Resumen y sinopsis de Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Escrita en la «década prodigiosa» de la narrativa española del xix, que vio la aparición de novelas como «La Regenta» (L 5009), «Fortunata y Jacinta» (BA 0136 y BA 0137) o «Los Pazos de Ulloa» (L 5008), UN VIAJE DE NOVIOS (1881) supuso una primera aproximación de EMILIA PARDO BAZÁN (1851-1921) a los dominios del realismo-naturalismo. A caballo entre la novela y el cuaderno de viaje, la obra narra las ingratas consecuencias del desatinado matrimonio entre un funcionario oportunista y cuarentón y una joven provinciana e inexperta, Lucía, quien, tras la unión, no tarda en verse sometida al creciente divorcio entre deseo yrealidad. Es precisamente el retrato de ésta «trazado de mano maestra», como apunta Marisa Sotelo Vázquez en su introducción a la obra, hija única de un tendero de ultramarinos enriquecido, uno de los más acabados e inolvidables que puede encontrarse en toda la obra de la escritora gallega.
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La primera novela de la autora gallega dentro de la corriente realista-naturalista es ya un ejemplo acabado de sus virtudes y de sus defectos. Contiene su ironía, su uso tan hábil del narrador omnisciente que incorpora sus propios comentarios, así como una apabullante riqueza de léxico y expresiones, o finos estudios psico-fisiológicos. Por otra parte, predomina una descripción exhaustiva, empalagosa, que ralentiza e incluso detiene la acción.
Las mejores páginas puede que correspondan a la primera mitad, donde tiene lugar el encuentro azaroso entre Lucía, ingenua muchacha de provincias que nunca ha salido al mundo, y Artegui, joven médico, pero pesaroso y desengañado, que ha adoptado para sí la contemplación, o resignada ataraxia a la manera de Schopenhauer, como mejor y más soportable actitud ante los males que definen la vida y el mundo material. Una aventura la suya que posibilita un acercamiento, un conocimiento mutuo que les hará madurar y cambiar sus puntos de vista.
Lo que sigue es más parecido a un cuaderno de viaje, en el que la autora descuida a sus criaturas y se detiene en un infinito detallismo botánico, paisajístico, etc. y en un ajuste de cuentas con aquella clase superior europea que acudía a “tomar las aguas” de Vichy, aprovechando para socializar, lucirse (ellas), correrse juergas (ellos) y despellejarse mutuamente… contrasta este refinamiento con la pintura que previamente se nos ha hecho de un ambiente más mísero, el de las numerosas fondas para los viajeros del ferrocarril, de localidades como Miranda de Ebro y Venta de Baños.
Abunda el trazo grueso en unos personajes como el funcionario Miranda, acomodado calavera a quien se le ha pasado el arroz y que busca una esposa joven que le haga a su vez rejuvenecer, el del padre de Lucía, ansioso por verla medrar, bienintencionado pero equivocado y senil… sobre quienes doña Emilia descarga sus opiniones desfavorables de la política, sus intereses, clientelismos y los pretendidos “liberales”. Los hermanos Perico y Pilar Gonzalvo son seres mundanos y sin muchos escrúpulos, uno es el típico caradura que le sirve a la autora para introducir muletillas del habla, la otra corresponde a una personalidad frívola y decadente cuya enfermedad, en cambio, permite recrearse en sus síntomas más mórbidos. Tenemos, en fin, al criado entre bruto y simpático que profesa extrema fidelidad al héroe, sobre el que se proyecta la huella de la guerra carlista.
La resolución de la trama no es trágica, pero sí desgraciada. Es conservadora, porque la libertad de Lucía no puede llegar a sus últimas consecuencias, debido a sus obligaciones conyugales y a la recta moral católica; nunca son cuestionadas las figuras religiosas que aparecen en la historia, que son vistas con simpatía, ni tampoco la fe inocente y pura de ella. Por contra, queda expuesto ese derecho del marido sobre la esposa-propiedad, o la lógica de posesión y de violencia que existe tras un matrimonio mal hecho, sin amor y marcado por la diferencia de edad, cuyas consecuencias son previsibles y desastrosas.
Pintoresca novela que retrata los avatares de Lucía González y Aurelio Miranda, en la que sorprendentes percances durante su viaje de recién casados ponen a prueba, en el contexto del matrimonio y sus conveniencias, la fidelidad conyugal, la mentalidad de clase, la solidaridad y la empatía en situaciones difíciles, así como también la añoranza por la tierra de origen.
Los personajes principales representan diversos arquetipos: Lucía la muchacha soñadora, imprudente, fervorosa creyente y piadosa; su padre Joaquín, laborioso, paternal y un "receloso anticuado"; Aurelio Miranda, el clásico oportunista inescrupuloso; el cura Urtazu, compasivo pero a la vez muy reprendedor, y con justa razón; Perico Gonzalvo y su hermana Pilar, con su carga de picaresca, humor y tragedia.
Mención aparte para el enigmático viajero Ignacio Artegui, pieza fundamental de la historia: mezcla de caballerosidad, respeto, pero con claroscuros en su vida personal que trastocan las creencias de Lucía cuando le conoce. Su irrupción será determinante para el destino de los novios, en un final por demás sorprendente y llamativo.
Obra con un estilo ameno, sobrio, sencillo, pero con el defecto, en varios pasajes, de excesivas descripciones de ambientes naturales y lugares, las cuales interrumpen en demasía el desarrollo de la trama principal, restándole fluidez. Saltando ese detalle, es una creación literaria notable, siendo el inicio definitivo de una carrera consagratoria para Pardo Bazán.