Resumen y sinopsis de Emmanuelle de Emmanuelle Arsan
Hacer el amor a todas horas, de día o de noche, en cualquier circunstancia, con quien sea, ya sea él o ella, o ellos y ellas, con cualquiera que se lo pida y que a ella le guste, ésta es la ley a la que obedece Emmanuelle en el momento en que, a los veinte años, llega a Bangkok para reunirse con su marido ingeniero. Así, en el marco exótico de una sociedad neocolonial, europea, restringida y refinada, la joven descubre las reglas profundas del amor, la gloria del placer sexual gracias al propio cuerpo, y va al encuentro de una filosofía «natural» y optimista, que Dionisios, en la Grecia antigua, había preconizado ya con tanta valentía. De la mano de un «maestro» en las artes amatorias, el italiano Mario, Emmanuelle irá limando sus reticencias para alcanzar al fin un universo de amor total, la «Erosfera», a la que conduce la práctica de una sexualidad profundamente consciente y liberada de todo tabú. Este libro, durante largos años considerado en Francia -y en resto del mundo- como escandaloso y con una vida prácticamente clandestina, ha pasado a ser hoy en día una obra clásica de la literatura erótica contemporánea. Con el fin de honrar con ello al lector de esta colección y la biblioteca que la alberga, brindamos aquí una nueva y esmerada traducción que recoge toda la vibración literaria y la intensidad erótica con la que Emmanuelle Arsan supo narrar esta «historia ejemplar».
Como muchas veces en novela erótica, el interés es limitado cuando se reduce únicamente a la cuestión sexual y la trama sólo es una sucesión de acrobacias erótico-festivas, descritas con profusión de detalle y tendencia a lo poético y engolado. Emmanuelle, joven de incomparable belleza y atributos físicos, se nos presenta manteniendo tórridos encuentros con dos completos desconocidos durante un viaje en avión para reunirse con su esposo, un ingeniero destinado en un país del sudeste asiático. Su intenso y feliz idilio de recién casados, fogosamente consumado, tolera algún que otro escarceo por parte de ella, en especial si es con personas del mismo sexo, pues su hiperactividad en lo amatorio es propia de alguien que parece haber nacido para el placer.
Sin embargo, esta Emmanuelle no deja de ser una muchacha ingenua, de carácter infantil, a su manera virgen y pura en un entorno disipado de clase alta; el de las esposas de diplomáticos y hombres de negocios, aburridas, deseosas de conocimiento carnal propio y ajeno. Conocerá a varias mujeres (la adolescente pícara, la arrogante aristócrata, la ambigua misteriosa) que le revelarán diversas facetas de lo íntimo, pondrán a prueba esa inocencia suya. Pero la novela gana interés sólo cuando busca estimular algo más que la entrepierna del lector, y esto ocurre cuando nuestra heroína se ve inmersa en una iniciación, un viaje de descubrimiento carnal y moral que parte de esa naturalidad para el amor carente de una guía, de una doctrina con que encauzarlo. Y esta vendrá de parte de una figura masculina comparable a la de un preceptor, que le abrirá las puertas de lo desconocido y de lo aún más sublime.
La novela evoluciona desde que se apodera de ella Mario, el seductor italiano que “pervertirá”, según se mire, a la ya de por sí ardiente Emmanuelle. Se convierte en un diálogo filosófico o especulación intelectual en torno al erotismo, sembrada de citas cultas que van de la lírica francesa al antiguo testamento, pasando por la figura de Don Juan e incluso nada menos que nuestro Unamuno. En algo así como un manifiesto en torno a la sensualidad, donde se despliega una idea visionaria a partir de la persecución de la simple y pura belleza en todas sus formas.
Lo erótico sería la consumación plena del deseo, la abolición del tabú, pero no como alarde de blasfemia o perversión, sino como impugnación de un orden moral o natural de las cosas (es decir, aquel que exaltaría un Sade) y a favor de uno humano. Sería la instauración precisamente de una nueva moral no destructiva sino constructiva, una inversión de valores como la de un Nietzsche, que haga progresar al ser humano como especie incluso en los parámetros biológicos y evolutivos.
El erotismo es artificio, creación humana y por lo tanto una muestra de refinamiento, inteligencia y empatía… de cultura, en fin, opuesto al caos arbitrario y sin forma del mundo natural, divino, que es precisamente de donde surge un penoso legado de represión, culpa y sentimiento posesivo. Una expresión de genio semejante al arte, que exige imaginación, improvisación, que ostenta sus propias y cartesianas reglas. El eros sería, pues, una “terra incognita” que apenas comenzamos a conquistar, por la cual avanzar firmemente pese a los posibles peligros, y que conducirá a una utopía que parece querer abolir, a su vez, el pesimismo existencialista propio de una época en la cual emergían, aún con sus limitaciones y aspectos cuestionables, el feminismo y la liberación sexual.
El libro resulta incómodo incluso para la sensibilidad actual, atreviéndose a cruzar ciertas líneas en torno a menores de edad o actos que rozan la violación, pero tal vez lo sea más por pertenecer a su tiempo que por avanzar ideas como las relaciones poliamorosas. Entre otras contradicciones, define la homosexualidad masculina directamente como pederastia y muestra, en cambio, una actitud mucho más liviana con la femenina. Ignora los peligros del sexo, excluye ingenuamente sus aspectos más oscuros y vinculados con la dominación y el poder, despreciándose además sin reparo lo que se aleje de un canon de belleza juvenil y superficial. Transcurre, en fin, en un lejano oriente que es marco de fantasía, de mentalidad mucho más relajada y alejamiento de ese occidente envejecido y puritano, pero también una realidad de privilegio hecha a la medida de unos pocos privilegiados, cuyos sirvientes tienen aún algo del buen salvaje, fieles, silenciosos y disciplinados por una lógica de colonizadores no muy igualitaria que digamos.