Resumen y sinopsis de La Quimera de Emilia Pardo Bazán
Es una opinión casi unánime entre la crítica que "La Quimera" inicia o, al menos, consolida un cambio de rumbo en la manera de novelar de Emilia Pardo Bazán, caracterizado por los análisis psicológicos minuciosos, el interés por el esteticismo, las tendencias espiritualistas, la apertura al mundo del misterio y la irracionalidad, la defensa del Ideal contra la Razón o el estilo poético e impresionista, entre otros aspectos de notable interés. Inspirada en personajes y sucesos del Madrid reciente, "La Quimera" parte de un fondo autofictivo para construir una sátira social y en palabras de su propia autora "estudiar un aspecto del alma contemporánea" por medio del arte literario.
Silvio Lago es un pintor frustrado que sobrevive entre Madrid y París como retratista al pastel de las damas de alto copete mientras intenta realizar su sueño, o “quimera” particular: ser un gran artista. No le interesa el dinero, tampoco la fama ni el éxito social; tan sólo experimenta un deseo ferviente, que roza la obsesión, de pasar a la posteridad como uno de los grandes de la pintura.
Más bien negativo y antipático es este peculiar héroe que elige la autora para su novela, inspirada al parecer en un modelo humano real; el poco conocido Joaquín Vaamonde. Pese a lo elevado de su aspiración, es un individuo orgulloso y de tendencias misóginas, con poco o nulo interés en tender vínculos humanos con quienes conoce a lo largo de su peripecia vital, salvo contadas excepciones.
La quimera, sin embargo, es ese espíritu maligno que está siempre al acecho, un anhelo que parece encarnarse según las inclinaciones de quien lo padece; como Clara Ayamonte, espíritu sublime y elevado, desengañado del amor romántico y vuelto hacia la fe mística, hacia la única forma de amor capaz de colmarlo. O Espira Porcel, modelo de mujer fatal, de placer superficial, artificio decadente inmerso en la frívola vida parisina, pero hastiado, corrompido y fatalmente tocado por el mal.
La feria de las vanidades que es el mundo elegante de las ciudades, con nutrido desfile de aristócratas y demás personalidades enriquecidas, donde el automóvil es una excitante novedad, se contrapone además a la idealización de la vida campestre y retirada, de sereno recogimiento, propia de la Galicia natal de doña Emilia, el espacio idílico del que partir y al que regresar.
¿Cómo se forja la “voz propia” del artista? ¿A través de un trabajo paciente, o más bien depende de un talento innato? No se resuelve esto, pues lo que interesa es el peligro de cifrarlo todo en estas ilusiones y despreciar lo demás. La novela busca ser, además de un pulso entre vida y arte, materia y espíritu, el estudio de un “temperamento” excesivo pero débil, de un alma afectada por una pasión que enferma y destruye, concebida en términos absolutos de triunfar o morir. El espíritu terminará por ser para Silvio la única salida, pues si no se puede alcanzar lo inalcanzable, la inmortalidad artística, alcanzarla mediante la fe será el consuelo, la transformación que dará descanso a su ser… que no para el de quienes se quedan en este mundo y prosiguen en su empeño creador.
El auténtico protagonista, por ser objeto de discusión, es el arte y sus diversas escuelas. Dado que la naturaleza no existe más que en forma de ideal, se desconfía por tanto del realismo-naturalismo profesado por la propia Pardo Bazán, en numerosos párrafos y discursos que sorprenden por oponerse esta tendencia, tan suya.
El acabado final es muy desigual. Muchas técnicas, pero no todas bien logradas ni justificadas; narrador omnisciente, forma epistolar, de diario, digresiones poéticas y extensas descripciones pictóricas y de objetos… incluso un prólogo a la manera de una obra teatral de temática mitológica. Se alterna ese vigor descriptivo y de vocabulario con una tendencia a un barroquismo estilístico, tan sumamente elevado y afectado, que dificulta y entorpece la lectura, por lo que el resultado es una obra que funciona de manera intermitente.