Resumen y sinopsis de El cuarto rojo de August Strindberg
Arvid Falk, un joven idealista y generoso, deja su empleo para dedicarse a la literatura militante. Al cabo de muchas experiencias amargas, vuelve a su vida de empleado y, ya sin ilusiones, dedica sus horas libres a la numismática. A la figura de Arvid se contrapone la de su hermano, Carl Nicolaus, mezquino e hipócrita pero, sin embargo, con un fondo de humanidad verdadera. Una serie extraordinariamente incisiva de retratos de personajes y ambientes de la sociedad sueca de la época completan el impresionante edificio narrativo de la novela: figuras de la vida bohemia, periodistas sin conciencia y sin escrúpulos, señoras ociosas, envidiosas y vanidosas que se dedican a la beneficencia, mujercitas corruptas que fingen el amor, editores incultos e intrigantes, comerciantes usureros y clérigos rapaces. Y, en medio de la sordidez ambiental, El salón rojo, un rincón de un bar de Estocolmo, se convierte en alegoría de la salvación del hombre.
Imposible crecer
No fueron precisamente felices la infancia y la vida de August Strindberg (Estocolmo, 1849-1912), y esa peculiaridad imprime inevitablemente su extraordinaria producción artística. Representados en escenarios de España algunos títulos emblemáticos como El Pelícano, La Señorita Julia o Sonata de Espectros, su faceta de novelista o narrador es menos conocida para el gran público.
“El salón rojo” (Ediciones El Acantlado) escrito a sus treinta años, es un libro de difícil clasificación –es una novela sin un argumento propiamente dicho-, participa de esa cosmovisión atormentada, y parece tener aspectos autobiográficos, centrados en el personaje de Arvid Falk, un joven escritor con un prometedor futuro y un gran corazón al que la sociedad de su tiempo, tanto los ricos como los pobres, los burgueses y los obreros, terminan agostando sus esperanzas y convirtiéndolo finalmente en un ser inofensivo que renuncia a cualquier vocación creativa o artística.
Suecia, parece decirnos Strindberg, es un país sin personalidad, sin capacidad de esfuerzo, sin estímulos de progreso, y sus habitantes unos adocenados que viven encerrados en su egoísmo y sus estrechas fronteras mentales. Un lugar así tal vez garantiza la tranquilidad social, pero también el aburrimiento y la desesperación de los mejores. No hay salida.
Y no es difícil hacer extensivo este análisis local a otro más general, pero igual de triste y depresivo, tamizado por las incipientes lecturas que Strindberg estaba realizando de textos de Shopenhauer y Nietzsche. No solo es Suecia, es el género humano mismo, es la lucha ideológica y a veces física entre los sexos y las personas, es la propia institución familiar, basada en la falsa generosidad de los padres, quienes impiden el desarrollo intelectual y moral de las personas. De todo eso se habla en “El salón rojo”, un libro generacional, tal vez un magnífico diagnóstico literario sobre la imposibilidad de crecer.