Resumen y sinopsis de El cielo es azul, la tierra blanca de Hiromi Kawakami
La gran novela japonesa que ha marcado un hito en la literatura contemporánea, una historia de amor inolvidable.
Novela ganadora del prestigioso Premio Tanizaki.
La protagonista de El cielo es azul, la tierra blanca tiene 38 años y lleva una vida solitaria y falta de amor, hasta que un día encuentra en una taberna a su antiguo profesor de japonés, que tiene entonces 70 años. Entre ambos se establece un pacto tácito para compartir la soledad. Con una prosa sensual y despojada, Kawakami nos cuenta una historia de amor muy especial: el acercamiento sutil de dos amantes, con toda su íntima belleza, ternura y profundidad. En su novela Kawakami derriba las barreras del tiempo (el cual retrocede, se mezcla y se superpone con otros momentos temporales) y las que separan a los diferentes seres.
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El azar vuelve a unir a Tsukiko, que bordea los cuarenta, con su maestro de japonés de la infancia. Su reencuentro en un bar les hace iniciar una relación no del todo convencional en la que van tanteándose, respetuosos cada uno del espacio del otro, alejándose, acercándose y ayudándose a mitigar una soledad que parece una parte constituyente de sí mismos, sin presiones, sin expectativas.
Extrema sencillez en cuanto a personajes, lenguaje, trama, si es que la hay más allá de una sucesión de momentos y anécdotas significativas (unas pilas sin batería, un juego de azar)… Sólo un hombre y una mujer que, pese a su diferencia de edad y sin tener aparentemente nada en común, descubren mucho el uno del otro y de sí mismos, disfrutan de la compañía, de la comida (cuidadosamente preparada) y sobre todo de la bebida (el alcohol tiene suma importancia en estas páginas), de la visita a un mercado o de una excursión al bosque a por setas.
Se revela así una muy particular historia de amor que ahonda en el sentimiento de desconexión y rechazo de los compromisos, la incapacidad de establecer vínculos con otras personas, propiciada por una contemporaneidad alienante que sólo entrevemos de perfil; trabajo extenuante que no ha emancipado necesariamente a las mujeres, gente que no tiene vida propia, una fragilidad interior apenas contenida… frente a esto, son los instantes banales lo que interesa contar aquí, lo que permite a la protagonista salirse de ese camino trazado donde no se encuentra cómoda, y a su viejo maestro, cerrar o superar un pasado doloroso de abandono, estar en paz con los suyos.
La timidez y el carácter infantil de Tsukiko, una niña en cuerpo de adulta, contrasta con la seriedad pícara, el estilo anticuado de él, un humor discreto con el que le toma el pelo (una discusión por un motivo tan tonto como un partido de béisbol, por ejemplo) y con un elemento icónico; ese maletín cuyo contenido sólo lo conoceremos al final y que condensa un ambiguo significado. Nunca han dejado de ser del todo maestro y alumna, por eso el nombre propio resulta superfluo, es “el maestro” y nada más. Se desprende de ahí la importancia de las jerarquías, ciertos aspectos de la idiosincrasia, como el civismo en cuestiones de limpieza.
Tiene peso la descripción, pero sin un intento evidente de poetizar: gastronomía, animales y naturaleza, fenómenos meteorológicos, la luna, el cielo, también los objetos cotidianos, gestos y palabras… Todo aquello, en fin, que normalmente se nos pasa por alto, pero que aquí es la materia fundamental de una novela vacía, pero que está llena de cosas, de vida, que habla de cómo habitamos, estamos en el mundo y nos relacionamos con él, algo tan simple y tan complicado, y lo hace con distancia, con pudor y con una sensibilidad exacerbada a la vez.
Finalmente, se acepta una idea cercana al karma y a la reencarnación que conecta con un ciclo natural, de destinos que no pueden huir uno del otro. La aceptación, por fin, de una realidad, la de la muerte, que se superpone con una dimensión onírica. Y una idea del amor como reconciliación con el mundo, sucesivas etapas que no excluyen la de la sensualidad, que nos puede chirriar entre una mujer joven y un anciano.
Preciosa historia de amor, pero que también nos habla del miedo y de la soledad. Dos cáscaras de nuez a la deriva buscando un remanso en tierra firme al que anclarse. Lenguaje sencillo y simple pero que transmite pura poesía.
Encantadora, delicada y muy amena historia de un amor en apariencia inverosímil.
El libro es un remanso de pureza.
Bella literatura que deja en el lector irrefrenables sensaciones: Amor, delicadeza, sensibilidad...
Preciosismo artístico plagado de destellos poéticos.
Una serena travesía hacia lo sencillo, lo cuidado y lo cristalino.
Y es que en muchas ocasiones las relaciones son así: Como un relente templado, en lo que lo cabal se hace invisible.
O como un mundo interno del revés, en el que apenas una "r" y una "a" separan las palabras "te amo" de la palabra "temor".
La leí con suma delectación.
Qué pena, esa historia que prometía tanto. Esos dos solitarios, la diferencia de edad. Pero no he conseguido conectar con ellos. Me he quedado fría, distante. Me llevo algún párrafo y en especia un pasaje sobre la soledad de la protagonista femenina. Pero con tanta falta de empatía y a pesar de que no creo que sea un mal libro, no puedo darle más puntuación. Para mí la lectura es cuestión de feeling.
Este libro me recuerda a un adorno. Muy bonito en la forma, pero vacío de contenido.
No había leído nada de la autora, pero indudablemente escribe muy bien. La novela está muy equilibrada y el ritmo de la narración es correcto. Los elementos descriptivos son utilizados con acierto y están presentes en un número adecuado. Esta escrito de forma simple y llana, aunque no exenta de lirismo y armonía. Además me maravilla el hecho de que la autora sea capaz de construir un argumento a base de trivialidades contadas con delicadeza y de forma muy sutil.
El problema empieza con la historia. En realidad no hay una historia, propiamente dicha, si no un cúmulos de hechos y circunstancias que, narradas por la protagonista, les ocurren a los personajes. El carecer de algo que contar, hace que la novela no acabe de engancharte y cueste más de leer.
Los personajes son el siguiente problema. El Maestro es el estereotipo clásico de profesor en Japón. Un hombre cultísimo que no hace más que corregir y aleccionar a Tsukiko. Ésta por su parte, te resulta una mujer insatisfecha que ha llegado a ese punto gracias a su comodidad y estupidez. Ambos protagonistas me resultaron igual de irritantes. Y, quizás por eso, la historia que surge entre ellos me resulta artificial e inverosímil. Tanta educación y falta de espontaneidad hace que te sea difícil concebir cualquier tipo de relación.
El último problema al que me refiero es el final. Es abrupto, previsible y, aunque sospecho que es metafórico, no te sirve para encajar las piezas en el puzzle, si no para confundirte más.
En resumen, estamos ante una novela agradable de leer, pero cuyo contenido deja mucho que desear. Es menos densa que otras lecturas procedentes del Japón, pero no consiguió llenarme, ni atraparme. Y, por supuesto, no la recomendaría especialmente.
A mi parecer se trata de un libro encantador, fresco y detallista, que por lo general se hace bastante ameno. Me alegra haber descubierto este libro porque tiene un no sé qué que lo hace especial, (que no perfecto).
Añadiendo un contra, diría que el final es un poco precipitado y sabe a poco.
Bastante flojo y soso a mi gusto. Se me hizo pesado a pesar de ser solo 135 páginas.
Sencillamente delicioso. Me ha sorprendido la capacidad de la autora para describir sabores enmarcando esta especial historia de amor.
Me pareció una historia sencilla y cautivadora, que se presenta sin sobresaltos y con una narración lírica. Seguro añadiré otras obras de la autora a mis libros por leer.