Resumen y sinopsis de Parientes pobres del diablo de Cristina Fernández Cubas
He aquí tres historias en las que el lector difícilmente podrá escapar de su irresistible capacidad hipnótica. Un comerciante sufre en África los efectos de una extraña maldición al alojarse en un pequeño hotel en apariencia tranquilo y confortable. Un joven de buena familia decide emplear su tiempo y sus viajes en investigar una casta humana nacida para el mal, perfecta encarnación de lo diabólico. Una anciana suspicaz, temerosa de que sus familiares la ingresen en una residencia, atribuye a un «simpático» moscardón su alteración de rutinas y el reencuentro con viejas compañeras de colegio, con las que revive —¿o transforma?— escenas del pasado. Son tres relatos deliciosamente perturbadores en los que, como en las mejores historias de Henry James, las apariciones, los fantasmas o los sueños nos hablan no sólo de las interioridades más recónditas del individuo. También de los cambios irremediables en los que su vida se precipita.
“Parientes pobres del diablo” es el final de una andadura dentro del cuento que se cierra con lo que sería un tríptico de novelas breves, que condensan y amplían obsesiones, motivos recurrentes y que destacan tal vez por un rasgo reflexivo y existencial.
La que lleva este título es, en opinión de quien suscribe, la mejor de las tres, empezando por la teoría con que elucubra la existencia en nuestra sociedad de una casta invisible de emisarios del infierno, desheredados imbuidos de la fuerza del mal que desconocen sus orígenes “humildes”, pero que en nuestra tierra serían quienes hacen y deshacen, exhiben ciertos comportamientos manipuladores que les delatan como aquellos a quienes conocemos con nombres como psicópatas, personas “tóxicas”… Volvemos a los fantasmas de carne y hueso y a lo fantástico como explicación de una realidad: la de gente por encima del bien y del mal que lo tiene todo y no tiene nada, que pese a todo, son vistos con compasión y que, pese al sino trágico que parece acompañarles, pueden a veces ser capaces de actos de valentía que les redimen hasta cierto punto.
“La fiebre azul” se sitúa en un país africano donde el protagonista se ve afectado por una rara enfermedad o condición, asociada con el color azul. Lo que al principio se asemeja a un maleficio acaba siendo una iluminación, una comprensión de una otredad, una palabra (“ajajash…”) que no sabemos qué significa pero que contiene tal vez la clave de lo que en verdad importa. Adquiere pues una percepción más auténtica de la realidad, mostrándose a las claras los engaños a los que podemos someternos a nosotros mismos, que expresa lo que nadie quiere admitir. El doble aquí es la mentira, propia de quien no deja de ser un falsificador y traficante que vive una vida, tanto en lo económico como en lo personal, que no es sino un simulacro en descomposición.
Finalmente “El moscardón” es un retrato de la senilidad con la presencia de un insecto como detonante de la memoria, cada vez más quebrada, de una anciana. Le vienen los recuerdos confusos de tiempos, lugares, anécdotas y asociaciones de ideas, personas del pasado, frustraciones vitales, así como la incomprensión de un mundo que ya no le pertenece y que se disgrega en una perspectiva distorsionada; llamativo es que una cuestión tan triste adquiera, pese a todo, un punto de simpatía y de fábula, poco antes de adentrarnos en la antesala de una fiesta, de una noche perpetua que a todos nos espera.
Libro compuesto por tres cuentos de diferente nivel cada uno. El bueno es "La fiebre azul" (en un hotel africano, el protagonista contempla su cuerpo al dormir). El de nivel medio se titula "Parientes pobres del diablo" (buena idea central sobre demonios escondidos en personas, pero denso en su ejecución). Por último, el de bajo nivel se llama "El moscardón" (anodinos recuerdos de una anciana en su senectud).