Resumen y sinopsis de Todas las mañanas del mundo de Pascal Quignard
Todas las mañanas del mundo narra la relación entre Marin Marais, el violista y compositor de la corte francesa de Luis XIV, y su enigmático maestro Sainte-Colombe. Al cumplir diecisiete años, Marais le pide a Sainte-Colombe que sea su mentor. Éste se queda impresionado de su dominio de la técnica, pero advierte a su discípulo que su interpretación carece de algo fundamental para ser un músico excepcional: alma.
El señor de Sainte Colombe, un prodigioso maestro de viola, vive sumido en una honda tristeza desde que murió su mujer. La música es su único consuelo, y el hilo que le une al amor de su vida. Pronto sus improvisaciones son alabadas en París y su fama llega a oídos de Luis XIV, que lo quiere en su corte. El rehúsa la invitación y se recluye día yr-noche en la cabaña que ha hecho construir en la morera de su jardín.
La llegada de Marin Marais, un joven de diecisiete años que le pide que sea su maestro, rompe su rutina. Sainte Colombe ve que se está haciendo viejo y no ha encontrado aún quien le suceda con la viola. Marais domina la técnica, pero eso no lo es todo para ser un gran músico.
Saint Colombe es un huraño y genial intérprete de viola que vive apartado del mundo y con la única compañía de sus dos hijas. Marin Marais, su joven alumno, no tarda en convertirse en un hombre mundano y de éxito. El primero es un incomprendido que desarrolla una vida espiritual más auténtica, más intensa, que la de cualquiera, entregado a mantener vivo el recuerdo de su esposa fallecida, a la que invoca en soledad mediante su música. Marais, por el contrario, busca satisfacer su deseo material y físico, juega con el corazón de las hijas del maestro, lo cual trae fatales consecuencias; el auténtico muerto en vida no es otro que él mismo. En esta breve novela de tesis, los muertos siguen muy presentes en la vida de los vivos (ya sea realmente, ya sea por causa de la locura de quienes hablan con ellos, poco importa), mientras que los que están vivos no comprenden, permanecen ciegos (o más bien sordos) a la auténtica realidad que a todos nos espera y que sólo algunos visionarios logran discernir.
El autor parece querer abordar ciertos aspectos sombríos de la existencia y considerados tabú, así como hallar el sentido real de la música; una forma de ascetismo, de conjurar presencias, o de expresar lo que el mero lenguaje y la voz humana no pueden expresar (la voz es descrita más como una limitación, pues cuando Marais pierde la suya al entrar en la pubertad, cree haberlo perdido todo…), algo que nunca puede ser un espectáculo o una exhibición de técnica, sino más bien una expresión sincera del dolor más íntimo. Así, el insobornable Saint Colombe, con sus tendencias hasta cierto punto necrófilas y en apariencia poco sanas para la mente, acaba teniendo razón, y así acaba entendiéndolo Marais. El autor realiza un ejercicio de depuración de la escritura que le lleva a prescindir de cualquier frase hueca y manida, como si la desconfianza en la palabra le condujera, como conclusión lógica, a buscar la precisión y a decir únicamente lo que ha venido a decir y nada más.
Esta novelita, rapidísima de leer, pretende hablar de la esencia de la música, de su secreto, pero tomándose tan en serio a sí misma y con metáforas tan ñoñas que acaba siendo cursi.