Resumen y sinopsis de El descenso del monte Morgan de Arthur Miller
Lyman Felt se despierta postrado en una cama de hospital tras un aparatoso accidente de coche que ha estado a punto de costarle la vida cuando descendía el monte Morgan en su coche deportivo. Felt, hombre resuelto y jovial, encarnación del triunfador, parece tenerlo todo: una envidiable seguridad en sí mismo, una próspera compañía de seguros, unos hijos encantadores que le adoran... y dos esposas. Y ambas acuden, sin conocer la existencia de la otra, jutno a su lecho de enfermo.
El descenso del Monte Morgan de Arthur Miller
Comentario por Gustavo Cappelli y Carlos Vilaseca
La lectura de las primeras páginas del libro no me atrapó, pero la insistencia de un colega que había presenciado la puesta en escena de la obra unos días antes, me permitió mantener la vista sobre el resto de las hojas. (Buenos Aires, enero del 2011, puesta en escena en el teatro Metropólitan).
De todos modos antes de llegar a la mitad del guión, Arthur Miller, en boca del protagonista: Lyman; me sumergió en las profundidades de esta historia, de la que aún hoy sigo salpicado por numerosas razones.
Voy a procurar hacer mi comentario sin describir mucho el argumento y preservar el misterio del final de modo de conservar el espacio para que cada lector busque y encuentre el final dentro de sí, o no.
Con la varita psicoanalítica en la mano se puede convertir, interpretar y sobre-interpretar el contenido de esta historia de diferentes maneras. Se lo puede tomar desde el lugar del diagnóstico, y clasificar la posición del protagonista como una neurosis obsesiva, esto lo permite si recortamos la división entre la corriente tierna y la erótica. El mismo Lyman lo confirma con sus palabras: … “Vuestras corrientes opuestas son como cables eléctricos pelados”. (Página 54) Una de las mujeres puede ser considerada como: “La Señora, inexperta sexual, con su maternidad abnegada” (página 54) y la otra la carne: “en un principio, al menos, todo era carne” (página 55).
Como en toda neurosis obsesiva no está ausente el tema de la muerte y lo transitorio de la vida: “Sólo necesitaba brindarnos una ocasión furtiva para mirarte una vez más, la vida es tan absurdamente corta…”, (página 110) “…. Me quedo con esta anacrónica energía que Dios me ha dado y que usaré hasta que me echen la palada de tierra en la boca, ¡Vida…! ¡A la mierda la muerte y el morir…!” (Página 104).
Y hablando de muerte, no falta la posible vida de escritor que Lyman dejó sepultada en el pasado y las frases del padre que marcan un camino, en relación al éxito económico.
También la obra inyecta una fuerte crítica a la monogamia, el matrimonio y la manera de llevar adelante esos ideales. Sin duda se puede desde el psicoanálisis hacer algunos comentarios apoyándonos en las palabras de Lacan, que aunque no recuerdo con exactitud, nos indica una y otra vez que algo en la relación sexual se juega como imposible de acomodar y que esa palabra empeñada en el matrimonio se erige como semblante en tanto pretende velar eso imposible que se juega en la relación entre hombres y mujeres. Y Lyman no cesa de cuestionar los semblantes, los ideales y la palabra empeñada.
Esta es una época donde lo simbólico, los acuerdos, los ideales se mueven con una tendencia a no quedar tan empeñados por la palabra dada, por lo tanto esos contratos o pactos simbólicos con mayor inconsistencia afectan la manera de subjetivizar las infidelidades y otras situaciones que antes eran hechos que indudablemente provocaban vergüenza, dolor, arrepentimiento o culpa.
Lyman conoce las ventajas de estos nuevos tiempos de relativismo, cinismo y canallada, Tiene un excelente manejo de las palabras, y el guión nos hace ver las consecuencias de dicho manejo en lo amoroso. Leah, una de sus amadas, lo describe muy bien cuando estando en la mesa de reuniones se le ocurrió: “Me habla a mí básicamente”. Pero luego se dijo a sí misma: “Esa debe ser la razón por la que es tan buen vendedor, porque todo aquel con quién habla se siente amado” (página 59).
Por eso solo vamos a tomar el uso que hace Lyman de la “presunta división” a la que no está sujeto.
Con implicación subjetiva en la división, podríamos tomar en cuenta la culpa, o el reconocimiento de los errores que cometió uno en la vida, esas fallas, esos actos fallidos, que nos interrogan todo el tiempo. Otra forma de división puede ser la duda, o lo que se juega en el momento de llevar a cabo una decisión.
Cuando Theodora, la otra amada esposa, lo acusa de hombre vulgar e insensible, Lyman hace presente la idea del error, para luego afirmarse en otros aspectos como por ejemplo como se ganó bien la vida (página 88).
O cuando el amigo Tom le dice que ha dañado a esas mujeres, (el lugar de víctima- perjudicada) es explotado en esta historia, entonces Lyman dice que le ha dado a sus esposas una vida interesante y hasta mucho dinero.
También es verdad que la muerte nos parte, nos divide, y que no tenemos todo el tiempo del mundo; apoyado en eso Lyman aprovecha para “gozar de la vida”, ya que el tiempo es corto.
No deja afuera en su discurso el tema de de la culpabilidad, pero que lo hable no significa que esté atravesado por ella, que realmente lo divida, y comienza diciendo que la felicidad de una de sus mujeres lo pone triste, y termina vociferando “al diablo la culpabilidad”. (Página 109)
Volviendo sobre el tema de la victimización, termina afirmando que “La verdad”, en esta historia, es que el único que sufrió fue él. ! En realidad, si tengo el valor de admitir la estúpida verdad, el único que ha sufrido durante estos nueve últimos años he sido yo! (página 93)
Es decir las explicaciones, los argumentos tales como la necesidad de tener mas de una mujer o lo que implica el matrimonio para la satisfacción de un hombre, son explicaciones que buscan justificar su goce. Porque si algo queda claro en este triángulo es que el único que decide es el goce. Y la conclusión se nos estrella en la cara haciendo caer todas las máscaras: al goce no se lo puede domesticar, no soporta el molde de ningún ideal sea el que sea; la monogamia, la bigamia, o la poligamia, siempre queda un resto que se escapa.