Resumen y sinopsis de Mala vida de Suzanne Bernard
El libro sumerge al lector en un pasado histórico reconstruido fielmente gracias a unos personajes de sobra verosímiles. Porque nada es tan humano como la rebeldía de esos aventureros, que luchan por convertir cada día de su precaria existencia en un festejo de sensualidad. Y para excusar su escasa virtud, nada más idóneo que la ironía y lenguaje jocoso.
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Apenas vas entrando en la novela, ahí por la tercera o cuarta página, te das cuenta de que algo “raro” está sucediendo. Un par de páginas después te das cuenta de que el ritmo es sencillamente espectacular, que conlleva eso que vulgarmente podría llamarse “musicalidad”. Como se ve, no hablo del ritmo en cuanto a esa vertiginosidad de las historias de suspenso o acción, sino de ese ritmo que se maneja en poética. Es decir, las construcciones están dispuestas de tal modo que uno se siente en el tobogán, como cuando lee unos endecasílabos o unos alejandrinos correctamente estructurados en forma.
Otro aspecto con el que Bernard se despunta es el enfoque del tono y el lenguaje. La utilización de palabras antiguas (se incluye un glosario de las mismas) y la expresividad sostenida tanto en el relato como en la interactuación de los personajes, hacen que el lector pueda llegar a pensar que está frente a un libro que trata no sólo de hechos que ocurrieron siglos atrás, sino que fue escrito siglos atrás. Cabría marcar también que en ningún momento se percibe tensión alguna, esto es, el discurso fluye como si el autor transmitiese sin esfuerzo alguno, con una notable naturalidad.
Ya en el lío, se destaca la figura de Jérémie Bardus, ex monje que se une la banda de delincuentes que sostiene el relato, y que también nos echa un poco de luz sobre lo mencionado respecto del ritmo. Retratado como poeta mediocre hasta el ridículo, y en momentos como idealista hasta la candidez, representa una caracterización en la que Bernard deja ver el oficio tanto en el entendimiento como en el tratamiento del personaje. En Bardus, la ruptura de la coherencia absoluta entre pensamiento y acción se produce de una manera amable, como si no pudiese ser de otro modo.
A la hora de los detalles, la descripción suele ser un elemento de peso cuando repasamos lo histórico, y Bernard lo sabe bien. Más allá de las líneas de facciones que necesariamente habrán de dibujarse, considerando que la trama va de forajidos, meretrices y nobles, hay un especial cuidado en la exposición tanto del vestuario como de las comidas, un tema que no pasa desapercibido para que el que gusta de zambullirse en las escenas. Lo espacial tampoco queda atrás; los ámbitos se visualizan merced a trazos sencillos pero precisos, de tal suerte que el cuadro resulta completo y sin agobios.
Marcada por el signo del humor, Mala vida no se deja leer sin una lente actual. Un ambiente en el que predomina la sensación del fin del mundo y la postura respecto de su posibilidad, en donde algunos dilapidan vida y dinero por placeres pasajeros en tanto que otros arriesgan el cuerpo por unas monedas, son algunas de las variables que recuerdan los “ciclos” del que hablan los economistas y que Suzanne Bernard dibuja entre de lejos y cerca, como sugiriendo sin imponer, desde los ojos de un testigo que se abstiene de juzgar, porque para eso está el lector, seguro.