Siempre he creído que la única manera de cambiar el mundo es soñarlo primero. Y siempre he sido rebelde... Después de imaginar esa realidad soñada, el camino natural es poner manos a la obra para que el mundo se convierta en un lugar más acorde con nuestras auténticas necesidades. A veces se nos olvida que todavía quedan algunas montañas por escalar, selvas por explorar, mares por navegar, tesoros que buscar... Todavía existe un horizonte que necesita ser conquistado para poder escribir sobre él, de verdad, la caligrafía de nuestras más profundas y legítimas aspiraciones. A ese reto se enfrenta Zero, el protagonista de mi historia. Todos los misterios, dudas y aventuras en que se ve envuelto son una metáfora de que los cambios son posibles.