Absurdo e incoherente donde los haya, El buscador de sueños, es una obra que no llegas a ubicar del todo bien. Es decir, sabes que, al menos en teoría, pertenece al género de la autoayuda novelada. Pero mientras la lees todo te resulta tan extraño y embrollado que no consigues sacar nada en claro.
Un absoluto desconocido. Eso es lo que Romano Battaglia, el autor, era para mí. Y visto el resultado hubiera preferido que se quedara en el anonimato perpetuo. Y es que Battaglia es un escritor penoso. La estructura de su historia no está bien hilada. El autor no sigue un orden coherente, por lo que en el mismo capítulo hay varios flashback, poemas y relatos metidos con calzador, conversaciones que en ocasiones no vienen a cuento, etc. Y junto con su estilo simplón y poco atractivo hace que leer su novela resulte una tortura enorme. Cuenta, además, con una prosa lenta y aburrida, un lenguaje que a pesar de sus accesos líricos no deja de ser de lo más normal, y unas descripciones demasiado básicas y muy superficiales. Pero son los personajes los que se llevan la palma. Resultan penosos, mal construidos y tan liosos como la trama en general.
El buscador de sueños nos narra una historia que pretende ser aleccionadora o, por lo menos, motivadora. Lástima que fracase en el intento, convirtiéndose en algo tosco y difícil de digerir para el lector medio. En esta historia nos centramos en Nazareno (¡caray con el nombrecito!), el susodicho buscador de sueños, que además de vivir en armonía extrema con la naturaleza (y con esto me refiero a poder hablar con los árboles, flores y demás habitantes del bosque), cultiva, encuentra y prepara hierbas con las curar dolencias y, encontrar los sueños deseados por los vecinos del pueblo más cercano a su casa. Pero todo cambia cuando se enamora de Marta, un joven en la veintena que padece una grave enfermedad (además de ser muy guapa, porque claro está la feas nunca tienen cabida en este tipo de historias) y decide apostarlo todo por descubrir la cura para la joven. Y hasta aquí puedo contar sin desvelar nada. Lo que sí puedo añadir es que el resto de la trama se dispersa y todo acaba siendo muy confuso. Si hay un mensaje, éste se pierde entre tanta parte superflua, reflexión estéril o divagación sinsentido. El final, además de alegrarte sobremanera cuando lo alcanzas, resulta tan sorprendente y estúpido como el resto de la novela.
En suma, El buscador de sueños, es una importante pérdida de tiempo, que no solo no aporta nada a tu vida, si no que acaba restando, ya que tanto debate metafísico sobre la madre tierra hace que acabes cogiéndole un poco de manía. No veo la necesidad de leer esto. Resulta prescindible y aburrido. Y es que la lectura de este libro se asemeja a un mal sueño, que aunque horrible, por lo menos te queda la certeza de que antes o después te acabas despertando.
Absurdo e incoherente donde los haya, El buscador de sueños, es una obra que no llegas a ubicar del todo bien. Es decir, sabes que, al menos en teoría, pertenece al género de la autoayuda novelada. Pero mientras la lees todo te resulta tan extraño y embrollado que no consigues sacar nada en claro.
Un absoluto desconocido. Eso es lo que Romano Battaglia, el autor, era para mí. Y visto el resultado hubiera preferido que se quedara en el anonimato perpetuo. Y es que Battaglia es un escritor penoso. La estructura de su historia no está bien hilada. El autor no sigue un orden coherente, por lo que en el mismo capítulo hay varios flashback, poemas y relatos metidos con calzador, conversaciones que en ocasiones no vienen a cuento, etc. Y junto con su estilo simplón y poco atractivo hace que leer su novela resulte una tortura enorme. Cuenta, además, con una prosa lenta y aburrida, un lenguaje que a pesar de sus accesos líricos no deja de ser de lo más normal, y unas descripciones demasiado básicas y muy superficiales. Pero son los personajes los que se llevan la palma. Resultan penosos, mal construidos y tan liosos como la trama en general.
El buscador de sueños nos narra una historia que pretende ser aleccionadora o, por lo menos, motivadora. Lástima que fracase en el intento, convirtiéndose en algo tosco y difícil de digerir para el lector medio. En esta historia nos centramos en Nazareno (¡caray con el nombrecito!), el susodicho buscador de sueños, que además de vivir en armonía extrema con la naturaleza (y con esto me refiero a poder hablar con los árboles, flores y demás habitantes del bosque), cultiva, encuentra y prepara hierbas con las curar dolencias y, encontrar los sueños deseados por los vecinos del pueblo más cercano a su casa. Pero todo cambia cuando se enamora de Marta, un joven en la veintena que padece una grave enfermedad (además de ser muy guapa, porque claro está la feas nunca tienen cabida en este tipo de historias) y decide apostarlo todo por descubrir la cura para la joven. Y hasta aquí puedo contar sin desvelar nada. Lo que sí puedo añadir es que el resto de la trama se dispersa y todo acaba siendo muy confuso. Si hay un mensaje, éste se pierde entre tanta parte superflua, reflexión estéril o divagación sinsentido. El final, además de alegrarte sobremanera cuando lo alcanzas, resulta tan sorprendente y estúpido como el resto de la novela.
En suma, El buscador de sueños, es una importante pérdida de tiempo, que no solo no aporta nada a tu vida, si no que acaba restando, ya que tanto debate metafísico sobre la madre tierra hace que acabes cogiéndole un poco de manía. No veo la necesidad de leer esto. Resulta prescindible y aburrido. Y es que la lectura de este libro se asemeja a un mal sueño, que aunque horrible, por lo menos te queda la certeza de que antes o después te acabas despertando.