Resumen y sinopsis de Jakob von Gunten de Robert Walser
«Aquí se aprende muy poco, falta personal docente y nosotros, los muchachos del Instituto Benjamenta, jamás llegaremos a nada, es decir que el día de mañana seremos todos gente muy modesta y subordinada. La enseñanza que nos imparten consiste básicamente en inculcarnos paciencia y obediencia, dos cualidades que prometen escaso o ningún éxito. Éxitos interiores, eso sí. Pero ¿qué ventaja se obtiene de ellos? ¿A quién dan de comer las conquistas interiores?».
Así empieza Jakob von Gunten, la tercera novela de Robert Walser, la más amada por el autor, y también la más discutida e innovadora, escrita en 1909 en Berlín, tres años después de haber dejado el centro donde se había educado. El gran protagonista de esta historia «singularmente delicada», según un juicio de Walter Benjamin, es el propio instituto: el alumno Jakob, a través de su diario, nos introduce en todos sus secretos, en sus dramas y pequeñas tragedias y en todos sus misterios, convirtiéndolo en uno de los escenarios verdaderamente memorables de la literatura del siglo XX.
Lo único bueno que tiene es que es breve. Apenas he conectado con la novela y me he dispersado mucho, ya no sé sí será por culpa mía, o porque la verdad tampoco aporta mucho esta lectura.
Libro muy original. Tiene buen ritmo y el protagonista está muy bien construido.
El Instituto Benjamenta es una escuela para muchachos que prepara a las nuevas generaciones para enfrentarse al mundo adulto. Lo hace mediante una disciplina férrea pero absurda y sin fundamento, con el empeño de producir hombres formales y correctos en todo; seres tan grises, tan adaptados a los convencionalismos, tan fotocopiados entre sí… que más bien es una escuela para adiestrar a los perfectos sirvientes, por no decir esclavos. Regido por el tiránico Herr Benjamenta, la llegada de Jakob cambiará un tanto la cosa. Se trata, en principio, de la típica novela formativa sobre un joven dando sus primeros pasos en la vida. Pero en lugar de rebelarse ante tan horrible panorama, este Von Gunten lo que encuentra es deleite, felicidad incluso, en alcanzar semejante nivel de servidumbre, en un ambiente tan irrespirable. Se encuentra cómodo con las normas, con la limitación de su libertad, gracias a lo cual desarrolla una fuerte personalidad interior. El conformismo absoluto, el asumir ser “un cero a la izquierda” y renunciar a cualquier grandeza, a cualquier expectativa de triunfo mundano, le colocan en una posición incluso privilegiada. Disfruta de sus escasos paseos, idealiza a uno de sus compañeros, que se ajusta al milímetro al perfil de hombre-criado que persigue la institución, sin dejar de sentirse atraído por los secretos de un lugar lúgubre, inhóspito, pero que se le revela como un universo mágico, habitado por individuos muy singulares.
El relato adopta una forma de diario, de torrente de pensamientos dispersos y cotidianos, denso, pero en absoluto rebuscado en cuanto a estilo. Es pura paradoja y podemos entenderlo o bien como un alegato a favor de la mediocridad, que roza lo subversivo precisamente en ese afán de anularse uno como persona, o bien como un colosal ejercicio de ironía, cuyo autor en el fondo se está riendo discretamente de todas las normas ridículas, de todos los intentos por domar al individuo. Aún así, sorprende que nuestro Jakob no sea alguien embrutecido, como podría dar a entender su sintonía con tan tristes principios, sino al contrario; es un chico perspicaz cual encantador granuja, talentoso, cuyos comentarios desprenden un halo de inocencia. Capaz de observaciones agudas de todo lo que le rodea; de sus compañeros de clase, del mundillo burgués anodino pero fascinante en que se mueve su hermano… de unas criaturas tan frustradas como son los Benjamenta, quienes nunca han llegado a vivir de verdad y ya es demasiado tarde quizá para ellos, a la búsqueda de un contacto humano cada vez más imposible, intentando sacar adelante una institución en franca decadencia. El argumento queda reducido a la mínima expresión y ocasionalmente irrumpen en él ciertas visiones oníricas que acaban por desvincularlo de cualquier posible realismo, y su lugar lo aproximan quizá esa estética kafkiana y expresionista en la que suele encuadrarse al autor.
Walser es un escritor que me cuesta pero que me gusta muchísimo. Sus personajes me parecen originalísimos. La manera fragmentaria que tiene de narrar, con textos breves, consigue hacer que te formes una idea clara del mundo en que se encuentran sus personajes. Aunque los párrafos parezcan escritos al albur, todo queda unido en su aparente disgregación. La voz de Jacob hila las diferentes escenas que nos relata acerca de su vida en el Instituto Benjamenta. Habla de la experiencia gris, de aprender a aceptar ser un cero a la izquierda, todo con una acerada ironía.