Resumen y sinopsis de El loro de siete lenguas de Alejandro Jodorowsky
«El loro de siete lenguas fue mi primera novela. No quise crear las aventuras de un personaje, sino las de un grupo de arquetipos, cada uno representando un aspecto de nuestra alma, tal como los veintidós arcanos mayores del Tarot. Y tal como el neófito que al comienzo ve en esas cartas, aparte de las calidades, una multitud de aspectos negativos para después poco a poco, a medida que va desentrañando sus símbolos, llegar a verlas en su belleza sublime, así presenté a mis veintidós artistas: al comienzo, borrachos contumaces, débiles, confusos, ajenos a sí mismos y a la realidad; luego, por necesarios azares, enfrentados con la miseria de su país, convertidos en anónimos payasos; después, en fugitivos; y por fin en héroes, que llegan a una iluminación (en el sentido de realización espiritual) que no buscaban pero que los aguardaba como ineludible meta.»Ha participado en esta ficha: dualidad101217
Me enteré de Jodorowsky varios años antes de leer esta novela, viendo una entrevista (dividida entonces en varias partes) en Youtube acerca de Psicomagia. En ese momento me llamaron la atención el timbre de su voz, la dirección y el enfoque de su mirada, como la disposición de sus hombros y sus manos mientras discurría e interactuaba con el entrevistador. Se manifestaba conocedor del tarot y de la poesía, cosa que me atrajo, como también, de ese ambiente “psico” que desde un siempre – finito y explicable – vine rechazando fervientemente. Es decir, accedí a uno de esos calidoscopios que tanto me gustan.
Con este recuerdo encima, y siendo un despreciador confeso de prólogos, prefacios e introducciones, al comenzar el libro fui directo al inicio. Desde las primeras páginas me encontré con personajes al límite de lo increíble, y con una trama que rozaba el absurdo. Sin embargo, y esta es una de las genialidades, la irrealidad propuesta en ningún momento dejaba de ser de alguna manera posible, y es, de repente, la crucial diferencia con “Cien años de soledad”, que viene a ser la novela con la que la refiero a la hora de marcar un nivel de imaginación superior a la media.
Ahora, la maravilla del libro consiste en su esplendente y humilde para qué. Mirado de lejos toda la historia es una gran excusa de la que el autor se vale para exponer la lucha individual por alcanzar ese estado que podría llamarse felicidad, paz, equilibrio, o la suma de estas variables. Una lucha inconsciente que los personajes llevan a cabo en parte obligados por circunstancias externas, y en parte como consecuencia de las acciones que deciden realizar, de manera que todo va transcurriendo en la convergencia entre el pasado de cada cual y su propia capacidad de desempeñar el libre albedrío.
Las diversas conductas descritas acaban siendo explicadas, cada emoción puesta de manifiesto va siendo retratada y sustentada con soltura y hasta con audacia, y esto, por el saber hacer del escritor y por su decisión de arremeter conceptos y preconceptos sin limitación alguna. Las vías y “desviaciones” sexuales, el alcohol y algo que va más allá de su abuso, el “ruido” mental que acompaña a la figura del artista, a la del intelectual, y a la de quien ostenta el poder político, son colores que Jodorowsky utiliza con una intensidad de vértigo y que ajusta a una línea de límpida resolución.
Andrea diría “carece de errores”. Y es que “El loro de siete lenguas” habla en la principal, la cierta, la humana, la que nos identifica y la que nos proyecta, la que nos hace mirar afuera y adentro, la que nos toca ahí donde no sabíamos (o aprendimos a olvidar) que estaba el nervio. Sin duda, una de las mejores novelas que he leído, de esas que sufrís y gozás, porque conlleva en sí el triunfo de amalgamar proceso y resultado, esa extraña victoria que se produce al destruir la ignorancia y construir panoramas más amplios, y por ello más íntimos.