Resumen y sinopsis de El cementerio vacío de Ramiro Pinilla
En medio de una romería, los vecinos de Getxo descubren el cadáver de la joven y hermosa Anari, y sobre ella, gritando desesperado, a un joven del otro margen de la Ría. Al día siguiente, en la librería de Sancho Bordaberri, alias Samuel Esparta, entran dos niños dispuestos a dar sus ahorros para contratar sus servicios como investigador privado: quieren demostrar que el sospechoso es inocente.Samuel descubrirá que fueron muchos los que vieron a Anari la noche fatídica, y que el caso se complica porque sus pesquisas se cruzan con las del comisario de la policía Político-Social. Por si fuera poco, se dará de bruces con una persistente leyenda popular sobre los cementerios costeros, que vierten sus cadáveres al mar, donde tal vez los amantes vivan juntos en la eternidad.
En la línea del anterior que acabo de leer.
Le he cogido gusto a Sancho-Samuel, pues ya estoy con el tercero y último de la saga.
Esta segunda entrega me ha parecido más entrañable que la primera aún, a pesar de que los principales personajes ya no son un aliciente por descubrir. Me ha gustado más la ambientación y la historia de trasfondo de maketo vs. euskaldun, algo común a todos los procesos de migración significativa.
La trama, en sí, como en el libro anterior, no es lo más relevante. De hecho está resuelta sin grandes sorpresas.
Una decepción importante. La novela ilustra la vida en una villa vasca tras la guerra civil con acierto aunque las menciones a Franco resulten muchas veces forzadas. El resto, demasiado flojo. La trama se mueve repetidamente hacia una mera cuestión de horarios mientras que las posibles razones para el asesinato de los posibles sospechosos nunca adquieren la suficiente dimensión. Súmese a este hecho la caricaturesca descripción de personajes, con algunos casos (el comisario, por ejemplo) realmente desafortunados, la reiteración absurda de menciones relacionadas con la vocación novelística del investigador, la introducción nunca convincente del asunto de la leyenda o alguna situación relevante inaceptable, incluso ridícula (la entrega de la pistola en la escena final) para terminar de definir una novela que de negra solo tiene el título y la impresión que deja en el lector.
La segunda entrega de las andanzas del librero metido a detective Sancho Bordaberri, alias Samuel Esparta, no me ha defraudado, más bien al contrario. Refuerza la línea de su primera novela. "Solo un muerto más", donde el autor nos presentó por vez primera al protagonista, profundizando, aún más si cabe, en ese universo tan particular de la sociedad vasca de posguerra, de sus creencias, sus leyendas y sus costumbres, criticando el franquismo y los nacionalismos con una calidad y elegancia fuera de lo común.
Sus personajes, muy arraigados a la tierra y al pasado, son a la vez complejos y sencillos, dos cualidades opuestas que se complementan para mostrar la profundidad de sus caracteres.
Si ya en la anterior novela queda clara la personalidad tan especial de su protagonista, Sancho/Samuel, llevando el hilo conductor de la historia y resolviendo asesinatos a través de sus pesquisas, con esta consigue adentrarnos más en su particular forma de ser y de hacer, su humanidad, calidez y sencillez, haciendo de él un personaje entrañable.
Ramiro Pinilla vuelve a combinar a los personajes de su saga vizcaína con un homenaje a la novela negra. Al igual que en "Sólo un muerto más", el protagonista es el librero de Getxo, Sancho Bordaberri alias Samuel Esparta, que investiga un crimen pasional ayudado por su secretaria Koldobike (me encanta la versión euskera de Luisa). La joven Anari aparece asesinada detrás de la ermita de San Baskardo en medio de la romería. Sobre ella encuentran a Pedro, un maketo, minero del otro lado de la Ría, que se salva de milagro de ser linchado por los getxotarras. Sancho se resiste a inmiscuirse en lo que parece un crimen sin misterio hasta que dos jóvenes acuden a su librería para contratar sus servicios, afirmando que Pedro es inocente. No tiene más que dos días de tiempo, hasta el entierro, para intentar aclarar unos hechos que se se entremezclan con una antigua leyenda. Según esta creencia, los cementerios costeros se vacían por abajo, cuando los enamorados sepultados en tumbas vecinas se escapan hacia el mar, en donde está el origen del pueblo vasco, para vivir una nueva vida.
Pinilla riza quizá en excesiva el rizo de la novela negra, de los detectives con gabardina y sombrero. Este segundo plano adquiere un protagonismo especial. En Getxo, la primera novela de Sancho Bordaberri ha procurado a Sancho una fama ambivalente. Los habitantes del pueblo, que se sienten protagonistas de la próxima novela del librero, reaccionan con suspicacia e incluso con agresividad al autor de una narración de sus vidas.
A la trama se suman un comisario franquista que añora una política distinta, un párroco con la ikurriña escondida bajo la sotana y un coadjutor con malas inclinaciones. Un nuevo capítulo en la saga creada por Pinilla que vale la pena leer.
Me he comprado "El cementerio vacío" de Ramiro Pinilla donde el autor vasco vuelve a dar protagonismo al librero Sancho Bordaberri como investigador del asesinato de una joven de Getxo, Anari Belarritabena. Con un lenguaje sencillo -reflejo del ser del pueblo vasco- el autor reúne los eslabones de la trama encaminada a "salvar al maketo", describiendo perfectamente las situaciones y actitudes de sus personajes, dotando a la obra de gran fuerza narrativa al ponerla en conexión con las
sentencias de muerte franquistas de la posguerra. El escritor vuelve a ser salvaguarda de las viejas esencias vascas al hechizarnos con la leyenda de la singulariedad de los cementerios costeros euskaldunes que se vacían por el fondo y vierten sus cadáveres al mar, donde los amantes viven juntos para siempre. Excelente.