Resumen y sinopsis de Salvatierra de Pedro Mairal
A los nueve años, Juan Salvatierra quedó mudo después de un accidente a cabalo. A los veinte, empezó a pintar en secreto una serie de larguísimos rollos de tela que registraban minuciosamente la vida en su pueblo litoraleño. Tras la muerte de Salvatierra, sus hijos viajan desde Buenos Aires para hacerse cargo de la herencia: un galpón inmenso atestado de rollos pintados. Intrigado por la obra monumental creada por su padre, el hijo menor se dispone a ordenarla. Junto con las telas, desenrolla una intriga de secretos familiares que se hunde en el pasado y echa sus sombras sobre el presente.
Le falta consistencia. El argumento es bueno pero no está desarrollado y el final pues, para acabar el libro.
Relato en torno a la búsqueda del padre, figura espectral y contradictoria, pintor mudo que pinta un lienzo inmenso, interminable, cada día de su vida. A su muerte, el narrador de la historia emprende una divertida aventura en pos de un fragmento que falta de la gran tela; un nuevo misterio que le mueve a la acción, a escapar de su rutina, una excusa para encontrarse a sí mismo y verse reflejado como en un espejo en la creación ajena. Surge la posibilidad de enfrentar las facetas desconocidas, inesperadas, del silencioso progenitor que sin embargo tanto le marcó a él y a su hermano (con más ganas este último de dejarlo estar, de no hurgar en realidades quizá incómodas).
Salvatierra se revela como un individuo rodeado de especulaciones y medias verdades, siendo su propio trabajo el que habla por él. Un ser excepcional, cuyo silencio es muy elocuente y cuya discapacidad le lleva a desarrollar una visión genuina, una actitud nada convencional. Su trabajo pictórico en ebullición desborda todos los límites en su afán de contar, de plasmarlo todo, llegando a estar más vivo que la propia vida, pues sus imágenes laten de naturaleza, humanidad, fantasía, realismo… al tiempo que expresa en él sus anhelos y experiencias, sus penas y alegrías, la manera en que ve a quienes le rodean. Es por lo tanto la genial creación de este artista ficticio uno de los aspectos más conseguidos de la novela de Mairal.
Es en esa otredad recóndita del padre donde sus hijos se reconocen, se preguntan por su identidad, sus raíces. Vida y arte, realidad e incertidumbre, generaciones de un tiempo y de otro. También pasado y presente, ciudad y campo… los dos márgenes de un mismo río que nunca deja de fluir en armonía, como concluye una bellísima metáfora de la existencia como ciclo sin principio ni final, la consumación definitiva de una obra total, aceptar un legado y una reconciliación tras un desenlace amargo pero esperanzador (todo se pierde, pero algo se conserva siempre). La tierra familiar ganada con esfuerzo se ve amenaza además por la especulación inmobiliaria, próxima a tácticas mafiosas de incierta autoría (el delito está presente en la novela sin quedar nada claro sobre sus perpetradores).
Por otra parte, la crítica de ciertas trabas burocráticas, propiciadas por una instituciones culturales ineficaces, se une al humor ligero con que el autor nos presenta a sus desubicados héroes, sin dejar nunca de lado un vocabulario sencillo, una forma de contar sin pretensiones. El medio natural en que se interna el protagonista adquiere los contornos de una pintura, mientras que la experiencia se convierte en ficción escrita, en un intento de poner orden y sentido, llenar el vacío de la página, del cuadro; comunicar lo que de otra manera no puede ser comunicado.
De Pedro Mairal leí hace unos años su novela LA URUGUAYA. Breve y exquisita novela.
Pues bien, SALVATIERRA me ha dejado un cierto sabor a desencanto, pues, tras leer el argumento, esperaba un desarrollo distinto. Me hubiese gustado más si el autor hubiese narrado, más extensamente, la vida personal y familiar del padre que pintó su vida en rollos de tela.
Muy breve y si bien es verdad que cuesta un poco entrar en la primera parte, sobre todo por los vocablos típicos argentinos, tiene una parte final espectacular.
Lo recomiendo.
Me gustó mucho esta novela de apenas 155 páginas porque está estupendamente escrita y porque el argumento es muy original.
Narra la historia de Salvatierra quien es un pintor mudo (después de un accidente) y autodidacta que pasará su vida pintando un lienzo que cuenta la vida de su familia, pero también del pueblo (ficticio) de Barrancales, donde transcurre la acción. Pintará cada día de su vida, en la mañana antes de ir al trabajo en el Correo y en la tarde después del trabajo.
A su muerte, sus hijos comprueban que falta el lienzo del año 1961 y emprenden una búsqueda que transformará el relato en una historia policial.
Hay mucha poesía que alterna con el más puro pragmatismo, dando al relato un encanto sin par. Y podría haber una metáfora con este lienzo sobre la incomunicabilidad entre padres e hijos.