Resumen y sinopsis de La carta de Sagawa de Juro Kara
En junio de 1981, en París, un estudiante japonés, Issei Sagawa, mató por amor a una joven artista holandesa y devoró parte de su cuerpo. Este acto de canibalismo moderno conmovió la opinión pública mundial. Desde la cárcel, Issei comianza un cruce epistolar con el autor de este libro, Juro Kawa, actor, autor de teatro, con el que reconstuye el ambiente emocional y delirante de semejante acto. Esa reconstrucción, este libro, se ha convertido en una de las obras más significativas de la literatura japonesa contemporánea.
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La Carta de Sagawa es un libro que no tiene desperdicio. Cada párrafo, cada página es peor que la anterior, lo que ya en sí mismo es un gran logro.
Sorprende que Juro Kara haya ganado el prestigioso premio Akutagawa con esta clase de novela. Quizás mi sorpresa se debe a que, a diferencia de otros autores japoneses, la prosa de Kara carece por completo de elegancia o belleza. Aunque quizás eso se deba al tema del que trata. Está claro que hay que ser muy buen escritor para lograr sacar algo hermoso entre tanta podredumbre y, desgraciadamente, Kara no lo es. Su estilo, rematadamente simple y su desarrollo poco coherente y muy parcial, logran hacer que leer esta novela de poco más de 140 páginas sea una tortura.
El tema del que trata es harina de otro costal. Basado en un hecho verídico, el propio autor, protagonista junto con Sagawa, con la excusa de realizar un guión para una obra de teatro sobre este hecho, sigue las huellas de Sagawa por París. Pero el libro se tuerce desde el inicio. La interpretación tan aséptica que Kara da al hecho en sí mismo, sus burdos intentos de justificar algo que no tiene justificación alguna, la reiterada necesidad de victimizar a Sagawa y de criminalizar a la víctima (en serio, se llega a decir que Renée, la mujer asesinada, tiene la culpa), el racismo imperante en el libro, que resta importancia al homicidio por ser de una mujer occidental, el machismo del autor, que ve bien que a las mujeres se las trate como objetos y esa fijación delirante que tanto escritor como asesino, comparten por la carne humana y los cadáveres, te hace sospechar que no solo Sagawa está mal de la cabeza.
Pero no queda aquí la cosa. Al final toda la historia se vuelve confusa, hasta el punto de que ya no eres capaz de distinguir que es real y que es producto de la imaginación del autor. De todas maneras el resultado es deleznable y aborrecible. Sagawa no solo no es regañado por el autor (que utiliza el verbo "comprender" en su respuesta), sino que ni siquiera está arrepentido. Y eso por no hablar de que está en libertad y es todo un Show man en Japón. Por su parte Juro Kara ganó un premio con una novela que deja traslucir cierta misoginia y una obsesión malsana con los muertos y su pobre abuela. La vida es incomprensible.
En resumen, esta novela debe ser evitada por todas aquellas personas muy sensibles o imbuidas de un gran espíritu de justicia, ya que se sentirán frustradas y enfadadas. Pero, si os gusta el morbo, puede que disfrutéis con ella, si es que lográis entenderla.