Resumen y sinopsis de Amor, curiosidad, prozac y dudas de Lucía Etxebarria
Amor: Una posibilidad remota para Rosa, que hipoteca su vida para pagar unos hijos que no puede disfrutar. Una memoria triste para Cristina, superviviente de una relación catastrófica con el sexo y las drogas. Un recuerdo borroso para Ana, que se pasa el día llorando en casa. Curiosidad: La última esperanza. ¿Hay otra vida más allá de los confines del día a día, de los escasos metros de refugio que proporciona un despacho de oficina, una casa de diseño o un bar tecnificado? Prozac: Veinte miligramos diarios que bloquean los puntos del cerebro donde se conectan las ideas y los sentimientos. Dudas: ¿Es posible sobrevivir al naufragio? Lucía Etxebarría ha construido una novela sobre la dificil búsqueda de la identidad femenina al margen de convenciones absurdas y estereotipadas, con un estilo personalísimo, esculpido a golpe de guiños y ambivalencias en el lenguaje de lo cotidiano.
Ha participado en esta ficha: kerazesa
Escatológico y repulsivo, Amor, curiosidad, Prozac y dudas, es una de esas novelas cumbres del feminismo postmoderno de principio de los años 90, en el que la libertad se confundía con el libertinaje, las drogas con diversión y la autodestrucción con maneras de vivir. Resulta patético comprobar lo mal que ha envejecido esta obra, en especial en la absurda era de la políticamente correcto donde estamos inmersos.
Casi todo el mundo conoce a su autora, Lucía Etxebarria, escritora polémica y feminista sincera. Es obvio que los años le han pasado factura a ella también. E igual de mal que a su obra. Pero analizando la calidad literaria solo me queda reconocer que, pese a no ser santo de mi devoción, Etxebarria se maneja bastante bien con la pluma, aunque su estilo de escritura sea vulgar, simple y ejecutado sin ninguna gracia o acierto. Para esto usa una prosa dinámica, plagada de referencias absurdas y con un desarrollo que es para echarse a llorar, un lenguaje funcional y unas descripciones básicas, aunque visuales y coloridas. Lo peor de todo son los personajes. Las hermanas Gaena, Ana, Rosa y Cristina, son los personajes que más aparecen en el libro, pero es la última la auténtica protagonista. Lo mejor que se puede decir de ella es que el cerebro no se le ha fundido. Y es que el arquetipo de mujer “liberada” de los años 90, no solo no está bien retratado en estas páginas, que se centra en resaltar las cualidades sórdidas de dicha protagonista, sino que está profundamente demodé. Sus personajes, por tanto, son cascarones vacíos a la deriva en una historia absurda que desvaría de principio a fin.
No es fácil saber qué trata de contarnos la autora con Amor, curiosidad, Prozac y dudas. Se supone que debe tener una especie de moraleja empoderadora, tipo “las mujeres somos capaces de lograr cualquier cosa” o algo así. Pero la verdad lo único que tienes es un muestrario de situaciones vulgares, depresiones banalizadas y la simpleza a la hora de mostrar el mundo laboral femenino. Pero no creáis solo mis palabras. Aquí os va una pequeña sinopsis del tema para que juzguéis vosotros mismos. La historia nos presenta a Ana, Rosa y Cristina. Ellas son hermanas de un hogar destrozado en el que el padre las abandonó cuando eran muy jóvenes, quedando a cargo de una madre fría y controladora. Cada una de las hermanas acusó el golpe de una manera muy distinta. Ana, la mayor, se casó pronto y se convirtió en la perfecta ama de casa. Rosa, la mediana, estudió una carrera de ciencias con excelentes notas y logró un trabajo bien remunerado en una multinacional. Y Cristina, la pequeña, va dando tumbos por la vida entre un trabajo sin futuro, el sexo y las drogas. Cada una de ellas lucha a su manera para salir a flote en un mundo machista que, pese al incipiente feminismo, sigue considerando a las mujeres poco menos que un florero. Pero una serie de hechos pequeños las harán reflexionar y comenzar a cambiar sus vidas. Así puesto parece interesante. Pero creedme, no lo es. Y eso se debe, en parte, a que no hay realmente una historia, sino simples escenas que tratan de retratar las diferencias entre las hermanas. No hay nada más. Por lo que cuando llegas al desenlace, solo te queda una enorme sensación de desconcierto y de pérdida de tiempo.
En definitiva, Amor, curiosidad, Prozac y dudas es una novela que entretiene si quieres sensacionalismo barato. Pero su aberrante y pesado contenido, sus irritantes y estúpidas protagonistas y una forma de escribir que, en ocasiones, levanta ampollas, consiguen que la lectura se convierta en algo muy triste. Menos mal que no es muy largo. Sino el que tendría que inyectarse Prozac, y en grandes cantidades, serías tú mismo.
Me ha encantado tanto la agilidad en la prosa como el enfoque directo a las tres historias sin pelos en la lengua.
Aire fresco aunque hayan pasado un buen puñado de años desde su publicación. Me ha devuelto las ganas de leer después de continuos palos al agua.
Es la segunda vez que me lo leo porque de la primera conservaba un buen recuerdo, y no me ha cambiado la opinión: es un novela directa, con personajes fácilmente reconocibles, complejos y bien descritos. Me ha hecho empatizar con las tres hermanas, como si describiese momentos de mi vida, como si fuera un compendio de las tres. Agradezco a Lucía su forma de contar historias, su manera de hacerte vivir sus relatos.
La novela está estructura en los tres puntos de vista que ofrecen un trió de hermanas antagónicas y que pretende retratar tres modelos de mujer contemporánea. Alterna la narración en primera persona de cada hermana: Cristina, Rosa y Ana.
Cristina es una atractiva joven que ha abandonado una insatisfactoria carrera profesional para trabajar de camarera en un bar, es juerguista, drogadicta y amante del sexo. Rosa, caracterizada como la alta ejecutiva que ha logrado sus objetivos merced a una férrea disciplina en los estudios que la han convertido en una incansable trabajadora, pero es una mujer solitaria. Ana, la hija perfecta, está casada con un hombre que la mantiene y tienen un hijo pequeño. Representa al típico estereotipo de la mujer española hasta hace 20 años, es decir, ama de casa y madre. Está deprimida y llega a desatender el cuidado de la casa y del niño, mientas se hace adicta a los calmantes. Están distanciadas al principio de la novela.
Además, la autora completa la trama con reflexiones sobre el acceso de la mujer al ámbito profesional, su techo de cristal, su forma de vestir, su vida privada o la conciliación.
Lucía Etxebarria ha edificado una novela intensa sobre la difícil búsqueda de la identidad femenina, con una prosa fácil de leer, palabrotas y descripciones sexuales en la que predomina el discurso introspectivo.
Es una novela muy recomendable en todos los sentidos y hace reflexionar a la vez que ofrece una lectura amena.
Lo leí hace tiempo y no tengo una mal recuerdo del libro. Una novela entretenida para pasar un buen rato, con una lectura fácil y amena.
Lo único que merece la pena en este es el primer capítulo. Si no fuera por el primer capítulo le pondría un 2.Después, la narración es tan simple, los personajes tan estereotipados y predecibles, las frases llenas de lugares comunes y los diálogos tan improbables, que es mejor cerrarlo y coger una novela de Corín Tellado. Y mejor aún dejar las novelas de verano, y leer literatura.
A mi el libro me gustó. No fue el primero que me leí de la autora pero si el que más deseaba leerme, el título me llamó mucho la atención. El libro está bien, es una de las pocas autoras españolas que me gustan.
Primer libro de la autora y primer libro que me leí de ella. Entretenido y de lectura rápida. Ideal adolescentes o Peter pans.
Bueno, creo que este libro es directamente para gente que disfruta con la escritura de Lucía -como es mi caso- y no porque busque de alguna manera engancharse a él. A mí es que me gusta esta escritora, cómo se expresa, las historias que cuenta y hasta cuando describe una mesa me gusta cómo lo hace. Pero siendo objetiva y olvidándome de mi afán por la escritora, valga la redundancia, considero que es un libro que no llenará más que a gente a la que le guste Lucía Etxebarría.
Me gustó porque me entretuvo, pero no es una maravilla. Prescindible.