Salvador Rueda fue uno de los iniciadores del Modernismo en España. Prácticamente autodidacta, y con una formación muy básica, se preocupó durante toda su vida por rellenar las lagunas de aquella iniciación rudimentaria obtenida en los montes de la Axarquía malagueña, estudiando y leyendo en no pocas bibliotecas, especialmente en la de Núñez de Arce. La inmersión en la Naturaleza durante los primeros años de su vida le sirvió para conocerla de primera mano y convertirla en Madre y Señora de todo lo viviente.
Cuando escribe La cópula está intentando convencer a sus contemporáneos de que la unión entre un hombre y una mujer forma parte de la reiterada cópula a la que la Naturaleza anima de continuo para la propagación de las especies. Por eso ve la unión carnal como algo sagrado, cargado de simbolismo, y, desde luego, hermoso y gozoso. Los protagonistas de la obra, sin apenas formación en cuestiones sexuales, actúan de un modo natural, como buenos salvajes, ajenos al bien y al mal.