Resumen y sinopsis de Tatuaje de Junichiro Tanizaki
Un joven tatuador japonés llamado Seikichi destacaba entre todos los demás por la perfección y delicadeza de sus voluptuosos dibujos excéntricos y sensuales. Sólo las pieles y cuerpos más atractivos tenían acceso a sus agujas, auténticos aguijones expertos en transformar el dolor en arte, de tal manera que cuanto mayor era el sufrimiento infringido mejor resultaba el tatuaje. El sadismo de Seikichi, el turbio placer que sentía provocando el sacrificio de sus clientes, no restaba un ápice a su fama, pero él perseguía la perfección y una obra maestra exigía un lienzo perfecto. Año tras año buscó infructuosamente a la mujer ideal, hasta que al contemplar los pies desnudos de una desconocida comprendió que había logrado su objetivo.
Naoko Kuzano y Alicia Mariño han traducido directamente del japonés uno de los relatos más inquietantes de Junichiro Tanizaki, que el gran pintor Manuel Alcorlo ha ilustrado magistralmente, narrando en imágenes el amor enfermizo que el tatuador Seikichi sentía cada vez que hería el cuerpo de su joven tatuada.
Antiguamente en Japón los tatuajes eran muy importantes para los integrantes de algunos sectores de la sociedad, como ciertas cortesanas, aventureros, conductores de rickshaw o incluso samuráis, y se constituían en un elemento fundamental para algunos a la hora de elegir pareja. Los tatuadores que dominaban su oficio eran altamente reputados y se conocían incluso afuera de sus ciudades por sus técnicas para el manejo de las sombras, las expresiones faciales o el realce de los volúmenes. Aunque en el texto no se menciona, es de suponer que la acción se desarrolla antes de la primera mitad del siglo XIX, puesto que aún se refieren a Tokio con su antiguo nombre de Edo.
La trama es más bien simple. Seikichi es un joven tatuador, muy hábil y talentoso, y con formación como pintor, que emplea una técnica bastante depurada para realizar sus complejos y hermosísimos tatuajes, en los cuales puede tardar hasta uno o dos meses. Es el propio artista quien escoge el tatuaje que quiere hacer, el precio y la persona que le va a servir de lienzo, decantándose siempre por los cuerpos más atractivos y tonificados. Encierra un secreto, que es el sadismo: en silencio disfrutaba de la tortura que infringía con sus afiladas agujas, de manera que entre mayor fuese el sufrimiento, más hermoso resultaba el tatuaje, pero los clientes quedaban deshechos y vapuleados tras las arduas y muy dolorosas jornadas. Sin embargo, Seikichi continuaba en la búsqueda del cuerpo ideal, hasta que un día divisa un pie de mujer absolutamente blanco, redondeado y perfecto, cuya poseedora llega cinco años después a encontrar, siendo una joven y hermosa aspirante a geisha, que impacta profundamente al tatuador y empoderada al saberse poseedora de tanta belleza, lo obliga a tomar actitudes absolutamente inusuales en él.
Relato entretenido y breve, que no está nada mal, pero que dista del potencial que Tanizaki ha mostrado en otras historias.
Antiguamente en Japón los tatuajes eran muy importantes para los integrantes de algunos sectores de la sociedad, como ciertas cortesanas, aventureros, conductores de rickshaw o incluso samuráis, y se constituían en un elemento fundamental para algunos a la hora de elegir pareja. Los tatuadores que dominaban su oficio eran altamente reputados y se conocían incluso afuera de sus ciudades por sus técnicas para el manejo de las sombras, las expresiones faciales o el realce de los volúmenes. Aunque en el texto no se menciona, es de suponer que la acción se desarrolla antes de la primera mitad del siglo XIX, puesto que aún se refieren a Tokio con su antiguo nombre de Edo.
La trama es más bien simple. Seikichi es un joven tatuador, muy hábil y talentoso, y con formación como pintor, que emplea una técnica bastante depurada para realizar sus complejos y hermosísimos tatuajes, en los cuales puede tardar hasta uno o dos meses. Es el propio artista quien escoge el tatuaje que quiere hacer, el precio y la persona que le va a servir de lienzo, decantándose siempre por los cuerpos más atractivos y tonificados. Encierra un secreto, que es el sadismo: en silencio disfrutaba de la tortura que infringía con sus afiladas agujas, de manera que entre mayor fuese el sufrimiento, más hermoso resultaba el tatuaje, pero los clientes quedaban deshechos y vapuleados tras las arduas y muy dolorosas jornadas. Sin embargo, Seikichi continuaba en la búsqueda del cuerpo ideal, hasta que un día divisa un pie de mujer absolutamente blanco, redondeado y perfecto, cuya poseedora llega cinco años después a encontrar, siendo una joven y hermosa aspirante a geisha, que impacta profundamente al tatuador y empoderada al saberse poseedora de tanta belleza, lo obliga a tomar actitudes absolutamente inusuales en él.
Relato entretenido y breve, que no está nada mal, pero que dista del potencial que Tanizaki ha mostrado en otras historias.