Resumen y sinopsis de Los bárbaros de Alessandro Baricco
Un auténtico «ensayo por entregas» dedicado a la presencia de los nuevos bárbaros en nuestra sociedad. El autor afronta con perspicacia y amenidad la existencia de quienes han contribuido al declive de la cultura burguesa occidental. Tras visitar tres ámbitos particulares (el vino, el fútbol y la industria del libro), el autor se detiene en Google, un avance tecnológico que es el campamento de los bárbaros, ya que refleja su forma de entender la cultura como navegación rápida por la superficie... En cambio, el alma burguesa, representada por la obra de Ingres o Beethoven, aboga por una cultura del esfuerzo que choca con el ansia de experiencias veloces. En el epílogo, la Gran Muralla china sirve para delimitar este proceso: todo muro se levanta no tanto para contener como para trazar las diferencias entre identidades opuestas, sin percatarse de que los bárbaros ya están aquí.
Ha participado en esta ficha: yiyolon
Asombrosa teoría sobre los bárbaros de la actualidad, contada a partir de diversos episodios: el vino, el fútbol, internet.
Imperdible la historia sobre Walter Benjamin, en la parte introductoria del libro.
La teoría es fascinante: se han infiltrado en nuestras vidas, en nuestra civilización. Son los bárbaros que nos han tocado a nosotros.
En anteriores ocasiones, los bárbaros entraban, saqueaban, y toda esa destrucción se veía a la luz del día. Es decir, se les veía a ellos en plena faena, montando a caballo, asesinando, destrozando las conquistas y la estabilidad de las comunidades y las culturas que arrasaban furiosamente. Contra ellos se podían construir murallas defensivas, o, al menos, disuasorias, que retardaban el ataque o amortiguaban sus resultados. Nosotros, sin embargo, no tenemos la suerte, o la desgracia, de verlos. Han venido, sí, están aquí, y no los vemos, y sus ataques son mortíferos aunque inicialmente imperceptibles.
Comprobamos sus destrozos. Por ejemplo, en el gusto. En ciertos hábitos de consumo: en los libros, en la música, en los vinos, en la gastronomía, en el cine, que es un territorio en el que se sienten como peces en el agua, incluso en el fútbol. Baricco nos enseña, y nos demuestra, que sentar a los mejores futbolistas, los de más talento, en el banquillo, es un síntoma de la barbarie que preside nuestras vidas.
Los bárbaros desprecian el pasado. Tienen de él en el mejor de los casos un concepto estúpidamente arqueológico, que no distingue épocas ni distancias temporales. El pasado son las ruinas de algo que no comprenden pero que, sin embargo, les parece utilizable como elemento decorativo. El pasado es bueno si es adquirible en un centro comercial. Sin el más mínimo rubor, son capaces de instalarse columnas del Partenon en el jardín de sus chalets horteras. Y de quedarse tan tranquilos sin saber en realidad qué es lo que han puesto al lado de sus enanitos horribles.
Se mueven como los surfistas: por la superficie horizontal y a la mayor velocidad posible. Desprecian la verticalidad, la profundidad y veneran la espectacularidad vacía de contenido. En el fondo sienten una nostalgia difusa de ese pasado que desprecian y se inventan unos productos análogos que ellos han producido, a los que han dado vida sin alma.
Son incapaces de estar mucho tiempo en ningún sitio, y mucho menos de descender por sus raíces. ¿Para qué perder el tiempo en ello habiendo tanta extensión abarcable?. Por eso, se han establecido en Google, campamento de la inmensidad en donde todo está y en donde nada esté en el fondo, y nunca mejor dicho.
Desprecian también la lentitud y el esfuerzo, Y ensalzan la rapidez, lo inmediato y lo que ellos llaman la diferencia, que no es el resultado de un desarrollo o de un proceso, sino de un invento comercial que se distingue con alguna claridad de los anteriores inventos comerciales, pero que no los mejora, ni los supera, ni es su consecuencia, pues no se trata de eso.
Después de la fascinante lectura de “Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación”, de Alessandro Baricco (Editorial Anagrama), he llegado a dos conclusiones. La primera hace referencia al autor. Baricco es uno de los mejores regalos que ha podido hacerme mi librero habitual. Su literatura es diáfana, hermosa, bien construida. A la vez, su pensamiento es clarividente: los síntomas que yo intuía en forma de malestar quedan elevados con sus textos a la categoría de sistemas de pensamientos, de teorías coherentes. Es, como Voltaire, un escritor que escribe filosofía sin menosprecio de su literatura.
La otra conclusión es aterradora: nuestros bárbaros son verdaderamente peligrosos. Están por todas partes. Están aquí mismo. Están dentro de mí.
En 2008 se publicó en castellano el ensayo de Alessandro Baricco, Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación. Si se quiere leer un ensayo postmoderno, no hay que buscar más, ahí está.
Con Baricco me pasa que estoy habitualmente de acuerdo con él en el cómo, y en desacuerdo en el qué. En esta ocasión también le acompaño un poco más en el qué. Pero bueno, él parte de un escepticismo con respecto a lo espiritual, y yo no. Y eso salta en mi lectura. Así es la vida.
La idea de fondo del ensayo es que los bárbaros ya están culturalmente aquí desde hace tiempo, que incomodan a los que defienden una civilización de grandes monumentos artísticos, literarios, y que bien se puede ignorarlos, aplastarlos o dialogar con ellos. Y que quizás lo más sensato sea el diálogo.
Estoy de acuerdo, Don Alessandro. Pero no veo la cosa a blanco y negro, porque parto de un concepto de tradición dinámica. Para algunos se tratará de dos mundos enfrentados, pero para otros, como yo, también hay que tener en cuenta que hay tradiciones humanísticas que han estado dialogando con lo nuevo y lo bárbaro desde toda la historia -con los problemas que esto trae, y con errores humanos algunas veces-, y que todo está mucho más entreverado.
No se trata de un encuentro entre inmovilistas que viven en los palacios de una cultura exquisita fuera del mundo real, y bárbaros que van a los museos en chándal -chandalismo- y hacen juicios estéticos sobre las categorías "Me mola" o "No me mola".
Siempre algún postmoderno sale inventando una nueva perspectiva, que luego no era para tanto, pero estuvo bien que se nos ayudara a ver un ratito desde ahí.
Es algo más humano, Don Alessandro, más de siempre.