Resumen y sinopsis de Requiem y otros escritos de Anna Ajmátova
Exorcismo, homenaje a los difuntos, acto de fe: estos poemas de Anna Ajmátova son ya una obra central de la literatura contemporánea. Como un complemento inédito para el lector español, se han seleccionado para esta edición algunos escritos de carácter autobiográfico que ofrecen una visión más completa, tanto de la época como de la personalidad de la autora.
Estos poemas son ya una obra central de la literatura contemporánea. Como un complemento inédito para el lector español, se han seleccionado para esta edición algunos escritos de carácter autobiográfico que ofrecen una visión más completa, tanto de la época como de la personalidad de la autora.
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Gran admiradora de Pushkin, Anna Ajmátova formó parte de la corriente acmeísta, una corriente literaria y poética rusa que defendía, ante todo, la claridad, la frescura y la sobriedad en el lenguaje. Y eso es precisamente lo que transmiten los versos de esta autora que ha llegado a convertirse en un mito de la resistencia y la literatura del siglo XX. Los poemas de Anna Ajmátova derrochan elegancia, nostalgia, clasicismo, culpabilidad, sensibilidad, tragedia, intensidad, reivindicación y desafío.
En ellos vemos discurrir numerosas relaciones sentimentales entre amantes reales y platónicos, las vivencias de sus sucesivos divorcios, así como el drama y las privaciones que comportaron primero la revolución rusa, la represión de Stalin y por último, las dos guerras mundiales del siglo XX. Acontecimientos todos ellos que condujeron en varias ocasiones a la proscripción de su obra, que había ido adquiriendo un gran reconocimiento. Fue acusada de individualista y de estar alejada de los intereses de las masas, cuando precisamente, Ajmátova afirmaba que la poesía era su manera de conectar con la gente de su tiempo. Una frase, pronunciada por un crítico literario ruso acerca de su obra, acabó por sentenciarla: “Mitad puta que arde de pasión, mitad monja que implora perdón de Dios”.
A pesar de ser una frase que pretendía ser elogiosa, la obra de Ajmátova fue prohibida definitivamente, tras haber sufrido ya una deportación y ante la amenaza de la represión y el hecho de que temiera por la vida de su único hijo, acabó destruyendo ella misma buena parte de sus escritos. Pese a todo, poco después, gracias a la memorización y a sus amigos, vuelve a recomponer su obra, en la que se aprecia una evolución, desde la “frivolidad” y la dulzura hacia la aspereza y la voluntad de convertirse en la voz de la memoria de un pueblo atormentado, en la voz de la tragedia de la conciencia. Sus poemas de madurez reflejan cierto desdoblamiento provocado por un injustificado sentimiento de culpabilidad, por no estar haciendo lo suficiente por cambiar las cosas, por no hacer una auténtica poesía de la rebelión, apelando a la responsabilidad del poeta, del intelectual. Cuando lo cierto es que, tras sufrir a lo largo de su vida toda clase de censuras por prácticamente todas las figuras masculinas que la rodearon (su padre, sus sucesivos maridos, sus parejas sentimentales y su propio hijo…) al margen del Estado, la poesía de Anna Ajmátova es toda una gesta reivindicativa y una auténtica revolución contra la imposición y los convencionalismos.
Desgarrador. Anna pinta con los colores más oscuros un infierno en la tierra, un desolador cuadro de sufrimientos y tormentos, las calladas voces de los muertos se le unen en coro para retratar un periodo pesadillesco de la Rusia soviética.