Fernando y su hermano, el narrador de este relato, viven a las afueras de una gran ciudad latinoamericana. Sobreviven gracias a la caza y la venta ilegal de castores, pero su sueño es dedicarse al turismo. Con la llegada de Andreas, Carla y Astrid, que se muestran muy interesados en visitar una planta purificadora que resiste bajo el control de un grupo de obreros, su sueño puede convertirse en realidad.
Castores trabaja con las dislocaciones de tiempo y espacio que se producen durante las crisis del capitalismo. Ayer en Argentina y América Latina, hoy en Europa, el permanente estado de excepción deja sus resquicios para que afloren pequeños negocios de subsistencia. El turismo comprometido es uno de ellos.