El peso concedido a la circunstancia española en las historias de la literatura es lo que ha hecho olvidar novelas como esta de 1953, ambientada en México y con una problemática que nada tiene que ver con lo social. Hay que decir ante todo que resulta admirable el modo en que Alejandro Núñez Alonso sostiene una trama psicológica, con pinceladas a veces deslumbrantes, sin parecer pretencioso, o rara vez, y con una buena asimilación de las técnicas narrativas puestas en marcha desde principios del XX, sin abusar de ellas.
Eso sí, tal vez el personaje sea más hipotético que real, como lo son los héroes de Tirso o de Unamuno, por ejemplo. Este Pablo Cossío nos hace partícipes, a lo largo de las trescientas y pico páginas, de los motivos por los que va a suicidarse inminentemente. Lo curioso es que Núñéz Alonso lo trata con cierto despego: hay un contraste llamativo entre la gravedad de los monólogos del personaje y su final, un tanto chusco.
El peso concedido a la circunstancia española en las historias de la literatura es lo que ha hecho olvidar novelas como esta de 1953, ambientada en México y con una problemática que nada tiene que ver con lo social. Hay que decir ante todo que resulta admirable el modo en que Alejandro Núñez Alonso sostiene una trama psicológica, con pinceladas a veces deslumbrantes, sin parecer pretencioso, o rara vez, y con una buena asimilación de las técnicas narrativas puestas en marcha desde principios del XX, sin abusar de ellas.
Eso sí, tal vez el personaje sea más hipotético que real, como lo son los héroes de Tirso o de Unamuno, por ejemplo. Este Pablo Cossío nos hace partícipes, a lo largo de las trescientas y pico páginas, de los motivos por los que va a suicidarse inminentemente. Lo curioso es que Núñéz Alonso lo trata con cierto despego: hay un contraste llamativo entre la gravedad de los monólogos del personaje y su final, un tanto chusco.