Resumen y sinopsis de ¡Mira los arlequines! de Vladimir Nabokov
¡Mira los arlequines! (1974), la última novela que escribió, constituye un brillante modelo a escala del universo literario de su autor, una prueba irrefutable de su complejo y excéntrico talento y un ejemplo más de cómo la literatura se cuela en la vida, de manera que, sin darse cuenta, la vida real de Nabokov se parece cada vez más a una novela de Nabokov.
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En el prólogo de "Habla, memoria" Vladimir Nabokov nos comenta uno de sus proyectos: el de escribir la continuación de sus memorias, que abarcarían sus años americanos a decir de su biógrafo Brian Boyd. En el mundo donde lo hipotético es una realidad el libro se llama "Sigue hablando, memoria"; pero en este el proyecto nunca llegó a concretarse. O por lo menos no con su original intención y título.
"¡Mira los arlequines!" (expresión que surge durante un diálogo en el alba del libro, y que refiere a la libertad de creación) es de algún modo la continuación de "Habla, memoria". El protagonista y narrador del libro —el enfermo mental Vadim Vadimovich— nos cuenta su vida, una muy similar a la del propio Nabokov, y que efectivamente abarca su madurez en Estados Unidos. Pero el libro también se retrotrae a su infancia en la Rusia zarista, a su juventud en Europa central, pasando por su ya mencionada madurez en Estados Unidos, y su vejez en Suiza. Si hice mención a un mundo donde las posibilidades son capaces de hacerse realidad, no ha sido por azar: la médula que sostiene este libro tiene la intención de invertir nuestra noción de la realidad.
Sin embargo no se trata sólo de una mera autobiografía ficticia . Contiene una trama, que a mi parecer se va diluyendo a medida que transcurre el libro; consiste en una serie de matrimonios frustrados, aunque divertidos, que no llevan a ninguna parte.
Los elementos que distinguen a las grandes obras del autor se hallan presentes: su prosa de colores, con estallidos de auroras boreales, su agudeza descriptiva, su lucidez introspectiva, su peculiar sentido del humor, sus juegos literarios, su erudición, y por sobre todos ellos, el aterciopelado vuelo de las mariposas alrededor de las nínfulas sin pudor.
"¡Mira los arlequines!" es la novela de un maestro, pero no su obra maestra; es un libro para escritores más que para lectores ocasionales. Pero más allá de esas carencias, Vladimir Nabokov es capaz de fascinar con sus capacidades como escritor.
Mención aparte merece el traductor de mi edición: Enrique Pezzoni (seudónimo de Enrique Tejedor) cuya traducción de "Lolita", del mismo autor, es también inmejorable.