Resumen y sinopsis de Relatos de fantasmas de Edith Wharton
Autora de importantes novelas, como «La edad de la inocencia», EDITH WHARTON (1862-1937) desplegó plenamente su talento narrativo en el relato corto, del que constituyen una inmejorable muestra estos once RELATOS DE FANTASMAS que se abren con un cuento publicado en 1904 («La campanilla de la doncella») y concluyen con otro escrito poco antes de su fallecimiento («El día de difuntos»). La inquietante atmósfera común a todos ellos, proveniente, quizá, del «mundo poblado de horrores sin forma» propio de la infancia de la autora, confirma una vez más que todos los humanos conservan un instinto de lo espectral que les permite asomarse en cualquier lugar y momento a dimensiones ocultas de la realidad.
Son cuentos que a estas alturas no nos van a matar del susto, pero cuya autora modela cuidadosamente a partir de una materia tan efectiva como frágil, como es el miedo. Escritos a lo largo de los años, tratan la figura del fantasma a menudo como augurio o signo de algo que aún resuena, de secretos que alimentan esos puntos ciegos, regiones oscuras de la vida donde la incipiente modernidad aún no llega. Se ambientan en zonas rurales de Nueva Inglaterra, en la bullente Nueva York de principios del siglo XX o bien en la campiña inglesa. Los protagonistas suelen ser la clase alta y su servidumbre, o bien quienes medran en su compañía o les asisten en sus necesidades físicas o espirituales. Personas, a menudo, con una aguda percepción de los fenómenos que escapan a los sentidos, para ciertas sensaciones, antes que presencias directas del mal.
“La campanilla de la doncella” se sustenta en el misterio, en el silencio y la ambigüedad, antes que en la explicación lógica y coherente. La historia de adulterio y de violencia doméstica la percibimos de manera indirecta y mediante pistas. Los fantasmas parecen estar aún ahí para cumplir la función que no pudieron llevar a cabo en vida, pero el trato con ellos es equívoco, tanto como sus intenciones. En una línea muy similar, “Embrujado” nos lleva a esos pueblos perdidos y nevados donde la existencia es difícil y cuyos habitantes cargan en silencio con sus pérdidas y frustraciones personales; la supuesta aparición que uno de ellos dice haber visto conduce a una serie de indicios ilógicos y todo queda en el aire, callándose las cosas antes que diciéndose abiertamente… En cambio, “El día de difuntos” cae en el error de intentar explicar quizá más de la cuenta, pese a lo cual no deja de ser un ejercicio mayúsculo de ambiente, que recrea un suceso inexplicable (la desaparición repentina de todo el mundo y cómo un silencio de procedencia no natural se apodera de una casa), próximo al horror absoluto, que le puede ocurrir a cualquiera; en este caso, a una persona con la cabeza bien amueblada y para nada afín a supersticiones.
“Los ojos” se sirve de la técnica del relato enmarcado para presentarnos a un narrador frívolo y de vuelta de todo que cuenta sus anécdotas a una concurrencia a la que le gusta manipular y epatar. La visión de unos siniestros ojos flotantes en distintos momentos de su vida parecen exhibir o dejar en evidencia la faceta oscura de su ser; el de alguien que se esfuerza por actuar bien, pero la cruda verdad acaba saliendo a la luz. Y algo parecido ocurre con uno de los mejores textos de la recopilación, como es “El triunfo de la noche”, donde conocemos a un individuo que es el típico burócrata mediocre, kafkiano, de nuevo bienintencionado y sensible, pero incapaz de hacer nada ante las imágenes perturbadoras que se le presentan. Que anuncian la victoria de un poder cuya faz es anodina, pero que se desarrolla y maquina en las sombras, moviendo los hilos de la economía y destruyendo lo puro e inocente, sin frenarse ante nada ni nadie.
Esa idea de un mal en estado larvario (“Después”), se traduce en las acciones un tanto sucias o dudosas de quien tiene la sartén por el mango en cuanto a su posición social y la conciencia demasiado tranquila, pero que irrumpen insidiosas en la tranquilidad cotidiana de una vida cómoda y respetable. La aparición se revela como tal con efecto retardado, es eso que no encaja, cuyo significado sólo se entiende a posteriori, cuando el mal está hecho y tiene lugar un suceso aún más espeluznante que cualquier percepción paranormal; la desaparición misteriosa y sin dejar rastro.
El fantasma puede ser el criado fiel (“Mr. Jones”) o la primera esposa fallecida de un abogado de éxito (“El grano de la granada”), tienen en común el empeñarse en continuar rigiendo el destino de quien aún siguen en esta tierra, así como el ser custodios de un importante saber que les atañe, cuya revelación no permitirán que se produzca fácilmente. El fantasma puede de hecho no existir, ser imaginario, pero más real aún por ello (“El espejo”), por formar parte de la sugestión a la que se aferran personalidades inestables, nerviosas y desesperadas. Surge aquí una interesante cuestión moral, al plantearse hasta qué punto es ético alimentar ciertas falsas ilusiones y fantasías cuando se persigue con ello un buen fin, pero se traicionan en cambio otros principios.
“Kerjol” y “Miss Mary Pask”, por último, me parece un tanto inferiores al resto. En la primera, las presencias sobrenaturales que llevan a cabo su venganza no son humanas sino animales, las de los mejores amigos del hombre, como parte de viejas leyendas que se remontan a épocas de damiselas condenadas arbitrariamente, custodiadas en sus frías mansiones por nobles que las someten a una muerte en vida. El segundo es un relato triste aunque inevitablemente gracioso y disparatado en torno a un ser verdaderamente espectral; la solterona, que sufre la soledad y el abandono, como tantas mujeres necesitadas de afecto y olvidadas por el mundo, que a efectos prácticos lo mismo pudieran estar vivas o muertas y nadie notaría la diferencia…