Resumen y sinopsis de El señor Nakano y las mujeres de Hiromi Kawakami
Hitomi entra a trabajar en una tienda de objetos en un barrio periférico del oeste de Tokio. "Esto no es un anticuario, sino una tienda de segunda mano" le advierte el señor Nakano el día en que va a hacer la entrevista de trabajo. Allí está Takeo, el joven asistente con quien inicia una extraña relación; Masayo, la hermana del propietario que hace exposiciones con muñecas y cuya vida sentimental atormenta al señor Nakano. Y el propietario, que se mantiene vigilante sobre todo y a quien pierden las mujeres: un grupo que vagamente podría parecer una familia. Cronista delicada y elusiva, Kawakami nos ofrece en este libro, además de la historia entre Hitomi y Masayo, una sucesión de ventanas abiertas al Japón contemporáneo, en el que conviven los objetos de una tienda extravagante con la vaga melancolía de unos hombres y unas mujeres que nunca consiguen ser felices del todo.
Comentarios y opiniones de El señor Nakano y las mujeres
JackNicholsonEl señor Nakano y las mujeres8
Haruo Nakano es un comerciante de mediana edad y astuto vendedor de objetos de segunda mano, que no de antigüedades. Viste algo excéntrico, habla con muletillas (es “todo un personaje”, como se empeña en recordarnos la narradora, Hitomi) y sufre por asuntos del corazón que sólo conocemos de pasada, igual que conocemos de pasada en realidad a su hermana Masayo, a los compradores habituales del establecimiento y a los dos jóvenes empleados de su tienda, que se intentan abrir paso con sus primeros y precarios empleos.
La novela, como las buenas, las mejores narraciones, tiene poco o nulo argumento, del cual la autora extrae aquella materia tan escurridiza, sutil, transparente; la vida misma, sin trampa ni cartón. Asistimos a una sucesión de anécdotas más o menos auto-conclusivas, los pequeños roces, acercamientos, conversaciones, de estos hombres y mujeres corrientes, con sus rarezas, su carácter un tanto infantil, huraño, aunque entrañable, y lo hacemos con algo de escepticismo hasta que de pronto algo nos golpea como una piedra. Y sin darte cuenta, no ha pasado nada y ha pasado todo, eres uno más en esa tienda que atraviesa momentos a veces mejores, a veces peores; uno de tantos negocios que se van transformando con la incipiente presencia de los teléfonos móviles y de internet. Lo mismo ocurre con unas personas en las que el tiempo deja, como en los artículos a la venta, una huella indeleble, que les cambia a veces radicalmente, pero siguen siendo los mismos y siempre hay algo que permanece. Apuestan, deciden, salen ganando, perdiendo, son movidas de un lugar a otro, se tienen los unos a los otros. Están, hasta que un día, tal vez, dejen de estar.
Un cenicero, un abrecartas, una máquina de coser, un cuenco (probablemente maldito…), las cosas se cargan de significado; la comida, la bebida, el paso de las estaciones, el clima y los fenómenos atmosféricos que ocupan las descripciones y dan consistencia a un relato carente de giros extremos, pasiones desbordadas o sucesos extraordinarios, con una voz ingenua, voluble, que se mueve en lo concreto, pero que a veces cambia rápidamente de un asunto a otro, introduce una pequeña digresión.
Las relaciones del señor Nakano con el sexo opuesto son problemáticas, entendemos que las previsibles en un hombre de cierta edad al que le cuesta comprender a las mujeres pese a la atracción que siente por ellas y esto le lleva al fracaso. En este sentido, asoma el tabú sexual, que es desafiado aunque sea tibiamente mediante la escritura. Su hermana soltera aporta la nota de sensatez, independiente pese a su edad, artista frustrada que sigue adelante con su vida y es, o busca ser, feliz. Por su parte, los jóvenes son una muestra de las enormes dificultades que cierto sector de la cambiante sociedad nipona, sea por mentalidad, cultura o circunstancias personales, tiene para relacionarse y entablar vínculos sólidos. El de la protagonista con su compañero es el de dos tímidos con nulas habilidades sociales, siendo el suyo un aprendizaje de los sentimientos, los propios y los ajenos, entre el deseo, la incomprensión, el rechazo y la necesidad mutua. Un aprender a madurar, a aceptar a la otra parte y aceptar los errores. A enfrentar el miedo que uno puede sentir ante la gente, a esas situaciones que escapan a nuestro control, o al daño al que, al fin y al cabo, uno siempre está expuesto… y pese a todo, atreverse, dar pasos adelante.
elenalemonEl señor Nakano y las mujeres7
De nuevo los personajes son seres que viven hacia dentro y parecen carecer de habilidades para relacionarse y expresar lo que sienten. La comunicación entre ellos es sencilla y muchas veces parecen haberse quedado en una inocencia infantil. De fondo, como en otros libros japoneses, tengo la sensación de ser la observadora de la convergencia por azar de unos seres que viven en soledad.
El libro transcurre apaciblemente y resulta entrañable.
Haruo Nakano es un comerciante de mediana edad y astuto vendedor de objetos de segunda mano, que no de antigüedades. Viste algo excéntrico, habla con muletillas (es “todo un personaje”, como se empeña en recordarnos la narradora, Hitomi) y sufre por asuntos del corazón que sólo conocemos de pasada, igual que conocemos de pasada en realidad a su hermana Masayo, a los compradores habituales del establecimiento y a los dos jóvenes empleados de su tienda, que se intentan abrir paso con sus primeros y precarios empleos.
La novela, como las buenas, las mejores narraciones, tiene poco o nulo argumento, del cual la autora extrae aquella materia tan escurridiza, sutil, transparente; la vida misma, sin trampa ni cartón. Asistimos a una sucesión de anécdotas más o menos auto-conclusivas, los pequeños roces, acercamientos, conversaciones, de estos hombres y mujeres corrientes, con sus rarezas, su carácter un tanto infantil, huraño, aunque entrañable, y lo hacemos con algo de escepticismo hasta que de pronto algo nos golpea como una piedra. Y sin darte cuenta, no ha pasado nada y ha pasado todo, eres uno más en esa tienda que atraviesa momentos a veces mejores, a veces peores; uno de tantos negocios que se van transformando con la incipiente presencia de los teléfonos móviles y de internet. Lo mismo ocurre con unas personas en las que el tiempo deja, como en los artículos a la venta, una huella indeleble, que les cambia a veces radicalmente, pero siguen siendo los mismos y siempre hay algo que permanece. Apuestan, deciden, salen ganando, perdiendo, son movidas de un lugar a otro, se tienen los unos a los otros. Están, hasta que un día, tal vez, dejen de estar.
Un cenicero, un abrecartas, una máquina de coser, un cuenco (probablemente maldito…), las cosas se cargan de significado; la comida, la bebida, el paso de las estaciones, el clima y los fenómenos atmosféricos que ocupan las descripciones y dan consistencia a un relato carente de giros extremos, pasiones desbordadas o sucesos extraordinarios, con una voz ingenua, voluble, que se mueve en lo concreto, pero que a veces cambia rápidamente de un asunto a otro, introduce una pequeña digresión.
Las relaciones del señor Nakano con el sexo opuesto son problemáticas, entendemos que las previsibles en un hombre de cierta edad al que le cuesta comprender a las mujeres pese a la atracción que siente por ellas y esto le lleva al fracaso. En este sentido, asoma el tabú sexual, que es desafiado aunque sea tibiamente mediante la escritura. Su hermana soltera aporta la nota de sensatez, independiente pese a su edad, artista frustrada que sigue adelante con su vida y es, o busca ser, feliz. Por su parte, los jóvenes son una muestra de las enormes dificultades que cierto sector de la cambiante sociedad nipona, sea por mentalidad, cultura o circunstancias personales, tiene para relacionarse y entablar vínculos sólidos. El de la protagonista con su compañero es el de dos tímidos con nulas habilidades sociales, siendo el suyo un aprendizaje de los sentimientos, los propios y los ajenos, entre el deseo, la incomprensión, el rechazo y la necesidad mutua. Un aprender a madurar, a aceptar a la otra parte y aceptar los errores. A enfrentar el miedo que uno puede sentir ante la gente, a esas situaciones que escapan a nuestro control, o al daño al que, al fin y al cabo, uno siempre está expuesto… y pese a todo, atreverse, dar pasos adelante.
De nuevo los personajes son seres que viven hacia dentro y parecen carecer de habilidades para relacionarse y expresar lo que sienten. La comunicación entre ellos es sencilla y muchas veces parecen haberse quedado en una inocencia infantil. De fondo, como en otros libros japoneses, tengo la sensación de ser la observadora de la convergencia por azar de unos seres que viven en soledad.
El libro transcurre apaciblemente y resulta entrañable.