El juicio a Gladys Eysenach por el asesinato de su presunto amante, un joven estudiante de apenas veinte años, levanta una enorme expectación en París. La acusada, una mujer madura que se conserva excepcionalmente bella, pertenece a esa alta sociedad apátrida que recorre Europa de fiesta en fiesta. Envidiada por las mujeres y deseada por los hombres, Gladys ve cómo su vida se airea impúdicamente frente al juez: su infancia, el exilio, la ausencia del padre, su matrimonio, las difíciles relaciones con su hija, su fama de femme fatale, su fijación con la belleza y la juventud... El público, impaciente por conocer cada sórdido detalle, no comprende que la rica y envidiada Gladys, comprometida con un apuesto conde italiano, haya perdido la cabeza por un joven anodino, casi un niño. ¿Quién era el asesinado? ¿Un amante despechado? ¿Un delincuente de poca monta? ¿El testigo incómodo de un secreto inconfesable? ¿Se trata de un crimen pasional o de una fría ejecución? ¿Y por qué la acusada insiste en mostrarse culpable y exigir para sí misma un ejemplar castigo?
Con una escritura ligera e incisiva y una intensidad dramática que mantiene el suspense hasta el final, Némirovsky explora en Jezabel la obsesión morbosa con la belleza y el poder embriagador que otorga la seducción, y demuestra, una vez más, su extraordinaria capacidad para explorar los recovecos de la psicología humana.
Una sola pincelada, una sola línea de Nemirovsky basta para revelarnos el carácter de un personaje. Leer Jezabel fue como si estuviese frente a la pantalla del televisor viendo una telenovela, una muy buena telenovela. Debo decir que me encanta su estilo, preciso, mesurado y profundamente emotivo.
electraJezabel8.5
Esta novela reúne una serie de características que hacen de ella una obra excelente. Es, ante todo, una buena historia, verosímil, original y con una importante dosis de suspense que incita al lector, ya desde las primeras páginas, a seguir avanzando en la lectura. Pero es que, además, Irène Némirovsky, con su personal estilo, aparentemente sencillo y de frases cortas pero contundentes, hace un magistral retrato psicológico de sus personajes (especialmente de la protagonista, Gladys Eysenach, una mujer obsesionada por gustar y seducir a los hombres y a quien aterra envejecer), dota al argumento de una enorme carga dramática, y escenifica a la perfección ese torrente de pasiones que tan bien plasma la novela.
trizsaJezabel8
A pesar que la novela tiene como disparador la instancia de un juicio, éste no es el tema central de la misma. Con increíble maestría la autora plasma su aguda mirada acerca de la obsesión que una poderosa mujer tiene con la juventud eterna. Invita a la reflexión, ya que si bien fue escrita hace casi un siglo atrás, los paralelismos con los patrones actuales son inevitables a la vez que estremecedores.
maifertaJezabel7
Según la Biblia, Jezabel era la encarnación misma del mal y la protagonista de este libro, Gladys, hace lo que sea necesario para que no se descubra su edad y perder así el favor de los hombres. Es el deseo de la eterna juventud. La autora describe un mundo demasiado frívolo y superficial, el de la alta sociedad francesa de antes y después de la Primera Guerra Mundial. Como todas las novelas de esta autora, ésta también es de fácil lectura. Comienza con un juicio a la protagonista y con un ritmo trepidante se desarrolla el resto de la historia -que no es una investigación- hasta descubrir al final el enigma de un asesinato. Entretenida.
ilvinJezabel8
La historia comienza durante el juicio por un homicidio, la acusada, la protagonista. El resto del libro, no es una investigación sobre el crimen, lo que cuenta, es la vida del personaje principal (muy particular, por cierto). Más no se puede contar. La prosa y el punto de vista de la autora, se disfrutan por igual.
Una sola pincelada, una sola línea de Nemirovsky basta para revelarnos el carácter de un personaje. Leer Jezabel fue como si estuviese frente a la pantalla del televisor viendo una telenovela, una muy buena telenovela. Debo decir que me encanta su estilo, preciso, mesurado y profundamente emotivo.
Esta novela reúne una serie de características que hacen de ella una obra excelente. Es, ante todo, una buena historia, verosímil, original y con una importante dosis de suspense que incita al lector, ya desde las primeras páginas, a seguir avanzando en la lectura. Pero es que, además, Irène Némirovsky, con su personal estilo, aparentemente sencillo y de frases cortas pero contundentes, hace un magistral retrato psicológico de sus personajes (especialmente de la protagonista, Gladys Eysenach, una mujer obsesionada por gustar y seducir a los hombres y a quien aterra envejecer), dota al argumento de una enorme carga dramática, y escenifica a la perfección ese torrente de pasiones que tan bien plasma la novela.
A pesar que la novela tiene como disparador la instancia de un juicio, éste no es el tema central de la misma. Con increíble maestría la autora plasma su aguda mirada acerca de la obsesión que una poderosa mujer tiene con la juventud eterna. Invita a la reflexión, ya que si bien fue escrita hace casi un siglo atrás, los paralelismos con los patrones actuales son inevitables a la vez que estremecedores.
Según la Biblia, Jezabel era la encarnación misma del mal y la protagonista de este libro, Gladys, hace lo que sea necesario para que no se descubra su edad y perder así el favor de los hombres. Es el deseo de la eterna juventud. La autora describe un mundo demasiado frívolo y superficial, el de la alta sociedad francesa de antes y después de la Primera Guerra Mundial. Como todas las novelas de esta autora, ésta también es de fácil lectura. Comienza con un juicio a la protagonista y con un ritmo trepidante se desarrolla el resto de la historia -que no es una investigación- hasta descubrir al final el enigma de un asesinato. Entretenida.
La historia comienza durante el juicio por un homicidio, la acusada, la protagonista. El resto del libro, no es una investigación sobre el crimen, lo que cuenta, es la vida del personaje principal (muy particular, por cierto). Más no se puede contar. La prosa y el punto de vista de la autora, se disfrutan por igual.