Resumen y sinopsis de La buena vida o de la serenidad ante el horror de Fred Wander
“Voy haciendo camino, voy ligero de equipaje”, dice la última frase de estas memorias. Fred Wander la escribió a la edad de casi noventa años, haciendo balance de una trayectoria larga y movida en el sentido cabal de la palabra, a la vez que mirando de frente al futuro. Esta frase puede leerse quizá como lema de su propia existencia: Wander conservó durante toda su vida una curiosidad imperturbable hacia el mundo, pese a las múltiples humillaciones que sufrió desde su juventud y por su condición de judío en la Viena de los años veinte, y a pesar de los innumerables peligros que se cernían sobre él en los diversos lugares del exilio y los campos de Auschwitz y Buchenwald. Él, que tuvo motivos más que sobrados para la acritud, habla con desenvoltura casi alegre de la “gente de a pie”, entre la que una y otra vez encontró solidaridad y auxilio, ya en 1938 al llegar a París sin dinero y equipaje, como más tarde en la singladura de su huida por Europa o en los campos de concentración donde estuvo recluido. Escribe asimismo de los años de posguerra en Viena, los amigos que hizo en la República Democrática Alemana y en el transcurso de sus viajes, y, finalmente, sobre la época de 1980 en adelante, cuando residía de nuevo en la capital austríaca. Wander no pretende que se le admire como un héroe ni que se le compadezca como víctima; sólo quiere dar testimonio ante sí y ante nosotros.