Resumen y sinopsis de El Club de los Nostálgicos de Hugo Burel
Hay una nostalgia que lleva a la locura. La que pesa y hunde. La que construye identidad, pero mina el futuro. Y hay otra nostalgia indispensable e inevitable. La que rescata y salva. La que es mensaje que llega desde el paraíso. Walter y Pierángeli, se debaten entre las dos, mientras el siniestro Kairo, un nostálgico de manual, persigue y ambiciona las extrañas listas que ambos redactan. En la que es su novela más ambiciosa, Hugo Burel describe un club subterráneo e invisible, que existe en paralelo con la vida cotidiana de Montevideo y cuya presencia es tan intangible como real. El Club de los Nostálgicos indaga en cómo somos, mediante una implacable y desaforada metáfora que con ironía, humor, sentido crítico y ternura, desnuda un aspecto esencial de nuestra identidad. El Club de los Nostálgicos es un canto a la nostalgia y es, al mismo tiempo, un cuestionamiento a la misma. Es una pregunta sobre quiénes somos. Y una respuesta, inexorable y real. Al leerla, se vacila permanentemente entre lo que sucede y lo que no. Tal es la esencia de los recuerdos. Narración que parece ajena primero pero que, luego, a medida que se avanza en la lectura, ese "allí" se va volviendo un "aquí". Y esos personajes color sepia, que zigzaguean entre los recuerdos y la nostalgia, resultan estar al lado del lector o, incluso, ser él mismo. Porque ellos son nosotros. Nuestra identidad. Y esas listas que lo van llenando todo son las nuestras, las de cada día. Las que se van creando en silencio y sin que lo notemos siquiera. Esas listas que nos cuentan. Porque El Club de los Nostálgicos es, además de novela, crónica y ensayo. Crónica de un Montevideo de hoy y de ayer. Suma de retratos -minuciosos y sensibles-: los nuestros. Y es un ensayo sobre por qué de esa nostalgia que nos sumerge; de su pro y sus contras. Porque, en definitiva, lo que les queda a los personajes de Burel, una vez que son despojados de sus recuerdos, es solo cuerpo y presente. Sin historia ni sustento anterior. Porque ellos como el lector viven en función de la interpretación y la reelaboración que hacen de sus vidas. De imágenes mentales que se van inventando. Y que pesan tanto como la realidad. Así, leer esta novela es un desafío. Un salto sin red de seguridad debajo. Es sumergirse en eso que somos, como sociedad y como individuos. Y no salir ilesos.