Resumen y sinopsis de La calera de Thomas Bernhard
Publicada en 1970, LA CALERA evidencia la plena madurez del inconfundible estilo narrativo de Thomas Bernhard (1931-1989), caracterizado por la cadencia narrativa, el ritmo de la frase y la repetición constante. Centrada en los problemas de la soledad, la incomunicación, la autodestrucción y el fracaso, este relato cruel de cinco años de enclaustramiento en un «presidio de trabajo voluntario» del protagonista, Konrad, que culminan con el asesinato de su esposa paralítica, se teje alrededor de la angustia de una relación asfixiante en un entorno amenazador, la ritualización de las conductas, la fuerza de una lógica que conduce al irracionalismo y la extrema lucidez de una mente al borde de la locura.
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Primero están todos los escritores, de todo origen, género y condición… y después está Bernhard, con sus novelas obsesivas que son como un pulso constante al lector, obligado a al ejercicio un tanto masoquista y quimérico de enfrentarse a sus bloques de texto interminables, sin pausa, que fluyen hipnóticos y nos sumen en una atmósfera atormentada, desquiciada.
Sus novelas no son sino la misma novela, una y otra vez, con leves variantes; en última instancia, un intento de alcanzar un límite imposible, el límite de la cordura de unos individuos entre la genialidad y la demencia, tristes víctimas de sí mismos, pues su empeño por avanzar más allá de sus limitaciones, con el máximo rigor posible, no redunda más que en su propia condena, y cualquier cosa que hagan está abocada al fracaso. Aguarda siempre una labor intelectual meticulosa, nunca comenzada, que destroza al genio incluso antes siquiera de darle inicio. Porque poner algo en palabras ya implica destruirlo, condenarlo a la futilidad… o quizá es que lleva a pensar que uno no es tan genial como creía. Aguardando a esas condiciones ideales que nunca llegan (los protagonistas bernhardianos, absolutos maestros de la procrastinación), que rápidamente se convierten en las condiciones más adversas e insalvables. Todo razonamiento tiene su doble filo, igual que en este libro el horror y la tragedia tienen también su punto extrañamente cómico, disparatado. Igual que produce infinito rechazo la sola idea de asomarse a la psique del despreciable antihéroe que se nos presenta… aunque a lo mejor, muy a lo mejor, puede que este hombre lo único que necesite sea un abrazo.
La incomunicación, la lenta degradación de la vida, el paso del tiempo, darte cuenta de que es tarde para todo lo que te propusiste. La discapacidad física como lo opuesto y lo complementario del colapso mental. La ausencia de afecto en una relación viciada, de necesidad mutua, lo irrespirable de un pequeño mundo donde se dan cita las mismas personas, rincones, objetos. Las mismas lecturas y ejercicios extenuantes, sin fundamento. Imposible escapatoria, imposible el encuentro auténtico con el otro; de ahí el desprecio, el rechazo hacia el mundo exterior al yo, hacia el ser humano, siempre percibido como hostil y entorpecedor de nuestras supuestas capacidades. Un entorno físico que es más que mera localización; lugar frío, de aislamiento, abandonado de sus antiguas funciones, una ruina donde nadie en su sano juicio se instalaría… posesiones de familias adineradas, ociosas y finalmente arruinadas que viven de las rentas, que extirpan las alas de sus más jóvenes miembros.
El cruel asesinato, sabido desde el principio, se convierte en murmuración, como la narración es un intento de indagar en sus causas; nunca las sabremos, pero las podremos inferir de un testimonio que apenas varía, aún siendo varios los interlocutores. El sentido del oído como base de la percepción de una realidad que se reduce a voces captadas, tan aberrantes a veces como poseedoras de su lógica propia y atroz. Se ríe quizá el austríaco entre las líneas de este elaborado en extremo, aunque nunca definitivo ni cerrado producto literario, cuya muletilla más característica y repetida acaba por ser ese breve, ese sencillo “dijo al parecer”...