Resumen y sinopsis de El museo de cera de Jorge Edwards
Jorge Edwards nos propone en El museo de cera una lúcida parábola del pensamiento reaccionario en forma de sátira implacable. Su protagonista, el supuesto marqués de Villa-Rica, exponente del sector más tradicional de la sociedad chilena, es un afrancesado que, en un mundo de televisores y helicópteros, vive anclado en el pasado: sale de su palacio en carroza, se viste con levita, usa bastón con empuñadura de plata y parece tan alejado de la electrónica japonesa como de las chinganas y picanterías coloniales de la ribera del río.
Me ha gustado mucho esta novela que NO es un relato realista y que necesita claves de lectura. Para comenzar, el libro fue escrito bajo la dictadura militar del general Pinochet (1973-1990) , en aquel entonces el escritor Edwards residía en Cuba, Paris y Barcelona, regresando a Chile en 1978.
El relato de la novela es muy astuciosamente completamente atemporal y la ciudad no es identificable, pero la visión paródica de la historia se puede aplicar a la historia chilena contemporánea. Son tiempos revueltos: los partidos políticos tradicionales han perdido significado, reina el desorden callejero, hay expropiaciones a granel, activismo de los grupos extremistas de izquierda, una reacción violenta del ejército, una represión sangrienta, etc. No hace falta una foto, ¿no?.
Jorge Edwards con el tono irónico y elegante habitual, acentúa lo absurdo de las contradicciones sociales llevándolo hasta la caricatura, con una visión grotesca, extraordinaria, esperpéntica de la realidad. El tema de El museo de cera es también la decadencia de una clase social determinada (la « aristocracia » criolla), inadaptada a los nuevos tiempos. Aquí nada parece estar en el lugar que le corresponde. Hay un estupendo contraste entre lo muy antiguo y lo muy moderno, entre las actitudes ultraconservadoras y las ultrarrevolucionarias y donde las ciudades están separadas por un río que separa el mundo de los ricos del infra mundo de los miserables.
El personaje principal es el Marqués de Villa Rica, antiguo jefe del partido de la Tradición, hombre sesentón y rotundamente anacrónico: el Marqués, con sus títulos, con su mansón principesca, con sus fabulosas colecciones y sus coches de cuatro caballos, e incluso con su prestancia física y su educación europea, sus erres de entonación ligeramente exótica, sus bromas llenas de alusiones oscuras, desentonaba en nuestro pequeño mundo. (El hombre se pasea en carroza con lacayos, lleva peluca en un país que conoce la modernidad). [Estos detalles tan anacrónicos me recuerdan la película de Kenneth Branagh de 1993 Mucho ruido y pocas nueces]. El Marqués se casó muy a lo tarde con Gertrudis Velasco, una mujer espléndida con mucha diferencia de edad y de otra casta. El Marqués es un personaje alegórico, « fin de race« , simbólico de los valores que desaparecerán con él.
La relación carnal con su mujer será sublimada por unas prácticas eróticas que consisten en hacerla desfilar casi desnuda por la mansión, pero un día la sorprende in fraganti con su profesor de piano. Lo esperpéntico surge con el pedido del Marqués que encarga a un escultor unas estatuas de cera tamaño natural reproduciendo la escena galante descubierta por él, el Señor Marqués quiere eternizar el instante en que descubrió su deshonra. Después de despedir a la pareja adúltera, el Marqués instala el grupo escultórico en el salón de la mansión y se hace construir otra mansión, al estilo de la primera.
Gertrudis Velasco, la esposa adúltera pertenece a la burguesía empobrecida y decadente; es el personaje más « aterrizado », el más convincente porque es el único personaje que logra adaptarse a los nuevos tiempos.
El profesor de piano es el instrumento del adulterio, un vago, inútil e interesado en recuperar parte de la fortuna del Marqués.
Otro personaje interesante es la Cocinera del Marqués ( no tiene nombre, es la Cocinera con mayúscula) porque ella, la mujer del pueblo, analfabeta, pero astuta, sigue la evolución inversa de su patrón porque se apoderará, robándolo, de sus bienes y en vez de ayudar a los de su ralea, la Cocinera aplica a la letra los tejes y manejes y el estilo de vida del Señor Marqués.
El personaje del Mariscal Aguilera representa al militar siempre listo a la intervención enérgica, con su uniforme recargado de condecoraciones al puro estilo de un Maharajá. Adepto de la manera fuerte como por ejemplo colgar a los demagogos, comenzando por el que ejerce de Ministro de Hacienda…
María Teresa Rodríguez Isoba de la Universidad Complutense de Madrid realizó un magnífico trabajo analítico sobre esta corta, pero pertinente y divertida novela de Jorge Edwards. La novela me parece un ejercicio magistral de lítotes.
Descarada novela en la que caben la desolación y la ironía. No apta para mentes cerradas y serias.