Resumen y sinopsis de Ensayos de Natalia Ginzburg
El saqueo cultural de América Latina resume la depredación de la que ha sido objeto, desde los tiempos de la Conquista, América latina. Fernando Báez aborda todos los espacios del saqueo: desde el hurto de piezas físicas hasta la homologación cultural y cosmológica de los pueblos ultramarinos. Se llevaron el patrimonio cultural tangible y derruyeron el patrimonio intangible, aniquilando las tradiciones y la memoria, imponiendo una forma hegemónica de pensamiento único.
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ENSAYOS de Natalia Ginzburg
Descubrí a Natalia Ginzburg, quizá la mejor novelista y escritora italiana del siglo XX, hace unos meses, tras la lectura de un poema suyo No podemos saberlo, de los dos que únicamente se conocen de ella, y tanto me impresionó que lo aproveché para un tema que estaba escribiendo en aquel momento.
Y hete aquí que hojeando, hace dos días, las últimas novedades en una de las librerías que frecuento, en cuanto vi un libro suyo en la sección Novedades, con el título “Ensayos” me lo traje a casa y lo comencé a leer ayer mismo.
Y hete aquí que, al abrir el periódico, hoy domingo por la mañana, me encuentro que Gustavo Martín Garzo, a quien considero maestro en el arte de hablar y escribir, ocupa la página de honor de EL PAÍS, destinada desde hace tiempo a Vargas Llosa, con el título “La cuidadora de ocas”, en el que glosa con enorme admiración, el libro de la escritora italiana, recientemente publicado, diciendo que “todo el libro es un hermoso ejercicio de inteligencia, ternura y bondad. No hay en él petulancia ni pedantería, y su tono es siempre el de una conversación. Un conversación llena de encanto, en la que asistimos a cada momento a la sorpresa del verdadero pensamiento”.
Por lo que me siento obligado a seguir leyendo con más calma, las prisas en esto no son nada buenas, bolígrafo en mano como acostumbro, y prometo que daré cuenta de él, desde la certeza de que ni la escritora italiana ni el escritor vallisoletano me defraudarán.
Me he asomado a Internet y la novelista Clara Sánchez, entre otros, dice que no se cansa de leer a esta escritora “genial” y aconseja a que “quien aún no le haya hincado el diente a la Ginzburg, que vaya a la fuente, que la lea y se quedará embobado”.
… y como lo prometido es deuda, aquí estoy de nuevo, para dar fe de lo leído y disfrutado.
• Los temas más nimios e insignificantes adquieren en esta mujer una belleza y luminosidad inusitadas y, como sin querer queriendo, alcanza una sabiduría y profundidad extraordinarias.
• No dogmatiza, no saca conclusiones, dejando las puertas y ventanas cerradas a cal y canto y pensamiento único, sino que deja siempre la puerta entreabierta para el que quiera asomarse por su cuenta y riesgo y, quien lo desee, estire el texto y continúe reflexionando a favor o en contra que, a buen seguro, ni lo uno ni lo otro la sacaban de quicio, por su talante de una tolerancia y humildad ejemplares, porque a esta mujer lo único que le importaba de la literatura (y del arte en general) es que sea “iluminador y estimulante”.
• Entra en todos los temas de puntillas y manifiesta, parece que de forma exagerada: “mi gran ignorancia, mi enorme pereza y mi absoluta ausencia de ideas…, la música es para mí un mundo desconocido…, mi memoria visual es bastante torpe e imperfecta…, entiendo muy poco de pintura…”, y así constantemente, pero cuando termina cada trabajo nos ha dejado, una obra de arte, un magnífico cuadro pintado con palabras y con palabras un aluvión de sinfonías enormemente agradables al oído más exquisito.
• Belleza en su prosa y profundidad en muchos de sus pensamientos como cuando después de haber hecho un deliciosa descripción del actor y cantante Paolo Poli nos regalará esta perla: “Cada cual tiene el éxito que su espíritu reclama; y cuando a uno el éxito lo vulgariza y lo desfigura es porque los gérmenes de la vulgaridad ya existían en él, y podían vislumbrarse en su espíritu incluso cuando estaba solo y en la oscuridad”. No se refiere al actor, porque leyendo la admiración de la escritora hacia el artista y su espectáculo te entra una infinita envidia de no poder disfrutar, como ella, de su presencia y su arte. O el retrato espléndido de su gran amigo el escritor y pintor Carlo Levi: “En sus cuadros había una festiva explosión de color. Los paisajes me parecían bellísimos, porque los azotaba el viento. Era un viento sin polvo de tempestad, un viento que b arría y desordenaba la naturaleza para abarquillarla y volverla más límpida”. O los comentarios de sus admirados y amigos Calvino, Pavese y Berlinguer.
• Y certero el análisis sobre la crítica literaria que se ha extinguido o casi como se ha extinguido o se está extinguiendo la estirpe de los padres. ¿Resultado? “Huérfanos desde hace tiempo, generamos huérfanos, pues hemos sido incapaces de convertirnos nosotros mismos en padres y así vamos en vano a la búsqueda entre nosotros de aquel del que tenemos una profunda sed, una inteligencia inexorable, clara y distinta que nos examine con distancia y desapego, que nos observe desde lo alto de una ventana, que no baje a mezclarse con nosotros en el polvo de nuestros patios; una inteligencia que piense en nosotros y no en sí misma, mesurada, implacable y límpida frente a nuestras obras”.
• Lo que más quisiera en la vida, quizá, vivir en un pueblo y ser cuidadora de ocas, de ahí el título del artículo de Martín Garzo, una cuidadora de ocas junto al arroyo “vigilando algo querido para que no le pase nada malo”.
• Habla de los temas serios sin gritar ni pontificar, y se agradece en estos tiempos de manifestaciones y griterío, sino con un gran respeto y una gran seriedad. Al hablar del aborto dice estar a favor de la legalización, pero le molesta que se hable de él como si fuera una fiesta libre y alegre. Sostiene que abortar no significa eliminar a una persona, sino el proyecto remoto y pálido de una persona, aunque varias veces utiliza el verbo matar, con lo que no estoy de acuerdo, e insiste que “abortar es en realidad matar, no ya a una persona sino la posibilidad de una persona”, pues, no, con todos los respetos sostengo, abortar dentro de la legalidad no es matar (seríamos asesinos los que somos partidarios del aborto en el marco de la ley, y yo no me considero asesino) sino interrumpir el proceso, eliminar la posibilidad de ser. Hay que distinguir el significado de seres en potencia y seres en acto, como nos enseñaron los clásicos. Una bellota, nos enseña el profesor Jesús Mosterín, no es una encina, es una bellota y un embrión no es una persona, es un embrión. Aunque no se puede no estar de acuerdo cuando con una sensibilidad exquisita y un estilo que mana como fuente de puros manantiales, pausado, armonioso y pulcro y te lleva por los meandros de una prosa tan serena como majestuosa: “Es una elección que pertenece por derecho a la madre, y sólo a ella… les pertenece sólo una horrible facultad de elegir, para una forma sin voz ni ojos, la vida o la nada. Es una facultad pesada como el plomo, una libertad que arrastra consigo hierros y cadenas, porque quien elige debe elegir por dos, y el otro está mudo. Se trata de lacerarse en una parte de uno mismo, matar una parte de uno mismo, arrancar de los propios miembros para siempre una precisa posibilidad viva e ignota…” Un tema serio para ser tratado así, sin alharacas, sin desgañitarse, sin apabullar, sin herir.
• Se acerca asimismo a Dios con gran respeto tanto hacia los creyentes como a los no creyentes, un Dios que se esconde, del que nadie puede apropiarse, y dice esto tan bello: “creer es como una vela encendida entre viento y lluvia en una noche de tormenta”, o esto tan serio: “los que nos creen deben tener en cuenta que hay personas para las que un mundo sin Dios es algo atroz”, o eso otro tan didáctico, cuando aconseja a los padres no creyentes, que eviten negar su existencia ante sus hijos pequeños, porque entonces: “¿cómo se enfrentarían a la terrible angustia que a todos los niños les produce la muerte?”. Y dice creer en Dios, “aunque de manera caótica, atormentada y discontinua”
• Y a medida que va avanzando en años, prácticamente todos los escritos de la segunda parte del libro, cuando anda por los 70 y los 80, va aumentando su sabiduría, su energía, su espíritu crítico (toma partido y se moja, aunque deja claro que es simplemente su opinión) y su combatividad, al lado de una inmensa ternura como la que desborda al referirse a personajes débiles y marginales, y de una tremenda dignidad.
• etc, etc., porque el comentario se haría interminable, un libro para degustar, nada de devorar, sino subrayar, volver sobre él y aprender siguiendo su estela.