Comentarios y opiniones de Los condenados de la Tierra
JackNicholsonLos condenados de la Tierra7
Un libro que es fruto de su época y contexto; el de la guerra de liberación argelina y los incipientes estados surgidos tras la dominación europea, los cuales vendrían a formar parte del llamado tercer mundo. Los fundamentos que sigue pueden tacharse de rígidos, reduccionistas y simplificadores. Pero su importancia es clave; por vez primera, Fanon otorga una voz a los oprimidos por el colonialismo, aboga por el surgimiento de una conciencia propia del hombre colonizado, que le devuelva una dignidad de la cual ha sido despojado... y finalmente, esboza una teoría para la liberación de éste. La inspiración viene de ideas tomadas del marxismo y del psicoanálisis. El estilo es a veces imprecatorio, el tono, indignado y nada dubitativo al denunciar la injusticia. En primer lugar, expone una polémica defensa de la violencia como forma de romper radicalmente con la colonización; una violencia que retorna al amo, interpretada por éste como un salvajismo inherente al negro, árabe, etc. pero que resulta ser una consecuencia de los actos del colonizador, acumulada hasta que estalla y devuelve la dignidad al colonizado, haciéndole de nuevo sujeto y no objeto. Hay que rechazar la idiosincrasia europea; la nueva nación debe ir por su cuenta, no colaborar, no negociar con la antigua metrópoli, ni participar en su estructura social... aquí hay una crítica a las élites parasitarias y próximas a una autoridad colonial con la cual se identifican, que no generan beneficio alguno. Fanon confía en la población más mísera, la del medio rural, destribalizado y espontáneo, libre de influencias perniciosas y en el cual reside el futuro de la nación. Llegamos a la última parte del libro; frente a lo destructivo, lo constructivo. La violencia inicial, por sí sola, no lleva a nada, es necesaria una política que aglutine a toda la población para hacerla prosperar y que nazca el hombre nuevo. La cultura debe desprenderse de tópicos y folklorismos, así como de un nacionalismo estéril, debe ocupar su lugar una cultura más combativa, integrada en la nueva realidad. El identitarismo racial también debe trascenderse, pues es útil únicamente en la medida que permite desligarse de la cultura opresora, en un primer momento de la lucha nacional. Cultura e identidad van de la mano, imbricadas en esta lucha. La violencia con fines políticos frente a la difícil construcción/legitimación de la nación, la cultura hegemónica europea frente a la particular de otros pueblos, las desigualdades sociales en el primer y en el tercer mundo; dilemas que son tratados en este libro y que no han perdido actualidad.
Un libro que es fruto de su época y contexto; el de la guerra de liberación argelina y los incipientes estados surgidos tras la dominación europea, los cuales vendrían a formar parte del llamado tercer mundo. Los fundamentos que sigue pueden tacharse de rígidos, reduccionistas y simplificadores. Pero su importancia es clave; por vez primera, Fanon otorga una voz a los oprimidos por el colonialismo, aboga por el surgimiento de una conciencia propia del hombre colonizado, que le devuelva una dignidad de la cual ha sido despojado... y finalmente, esboza una teoría para la liberación de éste. La inspiración viene de ideas tomadas del marxismo y del psicoanálisis. El estilo es a veces imprecatorio, el tono, indignado y nada dubitativo al denunciar la injusticia. En primer lugar, expone una polémica defensa de la violencia como forma de romper radicalmente con la colonización; una violencia que retorna al amo, interpretada por éste como un salvajismo inherente al negro, árabe, etc. pero que resulta ser una consecuencia de los actos del colonizador, acumulada hasta que estalla y devuelve la dignidad al colonizado, haciéndole de nuevo sujeto y no objeto. Hay que rechazar la idiosincrasia europea; la nueva nación debe ir por su cuenta, no colaborar, no negociar con la antigua metrópoli, ni participar en su estructura social... aquí hay una crítica a las élites parasitarias y próximas a una autoridad colonial con la cual se identifican, que no generan beneficio alguno. Fanon confía en la población más mísera, la del medio rural, destribalizado y espontáneo, libre de influencias perniciosas y en el cual reside el futuro de la nación. Llegamos a la última parte del libro; frente a lo destructivo, lo constructivo. La violencia inicial, por sí sola, no lleva a nada, es necesaria una política que aglutine a toda la población para hacerla prosperar y que nazca el hombre nuevo. La cultura debe desprenderse de tópicos y folklorismos, así como de un nacionalismo estéril, debe ocupar su lugar una cultura más combativa, integrada en la nueva realidad. El identitarismo racial también debe trascenderse, pues es útil únicamente en la medida que permite desligarse de la cultura opresora, en un primer momento de la lucha nacional. Cultura e identidad van de la mano, imbricadas en esta lucha. La violencia con fines políticos frente a la difícil construcción/legitimación de la nación, la cultura hegemónica europea frente a la particular de otros pueblos, las desigualdades sociales en el primer y en el tercer mundo; dilemas que son tratados en este libro y que no han perdido actualidad.