Resumen y sinopsis de La insolación de Carmen Laforet
Una novela que sondea en el mar de la adolescencia, por la autora de Nada.
La insolación es la historia de una amistad y de un deslumbramiento. En los veranos de sus catorce, quince y dieciséis años, Martín Soto ha de enfrentarse a su propia sensibilidad, en plena ebullición adolescente. En comunión con la naturaleza, bajo la luz cegadora del sol y la blanca neblina del calor tiemblan y se pierden los contornos de la realidad. El encuentro con los singulares personajes que pueblan el relato —en especial la extraña familia Corsi, extravagante por libre, frente a la rancia sociedad circundante— irrumpe en su vida con emociones y aventuras inesperadas. Ingenuo, no percibe que a su alrededor va tejiéndose una situación explosiva. El despertar será doloroso. Ya no es un niño. Abocado a la soledad, se abre un nuevo horizonte.
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Cuenta el abandono de la niñez, la adolescencia y la entrada en la adultez de un muchacho, Martín, a lo largo de tres veranos en un pueblo de la costa levantina, durante los cuales vivirá intensamente en compañía de los hermanos Corsi, chico y chica; sus dos excéntricos y misteriosos amigos.
Entre medias, paréntesis grises de existencia provinciana y convencional, correspondiente a los años inmediatamente posteriores a la guerra civil. De hambre y humildad, en la que aún está a la espera y por definirse el hombre que Martín, dubitativo, será en el futuro.
Laforet consigue atrapar entre las páginas de esta novela el esplendor del verano. Los largos baños de mar y de sol, las tardes de merienda, música, de cazar lagartos y saltar tapias; los inicios de los celos y de la seducción y también el surgimiento de la vocación artística. Verano, época de las sensaciones puras y del descubrimiento; de insolación, entendida como una iluminación, o fugaz comprensión del mundo, comunión con la vida que quedará en el recuerdo cuando se retome el contacto con el mundo real una vez pasadas las vacaciones, cuando algo cambia ya para siempre.
Aparecen de nuevo los dos ambientes contrastados, el del oscuro conservadurismo de una comunidad preocupada por el qué dirán, la religiosidad y los usos sociales, frente al ambiente lleno de luz, feliz y un tanto engañoso, de hermosa fantasía que encarnan los hermanos; seres absolutamente libres e inocentes, cuyo origen y circunstancias no se terminan de explicar por completo, rodeados de seres tan mágicos como la estrafalaria Frufrú. Martín disfruta, se fascina con ellos, aún siendo poco menos que un juguete en manos de tan caprichosos individuos, egoístas y ensimismados, pero siempre objeto de devoción.
El relato es episódico, cargado tanto de magia como de realidad. Se abren paso en la historia las consecuencias de la guerra, el eco de los represaliados por el conflicto y de quienes viven escondidos, que adquieren una dimensión de fábula. Los Corsi, una familia muy peculiar, más parecida a una troupe circense, nada tiene que ver en su actitud cosmopolita y liberadora con la cerrazón local, ni con la familia de nuestro protagonista, en la que se muestra crudamente el rechazo, el odio feroz y apenas disimulado de una madrastra cuyo retrato es cualquier cosa excepto positivo, como tampoco lo es de la maternidad ni de los roles de género. El machismo del padre, dominado sin embargo por las mujeres, es muy de su tiempo y propio del estamento militar, tan preocupado por la virilidad del hijo y por que cada cual ocupe su lugar.
La otra cara de la moneda son los jóvenes, cuya inconsciencia (especialmente significativa en la escena del enterramiento del perro) adopta unas insinuaciones incluso incestuosas, o bien una amistad excesivamente estrecha entre personas del mismo sexo que no dejan de despertar unas sospechas que precipitarán el choque de las concepciones opuestas, el equívoco y la confabulación, los rencores de los adultos supuestamente respetables; cuando nada tenga ya arreglo y estalle la burbuja, queda el retorno al hogar. Queda la confianza en aquellas personas que, en su mediocridad, son quienes pese a todo te aprecian sin ambages ni expectativas, de manera incondicional; nuestra auténtica familia.
Queda, en fin, una incitación al lector para que se enamore él también de estas criaturas de luz y de sombra, a ser uno más en esta tórrida inmersión en la vida, la amistad, el amor y el desengaño.
Narra las vivencias de tres jóvenes (dos de ellos hermanos, chico y chica) durante tres veranos consecutivos en un pueblo de Andalucía. La relación de Martín con los dos hermanos es de dependencia y es su felpudo. Carlos y Anita son unos egoístas malcriados y maleducados, y Martín es un trozo de pan. La lectura es entretenida aunque a veces lenta. Para pasar el rato, sin más.
A Carmen Laforet se la conoce, sobre todo, por Nada, pero La insolación es una pequeña joya literaria que a mí me ha gustado más incluso. La recomiendo totalmente.
Su protagonista, Martín, vive con sus abuelos en Alicante pero pasa las vacaciones de verano con su padre (militar) y su madrastra en un pueblo del sur de España, y ahí es donde se centra la acción de la novela: en sus andanzas con Carlos y Anita, procedentes de una familia más liberal que la suya, que inicialmente le hechizan pero que tiene también sus luces y sus sombras.
Es un retrato magistral del paso de la infancia/adolescencia a la edad adulta, de la “inocencia” a la “conciencia” y de las desilusiones y verdades amargas que conlleva el proceso. Martin descubre también el valor de aquellos seres que aunque imperfectos, nos quieren incondicionalmente.