo salvaje, pero también se encuentra al borde de la quiebra. La última oportunidad para salvar la economía son las negociaciones bilaterales con Alemania Occidental. Negociaciones que se suspenderán si Occidente sospecha que la antigua Stasi ha resurgido. Martin Weneger ha de encontrar al culpable.
Un buen planteamiento: un crimen en la RDA contemporánea. Ficción pero no de cohetes y sables láser, sino de un muro de Berlín que no consiguieron derribar en su momento. El autor es una persona de talento y la trama progresa adecuadamente, si bien, abusa de formas o conceptos o ideaciones oníricas supongo que para hacer interesante u original la trama. En mi caso, perturbaron gravemente el ritmo del relato y su comprensibilidad.
Un buen planteamiento: un crimen en la RDA contemporánea. Ficción pero no de cohetes y sables láser, sino de un muro de Berlín que no consiguieron derribar en su momento. El autor es una persona de talento y la trama progresa adecuadamente, si bien, abusa de formas o conceptos o ideaciones oníricas supongo que para hacer interesante u original la trama. En mi caso, perturbaron gravemente el ritmo del relato y su comprensibilidad.