Habrá lectores que se preguntarán si el libro es o no es una novela, y a este respecto, pues la cosa va clara, dado que el autor nos ofrece en el inicio una cita aclaratoria: “La historia es un interminable desfile de rumores. Thomas Carlyle”. A partir de ahí, se puede prescindir del tradicional “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, por un lado y, por otro, queda solventado el porqué el personaje central no puede identificar a sus fuentes. Así, un alguien no identificado le cuenta cosas a otro alguien no identificado. De manera que en rigor es ficción.
Ahora, tampoco deja de ser cierto que varios hechos mencionados en realidad ocurrieron, quedando para la duda, o tema de discusión y debate, los móviles y las acciones concretas que desembocaron en tales y cuales sucesos. En este punto, confirmar si tal llamada telefónica existió, o si tal instrucción específica fue dada por un determinado actor político resulta prácticamente imposible, y es aquí en donde se hace necesario el criterio y la capacidad de discernimiento de cada lector, que hoy día no tendrá mayores inconvenientes en seguir la pista de muchos de los datos ofrecidos a través de búsquedas en Internet.
Un punto importante a considerar es la repercusión de “Ciudadano X”, por los niveles de ventas que ha alcanzado, por las reediciones que ha merecido, y por las opiniones que ha generado, tanto a favor como en contra. Podemos convenir en que, en el más generoso de los casos, el libro ha generado interés y que, aún cuando absolutamente todo se trate de una gigantesca ficción, ofrece una visión y una perspectiva, que no es poco. Aquí recuerdo a Smarc, cuando dijo que creía que Jesús existió porque no soportaría tener que admitir el que un escritor haya inventado tamaño personaje.
¿Y qué pasa si se toma como cierto algo que en realidad nunca lo fue? Pues bueno, el riesgo es enorme, pero no sólo es un riesgo que hay que correr, sino que es un riesgo por el cual no se puede evitar pasar. Lastimosamente ya no tenemos mentes enciclopédicas, ya no es común que una persona sepa toda la matemática y/o toda la literatura de su tiempo, pero las tiene más o menos al alcance mediante la tecnología, de manera que el riesgo mencionado se reduce entrenando a usar tal tecnología, y poniéndola a disposición para que cada cual juzgue.
El autor encara el texto a través de “Un Ciudadano X que, como en el álgebra, sería uno y muchos al mismo tiempo. Una ficción paradójica que ayudaría a entender mejor la realidad.”, logrando una exposición clara y definida sobre la coyuntura de un gobierno con todos los riesgos (más allá de los literarios) que ello implica, implicando al lector en un proceso de aceptación o rechazo de lo expuesto quedando desestimada la indiferencia. Rumores, invenciones o certezas, va a ser una cuestión individual y libre el decidirlo, no sea que a nuestra edad caigamos (o entremos) en eso llamado adoctrinamiento.
Habrá lectores que se preguntarán si el libro es o no es una novela, y a este respecto, pues la cosa va clara, dado que el autor nos ofrece en el inicio una cita aclaratoria: “La historia es un interminable desfile de rumores. Thomas Carlyle”. A partir de ahí, se puede prescindir del tradicional “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, por un lado y, por otro, queda solventado el porqué el personaje central no puede identificar a sus fuentes. Así, un alguien no identificado le cuenta cosas a otro alguien no identificado. De manera que en rigor es ficción.
Ahora, tampoco deja de ser cierto que varios hechos mencionados en realidad ocurrieron, quedando para la duda, o tema de discusión y debate, los móviles y las acciones concretas que desembocaron en tales y cuales sucesos. En este punto, confirmar si tal llamada telefónica existió, o si tal instrucción específica fue dada por un determinado actor político resulta prácticamente imposible, y es aquí en donde se hace necesario el criterio y la capacidad de discernimiento de cada lector, que hoy día no tendrá mayores inconvenientes en seguir la pista de muchos de los datos ofrecidos a través de búsquedas en Internet.
Un punto importante a considerar es la repercusión de “Ciudadano X”, por los niveles de ventas que ha alcanzado, por las reediciones que ha merecido, y por las opiniones que ha generado, tanto a favor como en contra. Podemos convenir en que, en el más generoso de los casos, el libro ha generado interés y que, aún cuando absolutamente todo se trate de una gigantesca ficción, ofrece una visión y una perspectiva, que no es poco. Aquí recuerdo a Smarc, cuando dijo que creía que Jesús existió porque no soportaría tener que admitir el que un escritor haya inventado tamaño personaje.
¿Y qué pasa si se toma como cierto algo que en realidad nunca lo fue? Pues bueno, el riesgo es enorme, pero no sólo es un riesgo que hay que correr, sino que es un riesgo por el cual no se puede evitar pasar. Lastimosamente ya no tenemos mentes enciclopédicas, ya no es común que una persona sepa toda la matemática y/o toda la literatura de su tiempo, pero las tiene más o menos al alcance mediante la tecnología, de manera que el riesgo mencionado se reduce entrenando a usar tal tecnología, y poniéndola a disposición para que cada cual juzgue.
El autor encara el texto a través de “Un Ciudadano X que, como en el álgebra, sería uno y muchos al mismo tiempo. Una ficción paradójica que ayudaría a entender mejor la realidad.”, logrando una exposición clara y definida sobre la coyuntura de un gobierno con todos los riesgos (más allá de los literarios) que ello implica, implicando al lector en un proceso de aceptación o rechazo de lo expuesto quedando desestimada la indiferencia. Rumores, invenciones o certezas, va a ser una cuestión individual y libre el decidirlo, no sea que a nuestra edad caigamos (o entremos) en eso llamado adoctrinamiento.