En 1870, cuando el poder del Imperio Británico es absoluto, en las remotas tierras de una península antártica al sur del continente australiano se descubre un nuevo material: el antihielo.
Una deliciosa ucronía ambientada en el siglo XIX y empapada de steam punk y con todo el sabor de las novelas de Julio Verne.
El escenario que nos plantea Antihielo (1994), de Stephen Baxter, es de lo más sugerente: un cometa ha sido capturado por la gravedad de la Tierra y ahora permanece en la órbita del planeta, conocido como la “Pequeña Luna”.
De él se han desprendido un meteorito que ha acabado impactando en la Antártida, trayendo consigo un nuevo y asombroso material bautizado como anti-hielo, capaz de liberar cantidades extraordinarias de energía cuando se calienta.
El “genio científico” de la narración es el extravagante Josiah Traveller. Gracias a él se ha desarrollado una tecnología espectacular cuyas aplicaciones, por desgracia, también van a ser usadas en el campo militar, siempre al servicio del Imperio británico.
Antihielo se inicia con la carta que un joven que escribe a su padre contándole sus experiencias en la Guerra de Crimea, describiendo las espeluznantes consecuencias del empleo de este material como arma de guerra.
El protagonista de la novela es el joven Ned Vicars, un joven diplomático que recibe la misión de acompañar a Otto Von Bismarck y sus hombres cuando asisten a la Nueva Gran Exposición de Manchester (capital de Inglaterra en esta versión de la historia). De un modo insospechado, Vicars acabará enrolado en un viaje imprevisto más allá de la atmósfera a bordo de la nave Phaeton, donde estará atrapado junto a otras personas sin modo alguno de regresar.
Anti-ice es un buen ejemplo de ese peculiar subgénero llamado steampunk. El estilo que emplea Baxter para desplegar esta aventura combina los diálogos elegantes british de la época con el espíritu de las novelas de H.G. Wells y Julio Verne.
La pregunta que nos plantea el autor es: ¿Qué pasaría si se introdujera una fuente de energía limitada y sin paralelo en la Europa del siglo XIX?
Pero además, introduce una ucronía fascinante para narrar otra historia de Europa, donde por ejemplo Alemania jamás llega a unificarse y donde los británicos han alcanzado el Polo Sur en el año 1860.
La novela está narrada en primera persona por Ned Vicars. Él, como el resto de los personajes que aparecen en Antihielo, oscila entre el apasionamiento irracional y una actitud remilgada. Se supone que esto es una manera de retratar los modales de la época, pero resta profundidad a la personalidad de los personajes, en ocasiones relegados a una mera caricatura, sobre todo en el vaso del estrambótico Traveller.
Pero eso no puede restar seriedad a Antihielo, donde también encontramos una interesante reflexión sobre el progreso científico y su uso inapropiado, así como una visión un tanto pesimista de la especie humana.
“No hay nada tan pequeño como la imaginación del hombre”.
En mi opinión, todo en suma nos dibuja una novela encantadora, fácil de leer y muy entretenida que recomiendo.
Una deliciosa ucronía ambientada en el siglo XIX y empapada de steam punk y con todo el sabor de las novelas de Julio Verne.
El escenario que nos plantea Antihielo (1994), de Stephen Baxter, es de lo más sugerente: un cometa ha sido capturado por la gravedad de la Tierra y ahora permanece en la órbita del planeta, conocido como la “Pequeña Luna”.
De él se han desprendido un meteorito que ha acabado impactando en la Antártida, trayendo consigo un nuevo y asombroso material bautizado como anti-hielo, capaz de liberar cantidades extraordinarias de energía cuando se calienta.
El “genio científico” de la narración es el extravagante Josiah Traveller. Gracias a él se ha desarrollado una tecnología espectacular cuyas aplicaciones, por desgracia, también van a ser usadas en el campo militar, siempre al servicio del Imperio británico.
Antihielo se inicia con la carta que un joven que escribe a su padre contándole sus experiencias en la Guerra de Crimea, describiendo las espeluznantes consecuencias del empleo de este material como arma de guerra.
El protagonista de la novela es el joven Ned Vicars, un joven diplomático que recibe la misión de acompañar a Otto Von Bismarck y sus hombres cuando asisten a la Nueva Gran Exposición de Manchester (capital de Inglaterra en esta versión de la historia). De un modo insospechado, Vicars acabará enrolado en un viaje imprevisto más allá de la atmósfera a bordo de la nave Phaeton, donde estará atrapado junto a otras personas sin modo alguno de regresar.
Anti-ice es un buen ejemplo de ese peculiar subgénero llamado steampunk. El estilo que emplea Baxter para desplegar esta aventura combina los diálogos elegantes british de la época con el espíritu de las novelas de H.G. Wells y Julio Verne.
La pregunta que nos plantea el autor es: ¿Qué pasaría si se introdujera una fuente de energía limitada y sin paralelo en la Europa del siglo XIX?
Pero además, introduce una ucronía fascinante para narrar otra historia de Europa, donde por ejemplo Alemania jamás llega a unificarse y donde los británicos han alcanzado el Polo Sur en el año 1860.
La novela está narrada en primera persona por Ned Vicars. Él, como el resto de los personajes que aparecen en Antihielo, oscila entre el apasionamiento irracional y una actitud remilgada. Se supone que esto es una manera de retratar los modales de la época, pero resta profundidad a la personalidad de los personajes, en ocasiones relegados a una mera caricatura, sobre todo en el vaso del estrambótico Traveller.
Pero eso no puede restar seriedad a Antihielo, donde también encontramos una interesante reflexión sobre el progreso científico y su uso inapropiado, así como una visión un tanto pesimista de la especie humana.
“No hay nada tan pequeño como la imaginación del hombre”.
En mi opinión, todo en suma nos dibuja una novela encantadora, fácil de leer y muy entretenida que recomiendo.