Resumen y sinopsis de Érase una vez el amor pero tuve que matarlo de Efraim Medina
Peligrosa, censurada, temida y odiada, Érase una vez el amor pero tuve que matarlo ha corrido la misma suerte de su autor pero, como él, ha sobrevivido a la estupidez y las balas. Efraim Medina Reyes es el más brillante, peligroso y sagaz escritor de la actual narrativa colombiana, y en esta novela da muestras de eficacia, sensibilidad sin límites (entendida como capacidad de moverse entre lo sublime y lo vulgar) y coraje. Sin duda, uno de los títulos más conocidos de Efraím Medina y que supuso su confirmación como una de las voces más contestatarias de la narrativa colombiana de su generación.
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Superfluo, vacío e incoherente. Su prosa es insípida y pedante sin reflejar ningún conocimiento ni llegar a un punto concreto de conclusión; su manejo del espacio-tiempo es tan deplorable como su aquejo de la cultura colombiana y latinoamericana; sus personajes son tan intrascendentes e inacabados como el carente argumento del libro.
Esto es una clara muestra de lo que ya nos había hablado Harold Bloom: los medios masivos de comunicación han destrozado un amplio espectro de la creación literaria, hemos perdido la sabiduría con el conocimiento y el conocimiento con la información.
Se puede apreciar en el autor una megalomanía que se confirma, incesantemente, en el sensacionalismo de su discurso y apariciones en la prensa que son iguales que esta novela (si es que se puede llamar así).
También se puede apreciar el grado de aculturación (transculturación) del cual no se puede juzgar como individuo; sus serios problemas de identidad se reflejan en su desprecio por el Joe Arroyo y el Rock en español (No es que deba amarlos, es que los "odia" por su necesidad de una identidad anglosajona frustrada), "Por qué no se van" de los prisioneros le queda muy bien. Criticar a Shakespeare es arriesgado e insostenible, y solo le quedaba bien a Tolstói. En resumidas cuentas parece, aparentemente, que el autor es tan malo como sus obras; la revista El Malpensante ha dado a conocer la farsa autobiográfica que es el señor Medina Reyes.
Sinceramente jamás pensé que fuese a encontrar un escritor más deprimente y pésimo que Coelho, pero lo encontré, Coelho por lo menos le encuentra un ínfimo hilo conductor a sus narraciones. Al menos que la divina providencia literaria descienda desde un universo paralelo a exhortarme que vuelva a leer a este señor, lo leeré. Por ahora intento superar el trauma, en Colombia, leyendo Memoria de mis putas tristes, como colombiano.
Después de un intercambio de opiniones en Twitter con el autor, cuya prepotencia y obstinación es inverosímil, decidí leer este panfleto, tan contradictorio y absurdo que proliferan en él las posturas machistas y anacrónicas cuando su autor enarbola la bandera del homosexualismo para tratar de provocar los sectores más conservadores de una sociedad caduca. Es todo falso, una postura nada más, un intento burdo por provocar, pero en el fondo del crisol no queda nada. Absolutamente nada.
Efraim Medina Reyes es muy malgeniado cuando escribe; lo cual no es ningún mérito literario. La literatura es compromiso estético y creación. La contracultura pretende desahogarse y por eso quiere destruir la literatura, craso error, para eso existe el punk u otros géneros más apropiados de expresión artística.
El título me llamó la atención. La novela, sin embargo, es un quiero y no puedo. El autor intenta hacer un libro absolutamente genial de desapegados, de marginados, pero es irregular, llenó de clichés y de actitudes machistas. Es un libro de autor novel, que quiere condensar las escenas más intensas, lo que lo convierte en una historia artificial e inverosímil.