Resumen y sinopsis de El hacedor de Jorge Luis Borges
Sin duda, uno de los relatos más conocidos de Borges dentro de su obra, y que ha sido objeto de numerosos homenajes y artificios literarios.
Caracterizan las páginas de El hacedor el cruce de géneros (relatos, ensayos y poemas) y la diversidad temática. Homero y Dante alternan con Rosas y Facundo; la fantasía que inventa laberintos inéditos, con la crónica de sucesos aparentemente triviales pero cargados de insospechadas significaciones; el particularismo criollo, con la universalidad histórica que abarca tanto la simbología oriental como la cultura europea. «De cuantos libros he entregado a la imprenta -escribió el propio Jorge Luis Borges- ninguno, creo, es tan personal como esta colectiva y desordenada silva de varia lección.»
Borges y su poesía magistral, mágica, aún con tópicos tan diferentes, desde el ajedrez hasta los espejos. Genial.
Las primeras construcciones de este libro son sencillas de leer, en parte por ser cortas en parte porque las tramas son más bien ideas y reflexiones; hay el ejemplo del texto que da nombre al libro, "El hacedor", una dualidad de el Borges escritor y el Borges como ser humano. De los poemas es difícil hablar; me basta haber leído un poco de poesía (de diversos autores) para darme cuenta de que la poesía de Borges es extraña... No diré buena ni mala, sino que es distinta: posee un ritmo y una métrica particular. Aunque las poesías de este libro encierran una amplia cultura del universo (Heráclito, Ulises, Ariosto, su propio Juan Muraña, Dios, etcétera) y, por ende, me profesaran alguna sensación de estar desentendido en el tema, son versos que se dejan leer y podría decirse que divertidos.
Recomiendo este libro a quienes quieran pasar una tarde leyendo algo de Borges que no sean sus cuentos a los que nos tiene tan acostumbrados.
El primer libro de poemas que leo del escritor. y me ha dejado con una grata sorpresa, con poemas que nos habla de diversos temas que le apasionan al escritor, acompañado de una prosa profunda y muy grata.
Intento degustarlo una y otra vez pero Borges entra, sale y no deja más que a un empedernido lector absolutamente frustrado. Como él mismo dice en algún punto de El hacedor, reconozco "páginas válidas", y una redacción fina, de estilista, y una búsqueda de microcosmos únicos. Pero leo, sigo leyendo y finalmente termino y se acabó. De lo mejor (para mí, claro!), el (muy breve, por cierto), epílogo.
Hace falta releer los textos de Borges un poco para darse cuenta de la facilidad, de la ruptura del mito del Borges indescifrable, y también, para disfrutar los múltiples símbolos borgeanos.
Compuesto por un conjunto de poesías y pequeños relatos maravillosos. Vale la pena cada uno de ellos. Altamente recomendable.
Buenísimo, me encanto este libro de Borges. Poemas como "La luna" "Ajedrez" y tantos otros que no recuerdo me dejaron fascinado. Sin dudas, hasta ahora, uno de los libros que mas me gustan del autor. Recomendado.
Es un librito curioso, distinto, en el que su autor mezcla diversos géneros para ofrecer una obra que, en definitiva, mantiene los tópicos tan frecuentes en Borges.
Son muchas las convergencias que logra Borges en este libro, el aliento narrativo como la estocada justa del verso, la imagen precisa capturando un instante, y la sugerencia más abarcadora. Un sujeto, que pueden ser todos, dibujado desde un emisor sapiente, cálido en cuanto está involucrado a lo que refiere, distante en tanto no sacrifica el árbol por lo necesario que se hace manifestar el bosque entero, sostiene mayoritariamente el esquema de un discurso expuesto a manera de peldaños conformando una escalera en espiral, imposible de reducir a un principio, inútil de precisarle algún tipo de destino, o de presagiado final.
“Conocía el terror pero también la cólera y el coraje, y una vez fue el primero en escalar un muro enemigo.” Por ejemplo, es uno de esos trazos en donde la precisión pudiera devenir de miles de historias estudiadas, o de una sola vivida a conciencia de emoción, suponiendo que no sepamos de los niveles de instrucción del autor. En “Vivía con los suyos en un desmantelado caserón de cielo raso altísimo, en el resentimiento y la insipidez de la decencia pobre.” encontramos, si bien una similar manera de exposición, una fuente un tanto diferente, donde es su observación que reluce.
Por supuesto, lo recurrente y lo concatenado de toda su obra se dejan entrever, así “Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena”, “… salvo que exista una memoria del universo, como han conjeturado los teósofos”, “… el sueño de uno es parte de la memoria de todos”, son sentencias que surgen como improvisadamente, como destellos que aunque un lector entrenado los podrá ver venir, igualmente es imposible desprenderse del goce que provocan, incluso en aquel guiño lujoso de “Inferno, I, 32”, donde convoca al Dante y a San Agustín a repetir con él el infinito.
Ya en la poética, el autor no se priva ni del ritmo que casi oculto está vibrando, ni del mensaje velado que obliga a una segunda lectura, “Pensaba que el poeta es aquel hombre/ que, como el rojo Adán del Paraíso,/ impone a cada cosa su preciso/ y verdadero y no sabido nombre”, y se nos muestra capaz de cruzar desde el Génesis hasta el Apocalipsis “Es uno de los símbolos que al hombre/ da el hado o el azar que un día/ de exaltación gloriosa o de agonía/ pueda escribir su verdadero nombre”, en un derroche sin ostentación de talento.
“A veces en las tardes una cara/ nos mira desde el fondo de un espejo;/ el arte debe ser como ese espejo/ que nos revela nuestra propia cara.” Tal cual, asumiendo riesgos donde pudieran parecer innecesarios, el autor se desliga de cadenas sin necesidad de romperlas para ofrecernos si no una escuela literaria, entera y propia, sí una manifestación en donde el saber hacer permiten el deleite y hasta una razonada enajenación. “El hacedor” constituye un paseo por una estética abstracta que no prescinde de lo cotidiano, y un ejemplo de cómo decirse a nivel universal desestimando aquello de ser original.
Este libro, que reúne poemas y breves textos de prosa, es una muestra más del genio del maestro. Se encuentran en él, entre otros, el soneto "Ajedrez" de una perfección matemática, el "Poema de los dones" (con una introducción perfecta referida a su ceguera: "Nadie rebaje a lágrima o reproche/Esta declaración de la maestría/De Dios, que con magnífica ironía/Me dio a la vez los libros y la noche") y el impecable y sorprendente "El enemigo generoso".