Resumen y sinopsis de El seminarista de Rubem Fonseca
Para El Seminarista matar no es causa de remordimiento, pero tampoco de placer. Matar es su trabajo y le permite dedicarse a lo que ama realmente: los libros, las películas y las mujeres. Sin embargo, cuando ha decidido que ya es hora de abandonar su profesión, descubre que no es tan inmune como creía a los efectos de su trabajo y de sus aficiones.
En El Seminarista, su última novela, Rubem Fonseca se muestra una vez más como uno de los maestros de la narrativa brasileña, conciso e intenso, capaz de mantener la tensión en cada página.
Me pareció excelente, logró mantenerme en suspenso con cada episodio que leía. Hace tiempo que no tenía la necesidad de desvelarme por la intriga de leer el siguiente capitulo de un libro. Un asesino a sueldo de sangre fría, que sin rodeos mata a sus victimas. Deberían leerlo
makyoEl seminarista6
"Sicario", así se le conoce en Colombia a ciertos individuos que asesinan por contrato o por encargo. Y "sicariato" por supuesto es el nombre de tal actividad que incluso tiene oficinas en las principales ciudades del país. Esta novela trata entonces de un sicario, de un asesino a sueldo que mata luego de recibir una llamada del Despachador, sin preguntar por qué. Simplemente lo hace rápida y efectivamente y vive de ello cobrando cuantioso dinero. El sicario de esta novela es un hombre muy culto que habla latín gracias a su formación religiosa y tiene por sus más grandes aficiones la lectura, la música y las mujeres. No obstante retirarse del negocio no le será fácil pues el pasado no perdona y su vida sentimental, sexual y social sigue vinculadas a su deleznable oficio que él considera justiciero en la medida de que sólo se deshace de la lacra de la sociedad.
El autor cumple aquí con las tres C que debe reunir un escritor meritorio: Concisión, Claridad y Contundencia. Fomseca -brasileño él - quizá se le considere un escritor de novela negra (¿?), aun cuando valdría volver a leerlo. Llama la atención que los brasileños llamen a los "hispanos" con el adjetivo denigrante de "cucarachos": cucarachos colombianos, bolivianos, venezolanos, etc. En Latinoamérica se admira mucho a Brasil por su grandeza y logros, pero no sabíamos por Fomseca que allí nos tuvieran por alimañas, es decir a los castellano parlantes. Lo contrario no existe, quizá porque el balompié cubre los defectos.
Me pareció excelente, logró mantenerme en suspenso con cada episodio que leía. Hace tiempo que no tenía la necesidad de desvelarme por la intriga de leer el siguiente capitulo de un libro. Un asesino a sueldo de sangre fría, que sin rodeos mata a sus victimas. Deberían leerlo
"Sicario", así se le conoce en Colombia a ciertos individuos que asesinan por contrato o por encargo. Y "sicariato" por supuesto es el nombre de tal actividad que incluso tiene oficinas en las principales ciudades del país. Esta novela trata entonces de un sicario, de un asesino a sueldo que mata luego de recibir una llamada del Despachador, sin preguntar por qué. Simplemente lo hace rápida y efectivamente y vive de ello cobrando cuantioso dinero. El sicario de esta novela es un hombre muy culto que habla latín gracias a su formación religiosa y tiene por sus más grandes aficiones la lectura, la música y las mujeres. No obstante retirarse del negocio no le será fácil pues el pasado no perdona y su vida sentimental, sexual y social sigue vinculadas a su deleznable oficio que él considera justiciero en la medida de que sólo se deshace de la lacra de la sociedad.
El autor cumple aquí con las tres C que debe reunir un escritor meritorio: Concisión, Claridad y Contundencia. Fomseca -brasileño él - quizá se le considere un escritor de novela negra (¿?), aun cuando valdría volver a leerlo. Llama la atención que los brasileños llamen a los "hispanos" con el adjetivo denigrante de "cucarachos": cucarachos colombianos, bolivianos, venezolanos, etc. En Latinoamérica se admira mucho a Brasil por su grandeza y logros, pero no sabíamos por Fomseca que allí nos tuvieran por alimañas, es decir a los castellano parlantes. Lo contrario no existe, quizá porque el balompié cubre los defectos.